El Valer de los valores. Horacio Bolaños
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Alguien dice no hay problema ético si seguimos la ley de Dios. Pero ¿existe algo tal como Dios? ¿Dios creó al hombre o el hombre creó a Dios? ¿Es posible conocerlo? Y asumiendo su existencia, que no es fácil de probar filosóficamente, ¿cómo se comunica con su creación? ¿Cómo administra la libertad propia y la de la humanidad? ¿Para qué creó todo, por narcisismo, para ser adorado, por bondad? Aquí entramos en uno de los más fascinantes campos, que es el de la teología, que no es solo campo de las religiones.
A lo largo de la historia de la filosofía, surgieron pensadores que intentaron construir un sistema que diera respuestas coherentes entre sí a los interrogantes anteriores, como por ejemplo: Platón, Aristóteles, Tomás de Aquino, Nicolás de Cusa, Descartes, Hume, Kant, Hegel, entre otros. Junto con las respuestas de las religiones, esos intentos son considerados en la actualidad como los “grandes relatos”, que son vanos intentos por encerrar a la compleja realidad en círculos cerrados montados sobre supuestos cuestionables. La tendencia predominante a partir de la segunda mitad del siglo XX es la de atribuir a la filosofía la función de criticar (o falsear, como diría Popper) las posibles respuestas a los problemas o interrogantes planteados.
Antes de continuar con el tema de la ética –ya que de ese tipo de problemas se trata este trabajo–, una última aclaración me parece oportuna: la diferencia entre ética y moral.
En el campo académico, la distinción es clara, más allá que la etimología de ambas palabras suele llevar a confusión.
La moral es la resultante de prácticas y convenciones sociales con que un determinado conglomerado de personas ha acordado convivir. Las morales son particulares y generalmente están asociadas a las grandes religiones: católica, judaica, musulmana, hinduista, entre otras. También se habla de la moral griega, romana, medieval, victoriana o posmoderna. Pero siempre alude a las convenciones de convivencia y de especificación sobre lo que está bien o está mal para esa comunidad, independientemente de la manera en que fundamenten el origen de dichas prácticas.
El fenómeno de esas costumbres suele ser estudiado desde dos puntos de vista, uno el antropológico y el otro ético.
La ética, precisamente, es la reflexión sistemática y crítica sobre las prácticas morales en general. De allí que se plantea interrogantes como los ya mencionados y otros que trato de sintetizar a continuación:
Tabla 3
DISTINCIÓN ENTRE REFLEXIÓN MORAL Y ÉTICA FILOSÓFICA13 | |||
NIVEL DE ANÁLISIS | CAMPO DE APLICACIÓN | TIPO DE PREGUNTAS | |
DESCRIPTIVO | HistoriaAntropologíaSociología | ¿Por qué una comunidad o sociedad llegó a adoptar las normas y pautas que posee?¿En qué se parecen o diferencian con las de otras sociedades?¿Cuál es la estructura de los mitos o creencias y su relación con las estructuras familiares y/o de producción? | |
REFLEXIVO(ético) | REFLEXIÓNMORAL | Sobrecontenidos | ¿Qué mandan?¿A quién obligan?¿En qué circunstancias? |
REFLEXIÓNNORMATIVA | Sobre losfundamentos | ¿Por qué me obligan?¿En qué se basan?¿Todos los mandatos obligan por igual?¿Cómo es o debería ser el sujeto moral?¿Cuáles son las condiciones de posibilidad para que un un mandato tenga validez universal? | |
REFLEXIÓNMETAÉTICA | Sobre los juiciosque expresanlos mandatos | ¿Cómo es el lenguaje moral?¿Cuál es la estructura del juicio moral?¿Es posible clasificar los juicios morales? ¿Cómo?¿Qué requisitos formales debe cumplir el enunciado de una norma moral para que tenga validez?¿Es posible un lenguaje formal lógico para tratar los problemas morales? Si lo es, ¿cómo debe ser ese lenguaje? |
c) Tradiciones éticas
Cada época o cultura ha brindado con mayor o menor éxito respuestas al tipo de preguntas que resume el cuadro precedente. Se reconocen cuatro escuelas como las más significativas: aristotélica, utilitarista (o de las consecuencias) kantiana y dialógica (o comunicativa). A continuación, trataré de caracterizar a cada una de ellas porque la tendencia actual es ver una complementariedad entre esas propuestas.
(i) La moral del arquero
Aristóteles, en su libro Ética a Nicómaco, sostiene que actúa moralmente quien elige los medios más adecuados para alcanzar la felicidad, entendida como autorrealización. Los antiguos griegos utilizaban la palabra eudaimonía para referirse a la felicidad.
La ética aristotélica, teleológica o del propósito sostiene que todas las acciones de los seres vivos tienden a un fin, de allí la denominación alternativa de teleológica (del griego telos, es decir, finalidad).
Cabe recordar que Aristóteles desarrolló un sistema cerrado, jerárquico y ordenado a un fin último, que es el que da sentido o razón de ser de todas las cosas, incluidos los seres humanos. Aquello que distingue al ser humano de otros vivientes es la razón; por lo tanto, la vida de las personas debe consistir en vivir conforme a la razón. Pero se trata de una razón que regule todos los actos del ser humano para conseguir la perfección que le corresponde y que apunte hacia el fin último.
Aristóteles se pregunta e indaga sobre la posibilidad de la existencia de un bien que consista en el fin orientador de la vida humana “a la manera de los arqueros, que apuntan a un blanco bien señalado”.
Ese fin último es el Bien Supremo. Por eso, cada sustancia tiene su propio ser y, por lo tanto, le corresponde su propio bien, que es la realización plena de su perfección. En consecuencia, el fin del ser humano debe consistir en realizarse a través del ejercicio de las virtudes, entre las cuales se destaca la prudencia. ¿Y quién es prudente? El que obra teniendo en cuenta el futuro más que el presente, el que busca el término medio entre las pasiones extremas. Los vicios y las virtudes no son pasiones, sino hábitos; y la razón es la que nos hace comprender que las virtudes generan más placer que los vicios, ya que son permanentes y perfectibles.
El bien, para el ser humano aristotélico, debe:
ser perfecto, definitivo, suficiente por sí mismo.
buscarse en sí mismo y no en orden a conseguir otro bien.
ser una cosa presente; no consiste en la simple potencia, aptitud o capacidad para adquirir el bien.
hacer bueno al ser humano.
al poseerlo, tener fijeza, estabilidad y continuidad a lo largo de la vida. Por esto se rechaza al placer sensual, la riqueza o la gloria como bienes.
Sin perder de vista la diferencia entre una visión pagana y filosófica y una teológica, las ideas centrales de una moral del propósito fueron adaptadas por la mente brillante de Santo Tomás de Aquino y extiende su influencia hasta nuestros días.
La crítica a esta escuela es que depende de aceptar la hipótesis discutible de un cosmos ordenado, regido por una voluntad o Dios, “fuente de toda razón y justicia”.
Antes de abordar la caracterización de la segunda tradición moral, no puedo dejar de mencionar al estoicismo, escuela desarrollada alrededor de las propuestas del pensador romano Epicteto. Séneca fue su divulgador principal.
Nacida esta corriente de pensamiento durante el primer siglo de nuestra era, en plena expansión del Imperio romano, fue la moral conveniente para la clase dirigente que debió gobernar múltiples culturas, prácticas