La forja de un escritor (1943-1952)). Camilo José Cela

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La forja de un escritor (1943-1952)) - Camilo José Cela Cuadernos de Obra Fundamental

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       IGUAL QUE UN PEQUEÑO MATISSE

       LA CASA DE GOYA

       SOBRE LOS APRENDICES DEL OFICIO DE ESCRITOR

       SOBRE EL GÉNERO EPISTOLAR

       ELOGIO DEL MIRÓN

       LA PINTURA Y OTRAS ARTES

       DOS CUADROS DE RICARDO ARREDONDO

       CON MOTIVO DE LA CLAUSURA DE UNA EXPOSICIÓN

       LA DIARIA INVENCIÓN EN LA PINTURA EN CABANAS

       EL ALMA DE MADRID EN 34 ACUARELAS

       TODOS LOS AÑOS, EDUARDO VICENTE

       UN PINTOR GALLEGO

       UN MÚSICO

       EL PINTOR

       ELOGIO DE LA FOTOGRAFÍA

       UN ARTÍCULO DE CINE

       UN PINTOR GALLEGO UNIVERSAL

       PALABRAS Y MÁS PALABRAS SOBRE EL PROBLEMA DE LA ESCASEZ DE ESTUDIOS

       CRISTINO MALLO, EL CREADOR DE MUNDOS

       VÁZQUEZ DÍAZ, EL INFATIGABLE

       EDUARDO VICENTE ES UN HOMBRE SINCERO

       ISAAC DÍAZ PARDO, GARZÓN GENIAL

      CAMILO JOSÉ CELA CONDE

      PRÓLOGO QUE NO LO ES

      Las enciclopedias lo dicen. Camilo José Cela (CJC) publicó en el año 1942 la novela La familia de Pascual Duarte convirtiéndose de golpe en el autor de referencia en una época en la que, por razones harto conocidas, la literatura española pasaba por uno de sus momentos peores.

      La frase anterior podría haber salido, ya digo, de cualquiera de los manuales al uso acerca de la historia de la novela de nuestro país. Pero quizá este prólogo que no lo es, y que antecede a la recopilación hecha por el profesor Sotelo de los artículos publicados por CJC en la década que siguió a su primera y más crucial novela, pueda añadir algunas pinceladas a lo que es carne de diccionario. Porque, como quizá los lectores hayan ya sospechado, CJC supone para mí algo muy diferente a lo que la sabiduría de Adolfo Sotelo ha recogido y anotado. Camilo José Cela era mi padre.

      Nací cuatro años después de que La familia de Pascual Duarte saliera a la luz. Eso explica por qué mis tíos, después de que mis padres me bautizasen con el mismo nombre que el del escritor, me hayan llamado siempre Pascual. Pero también es fácil entender que tardé mucho tiempo en darme cuenta de lo que significaba ser hijo del autor de esa novela. Tanto como el que transcurrió hasta que, yendo al colegio, me tropecé con la sorpresa de averiguar que los padres de mis compañeros eran médicos, abogados, comerciantes o empleados de la Banca. Profesiones todas ellas que aseguran una nómina, mayor o menor, a fin de mes.

      La primera novela de mi padre fue lo que se dice un éxito de crítica y público —con las excepciones ya sabidas—, pero no garantizaba el que la familia pudiese vivir ni con mucha ni con poca comodidad. Tampoco su segunda obra, Pabellón de reposo —la crónica de su paso por el sanatorio para tuberculosos de Hoyo de Manzanares, en Madrid—, supuso ninguna garantía de supervivencia. Era la profesión de articulista de mi padre, completada con los bolos en forma de conferencia que, de vez en cuando, se presentaban, la que llevaba unos duros (pocos) con los que sobrevivir en el día a día tremendo de la posguerra española. Las cartas de mis padres que conservo, las notas breves y las simples anotaciones en un trozo de cuartilla que CJC mandaba a menudo a Charo, mi madre, ponen de manifiesto tanto la penuria familiar de aquellos años como los senderos más bien azarosos que llevaban a que en diarios como Arriba y La Vanguardia o en revistas como Ínsula y Correo Literario saliese de vez en cuando un artículo de CJC.

      Mi primo Eduardo Riestra ha llamado en alguna que otra ocasión «obra alimenticia» a la que permitía a escritores como CJC o a cineastas como Buñuel sobrevivir. Se trata de un hallazgo espléndido porque, salvo algún empleo de medio pelo y escaso recorrido, mi padre no tuvo a lo largo de su bien extensa carrera otra forma de vida que la de la literatura. Pero además de ese beneficio directo la obra alimenticia esconde claves de lo más cruciales para entender cómo eran esos años hoy olvidados y que convendría rememorar aunque solo fuese a título de vacuna preventiva.

      Los artículos de CJC de la década que cubre este libro son el mejor retrato que hay del primer Cela, desde luego, pero también de lo que mi padre pensaba de la literatura, el arte, el paisaje y, en general, la España de entonces. Leyéndolos con cuidado a lo mejor descubrimos en ellos alguna pincelada de lo que somos nosotros ahora. Para bien o para mal, que todo cabe.

      C. J. C. C.

      ADOLFO SOTELO VÁZQUEZ

      LA FORJA DE UN ESCRITOR (1943-1952)

      «A los escritores nos pasa igual que a los avaros sin memoria, que no saben los exactos brillos de su riqueza —o de su calderilla— hasta que la cuentan y la recuentan.»

      Camilo José Cela, 1965

      I

      En 1962 se imprime el primer tomo de la Obra completa de Camilo José Cela. Las ediciones Destino de Barcelona son las que impulsan esa tarea inacabada, que finalizaría en el año 1986. Melchor Fernández Almagro advertía en La Vanguardia (19 de junio de 1963) que los tomos serían numerosos porque CJC era autor de una infinidad de «trabajos menores, ensayos y artículos».

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