¿Está en Netflix?. Florencia Delgado

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¿Está en Netflix? - Florencia Delgado

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para disfrutar de los relatos previsibles porque durante miles de años (desde las tragedias griegas hasta las leyendas vernáculas) estos se han ido contando sobre la base de ciertas certezas y repeticiones. Además, el hecho de trasmitirlos oralmente o por escrito siempre sugería un pasaje de información, una anáfora en el relato y oírlo más de una vez. Sin embargo, eso no implicaba no querer verlos o escucharlos, por el contrario, desde el principio de los tiempos el ser humano ha sentido placer por oír relatos.

      Lo que sugiere esta investigación es que la falta de sorpresa para quienes sabían la trama fue parte del placer. Es decir que, cuando el suspenso está contenido en una fórmula y no tenemos que preocuparnos por la muerte del protagonista o el asesinato de alguien, nos relajamos y disfrutamos más de la experiencia, sin estar atados al “dato”, punto de giro o qué va a pasar.

      Del mismo modo, solo porque sepamos el final o el clímax no significa que no consigamos asombrarnos, incluso si hacemos trampa y vemos la parte final de un buen thriller, todavía queda la expectativa de cómo se llega allí. Tal vez, hemos sobrevalorado el placer del impacto final a expensas de esos “pequeños asombros” que ofrece el camino narrativo. Sin ir más lejos, cada género cinematográfico es un spoiler en sí mismo y no por eso dejamos de ir al cine. Constantemente existe una antesala en lo que vamos a ver y habrá que practicar lo que señala la canción de Jorge Drexler: “amar la trama (más) o igual que el desenlace”.

      Completando el lío, los directores de estas experiencias (Christenfeld y Leavitt) especulan con que saber el final podría incluso aumentar la tensión narrativa: “conocer el final de Edipo, por ejemplo, puede aumentar la tensión placentera dada por la disparidad de conocimiento entre el lector omnisciente y el personaje marchando hacia su destino”. Dicho de otra forma, nosotros sabemos la resolución de la tragedia griega, pero el personaje no, por lo tanto, la incertidumbre irá en aumento y la emoción del relato estará puesta en cómo el personaje llega a ese final.

      Uno de los directores que al parecer está de acuerdo con estos científicos es el maestro del suspenso Alfred Hitchcock. Aun cuando este género sea el que más necesite salvaguardar los datos claves de una historia, el director decía lo siguiente sobre su creación en una entrevista con François Truffaut (que se encuentra en el libro El cine según Hitchcock): “La diferencia entre el suspense y la sorpresa es muy simple. […] Nosotros estamos hablando, acaso hay una bomba debajo de esta mesa y nuestra conversación es muy anodina, no sucede nada especial y de repente: bum, explosión. […] Examinemos ahora el suspense. La bomba está debajo de la mesa y el público lo sabe, probablemente porque ha visto que el anarquista la ponía. El público sabe que la bomba estallará a la una y sabe que es la una menos cuarto (hay un reloj en el decorado); la misma conversación anodina se vuelve de repente muy interesante porque el público participa en la escena. […] En el primer caso, se han ofrecido al público quince segundos de sorpresa en el momento de la explosión. En el segundo caso, le hemos ofrecido quince minutos de suspense”. Con este ejemplo ilustrativo, el gran Hitchcock expone al director francés cuán natural es hacer del lenguaje cinematográfico una herramienta para transmitir emociones, mediante el cambio de un pequeño detalle. En este caso ese pequeño “pormenor” parece una maniobra que se asemeja a un spoiler, donde un punto de giro es revelado anticipadamente para aumentar la tensión.

      Las técnicas de Hitchcock para guiar el desarrollo argumental se basan en la planificación de lenguaje mediante las imágenes e información que recibe el espectador, pero no todas ocultan información o hacen elipsis. En muchas de sus películas Hitchcock decide premeditadamente brindar datos al público, para colocarlo en una posición privilegiada respecto a la de los protagonistas y lo que les vaya a suceder. Por ejemplo, en El hombre que sabía demasiado (1934-1956), no se preocupe que leyó bien, hay dos años diferentes, pasa que a Hitchcock le gustaba tanto este guion que filmó la película dos veces. En este filme, el espectador sabe de antemano que en el momento de la actuación de la orquesta, mientras el músico hace chocar los platillos, el asesino disparará contra su víctima para pasar desapercibido con el estruendo y lograr su objetivo de forma impune. Esta utilización del recurso sonoro anticipando la acción previa con los músicos, se convierte en la tensa espera de un clímax que está por explotar. De esta manera, la antelación amplifica el disfrute.

      No obstante y a favor del club antispoiler, existen muchas películas que sí necesitan que se resguarden datos claves, porque son importantes en la cuota de intensidad. De hecho, hay una anécdota con Psicosis en un diario de la Argentina donde los directores del Teatro Austral sacan una solicitada en 1960 pidiendo que “por favor no cuente a sus relaciones y amigos el final de Psicosis, se lo agradecerán ellos y nosotros”. Evidentemente, ya en esa época hubo espectadores enojados que concurrieron a la sala a reclamar por sus derechos inalienables de ¡ALERTA! ¡AVISO DE SPOILER!

      Esta es la frase que hace un tiempo se instauró cuando leemos alguna crítica de cine, vemos avances de alguna serie o nos encontramos con una publicación en una red social. La expresión significa una advertencia que protege a los espectadores que no quieren saber datos con anterioridad, porque de esta manera su interés cinéfilo o seriero se vería afectado.

      Cabe mencionar que la dinámica digital ha puesto todo este asunto en un peligro inminente, porque la información y los anuncios circulan harto por todos los frentes. Lo que antes era el vecino del barrio chismeando que la madre de Norman estaba muerta, ahora son las redes sociales e internet que se han convertido en un campo minado para los que esperan (casi ingenuamente) llegar a ver una producción audiovisual sin antes contaminarse de información. Al parecer se vuelve una tarea frenética esquivar toda la artillería online, mientras apretamos los ojos y ponemos play, antes que algún pandemónium aparezca. Por ello, la iglesia antispoilers tiene sus recomendaciones al respecto. Por ejemplo, si ustedes quieren llegar lo menos contaminados posible es conveniente que no naveguen por internet los días previos, también silenciar las palabras claves sobre la serie o película y comentarios en redes, no ver los avances, no cliquear en los hashtag, etcétera. La recomendación es que, si todo esto les parece muy engorroso y no pueden llegar a taparse los oídos cada vez que escuchen algo, empiecen a aflojar un poco.

      Y para contribuir con ese relajo ocular, vamos a recordar algunas películas de culto que a base de repetir el spoiler o saber una información determinante dejaron de serlo y, definitivamente, los espectadores las ven igual porque son obras maestras del cine. Algunas son:

      El club de la pelea (1999): en esta película de David Fincher, un oficinista insomne, cansado de la rutina y su vida, se cruza con un vendedor bastante particular. Ambos crean un club de lucha clandestino como forma de terapia y, de a poco, la organización crece mientras sus objetivos toman otro rumbo. Sin embargo, al final de la película se descubre que el personaje interpretado por Brad Pitt no existe, porque Edward Norton y él son la misma persona. Sobre este film se han hecho memes, chistes e infinidades de posteos que son un spoiler tras otro.

      Los otros (2001): tras la Segunda Guerra Mundial el marido de Grace (Nicole Kidman) no vuelve. La señora se encuentra sola con sus hijos en un aislado caserón victoriano de la isla de Jersey, qué conveniente para la trama, ¿no? Los niños sufren una extraña enfermedad: no pueden recibir directamente la luz del día. Tres nuevos sirvientes se incorporan a la vida familiar y deben aprender las dos reglas vitales: la casa estará siempre en penumbra y nunca se abrirá una puerta si no se ha cerrado la anterior. Bueno, ya deben intuir lo que pasa, no solo el personaje principal está muerto, sino todos los protagonistas lo están desde el principio del filme.

      Seven (1995): otra obra maestra de Fincher donde el veterano teniente Somerset (Morgan Freeman) está a punto de jubilarse y ser reemplazado por el detective de homicidios David Mills (Brad Pitt). Los dos tendrán que colaborar en la resolución de una serie de asesinatos cometidos por un psicópata que toma como fuente de inspiración los siete pecados capitales. Los cuerpos de las víctimas se convertirán en un enigma que les obligará a viajar al horror

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