Curso de sociología general 2. Pierre Bourdieu
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Voy a responder a esa pregunta: creo que el espacio social, como espacio de los espacios, campo de los campos, es aún menos cerrado que cada uno de los campos. Es precisamente una suerte de lugar de todos los campos sociales. Y resulta difícil de pensar por muchas razones. Como repito todo el tiempo (pero creo que en este caso la repetición no es inútil), así como Bachelard hablaba de psicoanálisis del espíritu científico con referencia a las ciencias de la naturaleza,[22] a cada instante habría que hablar de psicoanálisis del espíritu científico con referencia a las ciencias del hombre. Si la terapia psicoanalítica es larga y ardua y –pese a mis declaraciones del comienzo– es verdad que la sociología no es una ciencia como las demás, se debe en gran parte a que ese psicoanálisis es tremendamente difícil.
Todos tenemos una filosofía del espacio social que nos costaría mucho enunciar en un discurso. Si repartiera entre ustedes unas cuartillas y les dijera “díganme qué entienden por sociedad”, ustedes se sentirían muy molestos o harían disertaciones, y sin duda ya las habrán hecho sobre este tipo de tema. Dicho esto, en expresiones comunes, en decisiones corrientes, en las decisiones científicas que toman los sociólogos al construir el objeto de una manera o de otra, en frases del tipo “la sociedad francesa, etc.”, no dejamos de involucrar y traer a escena una filosofía del mundo social. Esta filosofía también tiene su coherencia y no es lo que era ciento cincuenta años atrás. Nuestra filosofía del mundo social está ligada al estado del mundo social, pero creo que uno de los obstáculos al pensamiento [científico] de ese mundo, a su construcción adecuada, es la filosofía del mundo social de tipo arquitectónico que, con sus infraestructuras, sus superestructuras, sus instancias y demás, el marxismo refuerza formidablemente. En otras palabras, sobre el mundo social tenemos prenociones, como decía Durkheim,[23] esquemas espontáneos que la visión científica del mundo social de las generaciones anteriores constituye y refuerza. Si la cuestión que acabo de plantear acerca del espacio de los espacios, el campo de los campos, es difícil, se debe en gran parte a que hace ruido en estructuras de nuestro inconsciente social, que tiende a representar el mundo social como una casa en la cual hay cimientos (la infraestructura) y superestructuras. Entonces, el mundo social se concibe como algo bien estructurado, que puede dibujarse: la sociedad es como una pirámide con una élite necesariamente más pequeña que una “base” (el vocabulario está lleno de filosofía social…) más amplia. Es también algo que está terminado, cerrado, es un conjunto de individuos, lo cual carece por completo de sentido.
La noción de campo pone todo esto en tela de juicio. Ya es un poco mejor hablar (como se hizo mucho durante los años sesenta, en el período estructuralista) de un “sistema de sistemas”, un “sistema de estructuras”, una “estructura de estructuras”. Pero en ese entonces la pregunta era cómo “articular” las estructuras (con la metáfora de las “articulaciones”, el “cuerpo”, no estamos lejos de una forma de organicismo); cuando se habla del “sistema de sistemas”, se supone una cabeza, pies, se encuentra una infraestructura, una superestructura, etc. Está muy bien visto –y se incluye en las disertaciones– que Bachelard diga que hay una polémica de la razón científica;[24] pero si empiezo a llevar un poco más lejos el análisis y a hacerlos sufrir, voy a parecerles malvado. Por lo tanto, prefiero dejar que ustedes mismos continúen su autoanálisis y el análisis de su propia representación del mundo social. Si los divierte, un muy lindo ejercicio consiste en tomar una hoja de papel y preguntarse cómo van a dibujar el mundo social. Les recomiendo hacerlo; pero ahora, como ya dije, ¡no van a hacer más pirámides! [risas en el auditorio].
Decir “espacio de los espacios” significa que hay un universo de espacios cuyas fronteras no se conocen muy bien –lo cual es penoso: nos encanta trazar líneas que delimiten, cada cosa en su lugar–, ni se sabe cómo están jerarquizadas, dado que a cada instante se desplaza la jerarquía. Una propiedad de esos subespacios es precisamente la de luchar por su posición en el espacio. Puede pensarse en cosas fabricadas por los artistas: móviles que se desplazan con mucha suavidad, por una suerte de deslizamiento imperceptible (cuando nos damos cuenta, ya ha pasado) o, a veces, mediante cambios bruscos de posición.[25] Pero es algo que está abierto, que no se define en el instante ni en su evolución, lo cual es también algo muy importante: entre los diversos fantasmas sociales que tomamos de la cultura ambiente, está también la idea de que hay un sentido, que la cosa va hacia alguna parte, que está orientada. También retomo esta cuestión: decir que ese universo no es finito, que no está definido (y que construirlo es plantear cuestiones definitorias pero que solo reciben su contenido de la confrontación con lo real) es poner en tela de juicio un conjunto de cosas tranquilizadoras sobre las cuales se basan las operaciones científicas corrientes.
En el ejemplo que mencionaré dentro de un momento, verán que esos problemas se plantean de la manera más concreta del mundo, pero, también aquí, todas las operaciones de la investigación científica llevan a resolverlos sin plantearlos: si soy sociólogo empírico, necesito una población y por tanto hay que definirla; si estudio a los profesores, ¿a qué se llama “profesor”? Todas las operaciones científicas me ordenan volver a una tendencia corriente que lleva a pensar en [términos de] límites. Me detengo aquí, pero también habría que pensar en la noción de “en última instancia”,[26] que es una magnífica noción metafísica; todo lo que acabo de denunciar se resume mediante la expresión “en última instancia”: decir que el campo de los campos es abierto quiere decir que[, para poder decir] el “en última instancia”, habrá que esperar mucho.
La estructura de distribución del capital específico
Voy un poquito más lejos. Los campos son espacios. Sus lógicas tienen invariantes; pero aquellos se definen tanto por sus variaciones, sus singularidades, sus especificidades, como por sus invariantes. Esas variaciones están ligadas a coyunturas históricas y, en especial, al estado de las relaciones, en determinado momento, entre los diferentes campos (que, en cierta medida, rige las relaciones dentro de cada campo). Ustedes me dirán que aquí hago intervenir una noción de “campo de los campos”; pero recordar que en cada momento la noción de autonomía relativa implica que los otros campos actúen sobre cada campo en cierta medida –que es necesario medir– de ningún modo es plantear que en cada momento hay una suerte de integral ideal de todos los campos que yo pueda calcular.
Por ende, hay propiedades invariantes de todos los campos, y el principio invariante de todos ellos es que la estructuración de cada campo se define por la distribución de lo que llamo “capital específico”, el cual –como aclararé en las próximas clases– define la fuerza en el espacio considerado. Cada uno de esos espacios tiene la propiedad de definir las condiciones de eficacia de la acción que quiere ejercerse en ese campo. Por ejemplo, “que nadie entre aquí si no es geómetra”[27] es una frase de campo. Quiere decir que, para entrar aquí, hay que saber geometría: es una definición del campo matemático que se define por la imposición, en cierto momento, de un derecho de entrada; si quieren suscitar una polémica, ustedes no pueden decir “el teorema de Schwarz[28] es de derecha”, mientras que en sociología pueden decir, con posibilidades de que los escuchen, “el análisis que acaba de hacer Bourdieu es de derecha”: ahí tienen una diferencia entre dos campos. Así, cada campo tiende a definir el derecho de entrada, es decir, las propiedades que debe poseer quien entra para producir efectos en el campo. Sin esas propiedades, puede