La risa del sabio. Omraam Mikhaël Aïvanhov

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La risa del sabio - Omraam Mikhaël Aïvanhov

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que el Cielo está ahí para protegerles; no, está ahí sólo cuando ellos también lo están. El Cielo nos deja a veces expuestos a grandes peligros, y si no hemos tomado todas las precauciones necesarias, evidentemente, sucumbiremos.

      En circunstancias excepcionales, puede ocurrir que algunos seres sean protegidos. En estos casos, aunque inconscientemente corrían hacia su perdición, fueron salvados, porque un ángel en forma de intuición, de un presentimiento, les previno del peligro. Pero aquellos que tienen el privilegio de estar protegidos de esta manera, es debido a que, en el pasado, dieron muestras de una gran vigilancia.

      En realidad, ¡cuántas veces en vuestra vida habéis ya gozado de esta protección! En efecto, ¡de cuantos peligros, de los que no erais conscientes, habéis escapado! Pero no toméis este pretexto para dejar de lado la atención. Debéis mantener vuestra vigilancia en todos los terrenos. ¡Hay que tomar cada día tantas precauciones para que lo que os es útil, incluso indispensable, no se vuelva contra vosotros! Cerrar los grifos de agua y del gas, vigilar el fuego y la vela encendida y pensar en apagarlos, no dejar en medio objetos con los que vosotros u otras personas podríais tropezar...

      Estáis a punto de dormiros y no os acordáis si habéis cerrado con llave la puerta de vuestra casa. Os levantáis de la cama y vais a comprobarlo, porque no le corresponde al Cielo montar guardia a la entrada de vuestra casa, ni ocuparse de vuestros asuntos, sean los que sean. Os ha dado un cerebro, unos ojos, unas orejas, unos pies, unas manos y os dice: “Tenéis todos estos instrumentos, utilizarlos, y es esto lo que os protegerá. Cuando los utilicéis, unas entidades luminosas estarán también ahí para protegeros.”

      Pensáis que Dios vendrá a ocuparse de los negocios que habéis empezado y que no habéis acabado, de los errores que habéis cometido y que no habéis corregido, y que evidentemente cada vez los solucionará a favor vuestro. Pues bien, no; sois vosotros quienes debéis hacer lo necesario y no contar tanto con Él. Si ponéis un cubo debajo de una gotera, cuando llueva, hay alguna esperanza de que se llene de agua; pero si no lo ponéis, no esperéis que se llene. Si plantáis una semilla en la tierra, hay la esperanza de ver crecer una planta, pero si no sembráis nada, no esperéis nada.

      Diréis: “Pero esto es pueril, ya lo sabemos”. ¿Estáis tan seguros? No abrís vuestro corazón al agua divina y sin embargo esperáis que se llene. No sembráis pensamientos y sentimientos de amor, de generosidad, y esperáis vivir en paz y alegría. Cuando debéis tomar un objeto para dárselo a alguien, ¿acaso ponéis vuestra atención, vuestra conciencia en este gesto?... No, lo hacéis maquinalmente. Pues bien, a partir de ahora, poned atención en darle algo más, añadid un buen pensamiento, un buen sentimiento, un buen deseo para esta persona.

      Y tomemos el ejemplo de las parejas. Un hombre y una mujer se conocen, durante algún tiempo cada uno pone atención con el fin de complacer al otro. Pero el día en que obtienen lo que desean: vivir juntos, casarse, ya no se creen tan obligados a esforzarse, y se abandonan. Diréis que la vida diaria es tan absorbente, ¡hay tantas preocupaciones, obligaciones y cosas en las que pensar! Estoy de acuerdo. Pero al menos hay una solución: mantener una pequeña distancia. En efecto, incluso aunque vivan juntos, los hombres y las mujeres obtendrían ventaja si mantuvieran una cierta distancia para evitar caer en esta familiaridad vulgar que caracteriza la vida diaria cuando no se está vigilante.

      Es bueno que en una pareja cada uno conserve con respecto al otro un poco de secreto y de misterio, con el fin de mantener el interés, la curiosidad hacia algo nuevo, desconocido. Es lo desconocido lo que protege esta atracción que los seres humanos sienten entre sí, y es a menudo por falta de atención que pierden el amor. ¡Cuántas confidencias he recibido de hombres y de mujeres que se quejaban del desgaste de su amor! En efecto, con el tiempo, se vuelven descuidados, se olvidan las reglas elementales de la moderación, del pudor, de la estética.

      La atención conserva el amor, y también conserva la vida. Por tanto, prestad atención a todas las criaturas con las que os encontréis en vuestro camino, no sólo con los humanos sino también con las flores, las mariposas, los pájaros, las gotas de rocío. Este consejo, podéis aplicarlo igualmente a vuestro mundo interior. Las mariposas y los pájaros son las presencias de seres invisibles que pueden volar y cantar en vuestro interior. A veces, cuando abrís vuestra ventana por la mañana, sentís como si unos pájaros cantaran en vuestro interior, como si brillaran gotas de rocío sobre las flores y las hojas de vuestra alma. Poned atención a esta sensación, no dejéis que se desvanezca sin intentar retenerla por lo menos durante un instante.

      La vigilancia debe manifestarse en las cosas más pequeñas, incluso en vuestra manera de ordenar vuestra habitación, por la noche, antes de acostaros, porque seres angelicales pueden venir a visitaros durante la noche, y si ven vestidos y objetos fuera de sitio, no se sienten muy felices con este espectáculo y corréis el riesgo de que no vuelvan más. Arreglad cada noche vuestra morada como si debierais recibir invitados, amigos.

      5 Mirada al más allá, Col. Izvor n° 228, cap. XVI: “Los viajes del alma durante el sueño”.

      6 Nuestra piel espiritual, el aura, Folleto n° 309.

      7 La fe que mueve montañas, Col. Izvor n° 238, cap. XIII: “Rabota, vrémé, véra: el trabajo, el tiempo, la fe”.

      8 Mirada al más allá, Col. Izvor n° 228, cap. XV: “Protegerse durante el sueño”, y “En espíritu y en verdad”, Col. Izvor n° 235, cap. XII: “La imagen, simple soporte para la oración”.

      9 La vida psíquica: elementos y estructuras, Col. Izvor n° 222, cap. XIII: “El Yo superior”.

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