Los poderes de la vida. Omraam Mikhaël Aïvanhov
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Por eso es tan importante que sepáis con qué objetivo trabajáis y para quién, porque según el caso, vuestras energías toman tal o cual dirección. Si aquel para quien trabajáis es vuestro padre, por ejemplo, no sólo no perdéis nada, sino que ganáis. Lo más importante es pues saber a qué consagráis vuestras fuerzas, en qué dirección trabajáis porque de ello depende vuestro futuro: os empobrecéis u os enriquecéis.
La mayoría de los hombres trabajan, sin saberlo, para un enemigo escondido dentro de ellos mismos que les despoja y empobrece. Un verdadero espiritualista es más inteligente, trabaja y gasta todas sus energías para alguien que es él mismo, y es él el que gana. Esto es inteligencia: enriquecerse y no empobrecerse. Y esto no es algo personal, ni egoísta, al contrario. Por ejemplo, decidís no trabajar para vosotros sino para la colectividad… Sí, pero cómo estáis ligados a esta colectividad, cómo formáis parte de esta colectividad, cuando la colectividad mejora, se embellece y ello repercute sobre cada individuo de la colectividad, y por tanto, sobre vosotros también. Ganáis porque habéis colocado vuestro capital en un banco que se llama la familia, la colectividad, la Fraternidad Universal, de la que vosotros formáis parte. Mientras que cuando trabajáis para vosotros mismos, es decir para vuestro pequeño yo mediocre, todo se pierde y no os puede venir nada bueno. Diréis: “Sí, sí, puesto que he trabajado para mí…” No, porque vuestro yo personal, separado, egoísta, es un pozo sin fondo, y al trabajar para él, lo habéis echado todo en este pozo. Y no es así cómo hay que trabajar. Los individualistas, los egoístas, no ven todo lo que podrían adquirir trabajando para la colectividad; dicen: “Yo no soy tonto, trabajo para mí, me las arreglo…” y es justamente entonces cuando pierden todo su capital. La verdad es pues lo contrario de la apariencia. Sí. Los Iniciados, que saben que hay que buscar lo contrario de la apariencia para encontrar la verdad, trabajan para la colectividad, y son ellos los que obtienen los mayores beneficios.
Cuando yo digo: la colectividad, no hablo sólo de la humanidad, sino también del universo, de todas las criaturas del universo, de Dios mismo. Esta colectividad, esta inmensidad para la que trabajáis es como un banco, y todo lo que hacéis para ella os volverá un día amplificado. Cómo el universo hace siempre negocios formidables, se enriquece sin cesar con nuevas constelaciones, con nuevas nebulosas, con nuevas galaxias, todas estas riquezas revertirán un día sobre vosotros.4
Aquellos que sólo trabajan para sí mismos en lugar de trabajar para la inmensidad, se empobrecen; y después nadie piensa en ellos, nadie les ama, ni siquiera su propia familia, porque son demasiado egocéntricos. Nunca han pensado en los demás, ¿por qué los demás pensarían en ellos?, y acaban sumidos en las decepciones, las amarguras, las penas. Pero nunca les vendrá la idea de que quizá su filosofía fuese errónea… ¡Ah no!, no, no, ellos tenían razón y eran los demás los que eran injustos y malvados. Ellos, claro, merecían que les amasen, que les ayudasen… Merecer, merecer… pero ¿qué han hecho de bien para merecer algo? Mientras que aquellos que están llenos de amor, de bondad, de abnegación, aunque en los primeros momentos usen y abusen de ellos y puedan parecer tontos y estúpidos, cuanto más pase el tiempo, más sentirán los demás que son verdaderamente unos seres excepcionales, y un día todo el mundo vendrá a recompensarles, a mimarles, a amarles. Han trabajado para el universo entero y un día recibirán la recompensa… Pero no de inmediato, evidentemente.
Cuando colocáis una suma en un banco; no recibís los intereses al día siguiente, debéis esperar, y cuanto más esperáis, tanto más elevados son estos intereses. La ley es exactamente la misma en el dominio espiritual. Trabajáis con mucho amor, con mucha paciencia, con mucha confianza y, al principio, no obtenéis ningún resultado… No os desaniméis; si os desanimáis, es que no habéis descifrado bien las leyes que hay en la tierra. Sí, ¡debéis conocer las leyes de la banca y de la administración! Si las conocieseis, comprenderíais que hay que esperar. Después las riquezas lloverán por todas partes e incluso si tratáis de escapar, ¡no podréis!… el universo entero os lanzará sobre vuestra cabeza riquezas extraordinarias, porque vosotros las habréis provocado. ¡Es la justicia!
¿Veis lo estúpida que es la filosofía egocentrista? Se fían de la apariencia, pero la apariencia es engañosa. ¡Cuántas veces os lo he dicho! Cuando miramos el sol y las estrellas, tenemos siempre la impresión de que son ellos los que se desplazan y que la tierra permanece inmóvil. Sí, la apariencia… Para descubrir la verdad, hay que buscar más allá de las apariencias; aquello que es considerado como provechoso y útil en el presente, es a menudo, en realidad, perjudicial para el futuro. Por eso los Iniciados no se guían por los mismos criterios de la masa ignorante, y a ellos es a quienes debemos seguir porque son los únicos que han comprendido las cosas. Así que, no malgastéis vuestra vida por nada del mundo, porque nada es tan valioso como la vida. Evidentemente, hay casos excepcionales en los que hubo hombres que dieron la vida para salvar a los demás, para defender ciertas ideas. Sí, sólo en estos casos tenemos derecho a sacrificar nuestra vida, si no, hay que conservarla.
Los profetas, los Iniciados que perdieron su vida por una idea, para la gloria de Dios, en realidad no perdieron nada, porque el Cielo les dio después una vida nueva, todavía más rica y más bella porque habían sacrificado su vida para el bien. No digo que haya que preservar absolutamente la vida, no; hay casos excepcionales… Pero, en general, el discípulo debe preservar, purificar e intensificar su propia vida, puesto que ella es la fuente, el depósito, el punto de partida de todos los demás desarrollos: intelectual, religioso, afectivo, estético, etc. Antes que nada está la vida, y en esta vida indistinta, indiferenciada, ya están depositados los gérmenes de todos los proyectos. Es exactamente como en la semilla. Sí, al principio está la vida, y después vienen la ciencia, la sabiduría, la luz. La vida no sabemos lo que es; es algo difícil de determinar, que no tiene ni forma ni color pero que contiene todas las posibilidades. Nadie puede prever todo lo que saldrá de esta vida, hay posibilidades infinitas…
Cuando digo que los humanos no se ocupan de la vida, que no trabajan para conservarla, podéis objetarme que no es cierto, que todos trabajan para prolongar la vida. Sí, para prolongarla, pero no para espiritualizarla, para purificarla, para iluminarla, para santificarla, para divinizarla. Quieren prolongar su vida para poder seguir saboreando los placeres que les envilecen. Esta cuestión no es tomada suficientemente en serio por los médicos, ni por los farmacéuticos. Si creéis que prolongan la vida de los humanos para que sea consagrada al servicio de la Divinidad o para el Reino de Dios… ¡en absoluto! Así pues, cuando digo que no se ocupan de la vida, tengo razón, no se ocupan de la verdadera vida. Cuando buscan el gozo, la belleza, el poder, la riqueza, la gloria, el conocimiento, los humanos lo hacen de una forma tal que estropean su vida. Hagan lo que hagan, se las arreglan siempre para despilfarrar vida.
Al ocuparse exclusivamente de embellecer su vida, de intensificarla, de consagrarla, de purificarla, de santificarla, los Iniciados trabajan ya para aumentar su inteligencia, su poder, su felicidad. Porque esta vida que es pura, que es armoniosa, que es celestial, se infiltra en otras regiones en las que actúa sobre muchas otras inteligencias y entidades que vienen después a inspirarle. Y vosotros también, trabajando solamente