Mujeres y negocios. Andrea Linardi

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algunos pilares fundamentales para examinar por qué las mujeres no han llegado aún a la cima en igual proporción que los hombres en sus respectivos ámbitos laborales, intentando brindar una explicación de carácter abarcativo al respecto.

      Particularidades del hombre y de la mujer

      Partamos por diferenciar las categorías sexo y género. El primero es dado de manera biológica dividiendo a la población en hombres y mujeres. Mientras que el género corresponde a una construcción social sobre las expectativas, características y comportamientos que se esperan y ejercen. En pocas palabras, el género refiere a las diferencias psicológicas, sociales y culturales de los individuos.

      Las características, predisposiciones y cualidades de las personas en muchas ocasiones, la gran mayoría, aún hoy siguen marcando las bases y pautas para ser referenciadas y contratadas para ocupar un puesto o ejercer un rol dentro de las empresas y organizaciones en búsquedas de líderes gerenciales. Es por eso que entender cuáles son las cualidades que se les atribuyen a los distintos géneros nos permitirá entender cuál es la situación de ellos en el mundo gerencial.

      Mucho se escucha sobre algunos de los rasgos que caracterizan al hombre en las organizaciones, considerándolo como la mejor opción para liderar. Algunas de sus facetas, tales como la ambición, el cinismo, el autoritarismo, su alto nivel de competencia, la soberbia, la falta de escucha y su gran capacidad en la toma de decisiones efectivas, suelen identificarlo.

      Francoise Contreras Torres estudia a la mujer en su función de líder describiéndola como insuficiente en lo que concierne a las habilidades de toma de decisión o a la competencia agresiva necesaria para triunfar en los negocios, ya que son percibidas como demasiado emocionales (Torres, 2012).

      A su vez, podemos decir que hay un acuerdo tácito por el cual se le atribuyen a las mujeres como propias las habilidades blandas, como la empatía, la tendencia al compromiso y la inclusión de otras voces en el momento de tomar decisiones. Si bien hoy estas características tienen una mayor relevancia a la hora de ejercer el liderazgo gerencial, las mujeres siguen siendo percibidas como más sensibles y débiles, a diferencia de sus pares masculinos.

      En este sentido, las mujeres estarían facilitando las relaciones interpersonales, serían más afectivas, emocionales y sensibles, mientras que los hombres acudirían más al control, a la agresividad, a la dominación, a la ambición y al individualismo (Torres, 2012). Además, llegado el momento de resolver problemas complejos, mientras que los hombres utilizan el razonamiento, las mujeres recurren más al uso de estrategias verbales.

      Llegado el momento de resolver problemas complejos, mientras que los hombres utilizan el razonamiento, las mujeres recurren más al uso de estrategias verbales.

      Por otra parte, a la mujer se la suele asociar a la familia, lo que conlleva pensar que no está preparada para enfrentar el desafío que plantea la contraposición de la conjugación familia-trabajo. Si consideramos que ser mujer implica tener hijos y/o una familia de la que ocuparse, entonces las responsabilidades que se suman al ocupar un puesto gerencial parecieran obnubilar la eficacia que debiera ser el fin último de las acciones que se toman en una empresa.

      Es importante destacar esas diferencias y entender que ellas no son más que estereotipos que delinean la visión que la sociedad tiene sobre la eficiencia de los líderes. Ahora bien, la pregunta sería: ¿cómo afecta o limita la visión de estos estereotipos al rol de las mujeres en los puestos gerenciales?

      Algunas de las consecuencias más contundentes son las prácticas que se aplican en las organizaciones para limitar el avance de la mujer en el campo profesional. Estas prácticas terminan moldeando la comunicación que las líderes femeninas eligen por el mero hecho de buscar encajar con los estándares que la sociedad impone para el estereotipo de líder gerencial, dejando a un lado su verdadero estilo personal.

      Estos roles hombre-mujer toman mayor relevancia en el momento tan especial que estamos viviendo. La pandemia también nos ha enseñado sobre este punto. Como ya adelantamos en nuestro prólogo, la consultora McKinsey junto con Lean In (2020) detecta en sus estudios que más del 70% de los hombres declara compartir equitativamente las responsabilidades del hogar con su pareja durante la pandemia, mientras que solo el 40% de las mujeres coincide con esa percepción.

      Durante el Covid, más del 70% de los hombres declara compartir equitativamente las responsabilidades del hogar con su pareja durante la pandemia, mientras que solo el 40% de ellas coincide con esa percepción.

      Esto tiene consecuencias en el estado físico-emocional de las mujeres, impactando en su vida personal y profesional. El 54% de las mujeres en funciones directivas declara estar exhausta y el 39% quemadas, mientras que solo el 41% y el 29%, respectivamente, de los hombres sienten de igual modo (McKinsey & Lean In, 2020). La pandemia en la cual estamos inmersos ha damnificado más a las mujeres que a los hombres, tanto en el ámbito personal como en el profesional.

      Teorías sociales de limitación de comportamiento

      Para avanzar en la reflexión, es importante revisar de manera sintética cuáles son algunas de las teorías que buscan describir el impedimento de las mujeres para alcanzar altas posiciones en las compañías. Es decir, cuáles son las barreras del liderazgo femenino.

      Son numerosos los estudios con relación al género y las inferencias que estas aportan para comprender la situación de empoderamiento, o a su falta, de las líderes femeninas. La principal función de estas explicaciones es contribuir al entendimiento de los prejuicios sociales y a la evaluación que se da a estos en lo que a las habilidades de las mujeres respecta.

      Existen limitaciones que trascienden el desempeño laboral de las mujeres en sus espacios laborales, y encuentran su respaldo en hechos ineludibless, como la percepción social. Esto nos da la pauta de que en la actualidad la líder mujer no solo debe vencer los obstáculos comunes para todo el que se encuentre en una misma posición de poder, sino que debe enfrentar un doble desafío al encontrarse obligada a deconstruir prejuicios sociales y valores arcaicos que pretenden dictar cuál debería ser su comportamiento en el ámbito laboral.

      Estos prejuicios, entendidos como construcciones culturales de género, se basan en valores y principios excluyentes que edifican un modelo o estereotipo tanto de hombres como de mujeres; es decir, roles.

      Es importante conocer y reflexionar para entender la cuestión en un doble sentido: en primer lugar, cómo estas limitaciones establecidas por la sociedad implican fenómenos de percepción para la aceptación o rechazo de las prácticas comunicativas de las líderes femeninas, y en segundo lugar para comprender cómo afectan esas mismas limitaciones en un plano más personal, influyendo en la autopercepción de la líder femenina.

      El estudio realizado por Berbel Sánchez se enfocó en analizar cómo las perspectivas sociológicas impactan de manera directa en el desempeño de las líderes mujeres (2014).

      • Se entiende por techo de cristal a las limitaciones generadas por los estereotipos sociales. Corresponde a las barreras no explícitas que impiden a las mujeres acceder a ciertos cargos directivos y constituyen un obstáculo que les impide ejercer roles de liderazgo. Estos obstáculos se basan en las expectativas sociales que son depositadas en la mujer y perjudican su acceso a puestos de liderazgo.

      • Es decir, al momento de otorgarle un puesto de alta responsabilidad, todas las características que no se correspondan con el estereotipo masculino pueden ser un limitante para el acceso de las mujeres.

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