El libro tibetano de los muertos. Padmasambhava
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“He aquí ahora la señal de que el elemento tierra se transforma en elemento agua, el elemento agua en elemento fuego, el elemento fuego en elemento aire, y el elemento aire en conciencia.”
Cuando la secuencia de los síntomas se ha completado de este modo, se le exhorta a una actitud abierta al espíritu del despertar:
“Noble hijo (o si fuera un Maestro, ‘Venerable Señor’), ¡no dejes que se distraiga tu pensamiento!”
Si el moribundo fuese un hermano espiritual o cualquier otra persona, se le llama por su nombre, diciéndole:
“Oh hijo de noble familia (Nombre del Difunto), escucha, ahora sufres la radiación de la Clara Luz de Pura Realidad. Reconócela. Tu conocimiento presente, en realidad vacío, sin característica y sin color, vacío de naturaleza, es la Verdadera Realidad, la Bondad Universal. Tu inteligencia, cuya verdadera naturaleza es el vacío, que no debe ser mirado como el vacío de la nada sino como la inteligencia misma, sin trabas, brillante, universal y feliz, es la conciencia misma: el Buda universal bueno. Tu propia conciencia no formada, en modo alguno, en realidad vacía y la inteligencia brillante y gozosa son inseparables. Su unión es el Dharma-Kaya13; el estado de perfecta iluminación. Tu propia conciencia, brillante, vacía e inseparable del Gran Cuerpo de Esplendor no tiene ni nacimiento ni muerte y es la inmutable Luz Amitaba Buda14. Este Conocimiento basta. Reconocer el vacío de tu propia inteligencia como el estado de Buda y considerarle como tu propia conciencia es continuar en el espíritu divino de Buda.”
Se pronuncia esto muy claramente al oído del muerto y se le ayuda a recordar sus ejercicios pasados para que no se distraiga ni un solo instante.
Visión penetrante de la luz fundamental
La visión penetrante es un conocimiento inmediato, es decir, sin intermediarios. Es, por tanto, intuitiva. La visión penetrante fundamental permite al muerto comprender que la luz es espíritu. Existen dos métodos para llegar a ello:
1) cuando se percibe a la luz como Buda Amitabha;
2) cuando se vive a la luz como Yi-dam15.
Hay que utilizar aquí un concepto para el cual no existe una palabra occidental adecuada. Ese concepto describe el genio natural del ser humano que está superpuesto con el Ser Profundo del mismo pero que por otra parte sobrepasa a quien presta ayuda y guía manteniéndose junto a él. El Yi-dam envuelve a la naturaleza del ser e impregna al individuo, pero al mismo tiempo le sobrepasa por el hecho de que también participa de lo divino. En el Tíbet suele representarse a los Yi-dams en actitudes aterrorizadoras con muchos atributos del horror. Sin embargo, se les considera como Boddhisattvas profundamente bondadosos. Esta expresión terrorífica representa su deseo de ayudar al ser humano cuanto antes y de guiar lo mejor posible. La relación entre el Yi-dan y el creyente está sellada por una consagración tántrica, iniciación tras la cual subsiste para siempre un vínculo íntimo entre ambos.
Avalokitesvara16 aparece en el texto como Señor de Compasión o como aquel que es plenamente compasivo. Es uno de los grandes Boddhisattvas que, en su afán por mostrar a toda la humanidad el camino de la liberación del sufrimiento, logra una perfección sobrehumana. Su compasión está omnipresente y en virtud de una promesa que hicieron solemnemente en el pasado ayudan a quien confía en ellos y solicita su auxilio. Un Boddhisattva solo puede influir sobre el creyente para que cambie su actitud interior y supere las tendencias negativas de su karma.
Cuando la respiración exterior se ha detenido por completo y las arterias conectadas con el sueño se han comprimido fuertemente, y de tratarse de un Maestro, se pronuncia claramente:
“Reverendo Señor, la aparición de la luminosidad fundamental va a aparecer para ti. Reconócela como tal, te lo ruego, penetra en esa práctica.”
Para las demás personas, se dice:
“Noble hijo (Nombre del Difunto), ¡escucha! Ahora la luminosidad, la clara luz de la verdad en sí, perfectamente pura, va a aparecerse a ti. Debes reconocerla. Oh noble hijo, tu conocimiento actual es esencia, es precisamente esta vacuidad deslumbrante.
No está constituida por ninguna esencia, ningún color, ninguna sustancia. No tiene ninguna característica que pueda ser un punto de referencia. Es pura vacuidad. Esto es precisamente la Verdad en Sí, es el aspecto femenino del Buda Primordial, Samantabhadhra. Tu espíritu no es solo vacuidad, también es conocimiento no obstruido, luminoso, resplandeciente. Y este conocimiento es el aspecto masculino del Buda primordial, Samantabhadra. Tu espíritu, que no está constituido por nada, es por una parte esa vacuidad y por otra es ese conocimiento. La unión de esa vacuidad y de esa lucidez es el Cuerpo de Vacuidad, el Dharmakaya17 de los Budas. Tu espíritu indisociable de la vacuidad y de la lucidez, esa gran masa luminosa, no nace ni muere. Es el Buda, Luz inmutable. Reconoce la esencia del espíritu, esa esencia inmaculada es el Buda. Así debes ver tú tu espíritu. Es penetrar en el espíritu del Buda.
Hay que repetir esto claramente y articulando bien de tres a siete veces, primero, para que el muerto recuerde las enseñanzas de su antiguo Maestro, segundo, para que reconozca la esencia pura de su propio espíritu hecha luz y tercero para que al reconocerse a sí mismo se libere al no ser diferente del Cuerpo de Vacuidad ni estar confundido con él. Así es como se libera uno, reconociendo la primera luminosidad.
Aunque se dude de que el muerto haya comprendido la primera luminosidad se le aparece entonces lo que se llama la segunda luminosidad. Se requiere un poco más de tiempo del que se tarda en “consumir una comida”. La calidad del karma determina la manera en que el hálito, una vez que ha penetrado en el canal sutil lateral de la derecha o de la izquierda, escapa por uno u otro de los orificios del cuerpo después de haber cesado la respiración exterior. Entonces aparece esa luminosidad, lo que provoca la claridad de la conciencia. Como ya se ha dicho, este estado dura lo que se tarda en consumir una comida, luego depende de la calidad de sus fibras sutiles y del grado de sus ejercicios espirituales. En este momento emerge la conciencia y el muerto no puede reconocer si está vivo o no. Al igual que antes, ve a sus parientes y oye sus llantos y sus lamentaciones. En ese intervalo hay que dar instrucciones —donde aún no se han dado las violentas apariciones debidas al karma y el miedo a los emisarios de la muerte—.
Hay que indicar aquí una diferencia entre aquellos que están especializados en la práctica de la fase de terminación de la meditación y aquellos que están especializados en la fase de desarrollo de la meditación18. Si el muerto ha practicado especialmente la fase de terminación, se le llama tres veces por su nombre y se le recuerda la enseñanza de la luminosidad anteriormente explicada. Si ha practicado especialmente la fase de desarrollo, se le lee el texto de práctica del aspecto de Buda al que se había dedicado (Yi-dam):
“Noble hijo, medita sobre tu Yi-dam, lleno de una potente aspiración, retorna a tu Yi-dam. Aparece, pero no tiene naturaleza propia, es Luminosidad: es lo que hace aparecer todo fenómeno, todo pensamiento, toda perfección, todas las cosas. Es la lucidez del espíritu hecha luz inalcanzable y, sin embargo, ahí está, como el reflejo de la luna en el agua. Considera que esta divinidad carece de toda materialidad.”
Así es como se enseña claramente