Las leyes de la moral cósmica. Omraam Mikhaël Aïvanhov
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Os daré otra imagen. Queréis salir de viaje y dudáis entre Niza y Moscú... Supongamos que, finalmente os decidís por Niza: desde ese momento, el camino por el que vais a pasar está determinado, los paisajes, las estaciones, los encuentros... Desde el momento que partís en tal dirección, todo está calculado, debéis seguir un itinerario fijado de antemano. No sois vosotros los que creáis los paisajes, su existencia no depende de vosotros, pero lo que sí depende de vosotros es la elección de la dirección.
Nosotros no creamos el futuro. Cuando decimos que el hombre crea su futuro, se trata de una forma de hablar, sería mejor decir que escoge una dirección. Decís: “Tomaré este camino”, de acuerdo, pero no seréis vosotros quiénes crearéis lo que os encontréis en este camino. Se trata de regiones, de entidades que han sido creadas por Dios desde hace mucho tiempo. Nosotros no creamos nuestro mal destino, nos dirigimos hacia él: arenas movedizas, ciénagas, selvas peligrosas... Nosotros decidimos solamente nuestra orientación, eso es todo. Y si se trata de un futuro espléndido, es lo mismo, nosotros decidimos visitarlo, y él está allí, nos espera. Existen en el espacio miles de regiones o de esferas pobladas por una infinidad de criaturas y, según nuestra decisión, nos elevamos o nos hundimos para ir a visitarlas.7 Todas las desgracias y todas las dichas existen ya, otros las han conocido antes que nosotros, han sido creadas desde hace mucho tiempo; depende sólo de nosotros decidir hacia dónde iremos.
Por eso, ahora debéis decidir cambiar vuestra dirección y orientaros hacia las regiones del Paraíso que Dios ha creado para vosotros desde toda la eternidad.
Bonfin, 3 de agosto de 1968
1 Armonía y salud, Col. Izvor nº 225.
2 La fe que mueve montañas, Col. Izvor nº 238, cap. VII: “La religión no es más que una forma de fe”.
3 La fe que mueve montañas, Col. Izvor nº 238, cap. IX: “La prueba de la existencia de Dios está en nosotros”.
4 Naturaleza humana y naturaleza divina, Col. Izvor nº 213, cap. V: “El sol, símbolo de la naturaleza divina”.
5 En las fuentes inalterables de la alegría, Col. Izvor nº 242, cap. III: “El aguijón del sufrimiento”.
6 En las fuentes inalterables de la alegría gozo, Col. Izvor nº 242, cap. XVIII: “La visita de seres angelicales”.
7 Las semillas de la felicidad, Col. Izvor nº 231, cap. XI: “La tierra de Canaán”.
II
La importancia de la elección
Buscar el trabajo y no el placer
Actualmente, la gente ya no quiere oír hablar de moral. El tema más desagradable, el más repulsivo, el más pasado de moda, el más anticuado, es la moral. Y en Francia, en particular, nadie se ocupa de moralizar a los demás. Porque los franceses han comprendido que era ridículo y grotesco erigirse en moralistas. Quieren hacerse valer como eruditos, sabios, artistas, todo lo que queráis, pero no como moralistas. Han comprendido tan bien que la moral tradicional era hipocresía y falsas apariencias que, para ser lógicos, justos, honestos, sienten que hasta deben burlarse un poco de la moral. Por un lado tienen razón, porque esta moral ha sido inventada por los hombres, y es tan variable según las épocas y los países que no se comprende por qué hay que respetarla. Pero en realidad, todavía no han comprendido lo que es la verdadera moral, ni de dónde viene. Yo os mostraré ahora lo fácil y sencillo que es restablecer todas las leyes de la moral tal como la Inteligencia cósmica la ha establecido y no tal como los humanos la han fabricado de acuerdo con sus prejuicios, sus intereses o sus caprichos.
Antes de ir más lejos, quisiera volver primero a un punto del que ya os hablé y del que veo que todavía no sospecháis la importancia que tiene para vuestra salud, vuestra felicidad, vuestro éxito y para la armonía de todo vuestro ser.
Desde hace siglos, los humanos han hecho muchos progresos en el campo de la higiene alimenticia: saben que es mejor lavar las verduras, pelar las frutas, y que siempre hay que hacer una selección en el alimento para eliminar los elementos nocivos e indigestos. Pero todavía no han comprendido que, en el campo de los pensamientos y de los sentimientos, también existen alimentos que comemos y que digerimos más o menos bien según su grado de pureza. Deben pues ir más lejos aún para aprender a hacer una selección en el alimento psíquico como hacen con el alimento físico.
Si estudiamos la naturaleza de los sentimientos y de los pensamientos, veréis que de este estudio saldrá una ley moral: que para la edificación de nuestro organismo psíquico, sólo debemos escoger elementos que sean puros, sutiles, luminosos, divinos. “¿Por qué? ¿Por qué?” preguntará la juventud arrastrada por todos estos artistas del Living Theatre que han venido a predicar que debemos dar salida a todos nuestros instintos. Fueron a Avignon, la bella ciudad de los Papas, y ahí invitaron al público a subir al escenario a participar con ellos en una especie de orgía, para hacer, decían, la unidad con la multiplicidad. ¿Veis?: ¡pensaban hacer la unidad echándose los unos sobre los otros! El alcalde y la población se indignaron tanto que les echaron. Y ahora van a visitar Suiza... ¿Qué extraña filosofía es ésa?... Pero no hay que asombrarse, porque es la consecuencia de una ignorancia sobre la estructura del ser humano.
¿Cuántos pensadores han estudiado verdaderamente al hombre para saber cómo fue creado en el origen, en los talleres del Señor? Saben que tiene un estómago, que tiene un sexo, así que, claro, hay que contentarlos. Estoy de acuerdo, pero ¿acaso no hay que hacer una selección? Evidentemente, los jóvenes dirán: “¡Ah no!, ¡nada de selecciones!”
Pero si aceptan seleccionar el alimento, ¿por qué no quieren admitir también que engullendo indiscriminadamente cualquier sentimiento y cualquier placer, van a envenenarse? Besan a cualquier chica, o a cualquier chico, se acuestan con el primero que pasa sin saber todo lo que un ser humano transporta interiormente, nubes y emanaciones malsanas, y absorben así unos elementos tan nauseabundos que es exactamente como si chapoteasen en las cloacas.
Yo no estoy en contra de los intercambios, siempre debemos hacer intercambios, por supuesto; pero la cuestión es saber cómo hacerlos. Un intercambio debe aportar siempre una mejora, un embellecimiento.8 El amor debe siempre enriquecer a la pareja. Sin embargo, a menudo están enfermos y desequilibrados porque han tragado imprudentemente e irrazonablemente toda clase de elementos heteróclitos. La cuestión no está en no amar, sino saber hacer una elección para tomar solamente aquello que es verdaderamente puro y luminoso, y llegar a ser uno mismo puro y luminoso.
¿Qué es lo que caracteriza a un niño? Los niños, los adolescentes son gobernados por sus deseos, sus emociones, sus sensaciones; su inteligencia todavía no está despierta para medir, pesar, controlar y juzgar. Por eso se les pone junto a los adultos: padres, abuelos o educadores, que deben dirigirles, aconsejarles, protegerles. Porque los niños siempre se sienten atraídos por todo aquello que no es muy recomendable, y pueden caerse, herirse, quemarse, enfermar. Sabéis lo que dice el niño: “Quiero a papá, quiero a mamá, pero prefiero la mermelada...” Toda su mentalidad está resumida en esta palabra: mermelada, es decir, lo que es agradable, simpático, dulce, azucarado, fácil. El niño no sabe que aquello que es amargo y difícil le sería sin duda más provechoso. Todavía no