Teoría crip. Robert McRuer

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Teoría crip - Robert McRuer

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complican aún más cuando la discapacidad se utiliza, por así decirlo, como un tema recurrente dentro de lo que Robert McRuer (siguiendo a Michael Warner, que sigue a Erving Goffman) llama sectores “estigmafóbicos” de las comunidades identitarias. Cuando eso sucede, ves a gente luchando desesperadamente por ser incluida bajo el paraguas de lo “normal”, y luchando desesperadamente por catalogar a otra persona como anormal, loca, abyecta o discapacitada. Así, en su notable capítulo sobre Karen Thompson y Sharon Kowalski, cuya historia incluye la discapacidad, el cuidado a largo plazo y la división entre los defensores del matrimonio homosexual y los defensores de relaciones más queer, McRuer escribe: “el distanciamiento estigmafóbico hacia los miembros más estigmatizados de la comunidad que mantienen quienes abogan por el matrimonio igualitario es inevitablemente un distanciamiento respecto a la discapacidad. De hecho, esto es literalmente cierto en un sentido: analistas (como [Gabriel] Rotello) de la domesticidad y el matrimonio plantean al matrimonio (para los hombres gais, al menos) como un antídoto contra el sida”. Por eso, como antídoto contra la estigmafobia, McRuer ofrece un análisis riguroso de la combinación de criterios que no deja atrás a ninguna forma de identidad:

      Las comunidades queer podrían reconocer que el inconsciente político de los debates sobre la normalización (incluyendo los debates sobre el matrimonio) está formado, en gran parte, por ideas sobre la discapacidad [y]… las comunidades de personas con discapacidad, que van a entrar (o ya están entrando) en parte del territorio trazado por las personas queer; podrían recurrir al pensamiento queer radical para seguir promoviendo la conciencia crítica sobre la discapacidad que ha surgido en las últimas décadas.

      Tal y como muestra Teoría crip una y otra vez, no hay demasiadas personas que sean tan ingeniosas y rigurosas como McRuer cuando se trata de interpretar este tipo de complejidades. En su desobediente capítulo sobre “la desobediencia” en la obra de Gary Fisher y en el documental de Susana Aikin y Carlos Aparicio The Transformation, McRuer retoma las críticas que hace el activismo de la discapacidad a los regímenes de rehabilitación y las utiliza para encontrar una “lógica rehabilitadora problemática” que “gobierna las visiones contemporáneas y las respuestas a lo que todavía deberíamos llamar la crisis del sida”. Lo hace, además, prestando atención a escenas de “degradación” que van desde las fantasías S/M de Gary Fisher hasta Labor and Monopoly Capital: The Degradation of Work in the Twentieth Century de Harry Braverman. Cuando articula la obra de Henri-Jacques Stiker A History of Disability con la obra de Marlon Riggs Tongues Untied, McRuer no pasa por alto que el análisis combinado puede producir graves problemas de identidad: “La orgullosa y sostenida consolidación que se hace legible en ‘negro’ a finales del siglo XX podría entenderse como algo hostil a la desintegración activada por las identidades autoproclamadas ‘queer’ y ‘sociópatas’ de Fisher”. El sujeto en cuestión aquí es un sujeto que, como Fisher, no puede ser acomodado o rehabilitado del todo, y cuyos momentos de consolidación y desintegración hacen imposible interpretar las afirmaciones de la identidad del “orgullo” como simples rechazos de la identidad de la abyección. Siguiendo a Robert Reid-Pharr, quien en Black Gay Man sostiene que “Incluso cuando expresamos las visiones más positivas de la identidad negra y gay”, escribe Reid-Pharr, “no obstante, estamos haciendo referencia a las desagradables realidades históricas e ideológicas a partir de las cuales se han formado esas identidades”. McRuer escribe que “no hay forma de decir ‘discapacitado/a’ sin escuchar ‘tullido [cripple]’ (o anormal, o retrasado) como su eco”. Y, agrega, “que no haya forma de hablar del yo rehabilitado sin escuchar al otro degradado, sin embargo, no es un hecho unívoco. Es, en cambio, un hecho, de muchas formas”, algunas de las cuales pueden ser recuperadas, si no totalmente rehabilitadas, mediante los proyectos de una política post-identitaria. Aquí, entonces, hay un análisis del activismo del orgullo negro y la discapacidad que ha sido revitalizado y se ha hecho más complejo por medio de la política de la vergüenza LGBT, y que conserva a través de todo ello una viva conciencia de los diversos acentos del signo.

      Cuando McRuer centra su atención en los fenómenos culturales populares -y Queer Eye for the Straight Guy y la película de James L. Brooks As Good As It Gets [Mejor imposible] no son más que excepciones: el primero por su cómica metrosexualización de la masculinidad, y el segundo por su interpretación espeluznante (y por lo tanto digna de un Oscar) de la discapacidad- el resultado, creo, es una crítica cultural que realmente es tan buena como parece (mejor imposible). De hecho, si hay algo mejor que la lectura que hace McRuer de As Good As It Gets, desentrañando la relación simbiótica entre la narrativa en la que un hombre gay adquiere una discapacidad y la narrativa en la que este ayuda a la consolidación de una familia heterosexual (y, al hacerlo, ayuda a mejorar las discapacidades de esa familia), sería la mirada crip que aplica McRuer a Queer Eye for the Straight Guy, en la que utiliza el trabajo fundamental de Rosemarie Garland-Thomson sobre las imágenes de la discapacidad, mientras critica a los Fab Fiveiii por denigrar de manera informal la “institución mental de moda” y a los chicos heterosexuales “retrasados”, para proponernos algunas sugerencias profundamente subversivas:

      Yo planteo que una mirada crip para el tío de cuerpo normativoiv no sería solo una versión para personas con discapacidad del éxito de Bravo, aparte del placer que me ha dado imaginar un programa así: “¡Cariño, tu universidad es un horror de accesibilidad! ¡No te preocupes, cielo, es tu día de suerte, los colegas con discapacidad están aquí para decirte lo que está fatal en este lugar!” Más bien, una mirada crip para el tío de cuerpo normativo (y como no estamos hablando de una persona real, sino de una posición de sujeto, en cierto modo “tío de cuerpo normativo” parece apropiado, independientemente de si su cabeza capacitista es de hombre o de mujer) señalaría una capacidad crítica desde la discapacidad para reconocer y soportar las vicisitudes de la capacidad corporal obligatoria.

      El humor mordaz de este pasaje es típicamente mcrueriano, un término que espero que gane mucha aceptación cuando se entienda la dimensión real de este libro. Pero creo que son igualmente importante sus alusiones complejas e inteligentes: léalo de nuevo, y podrá escuchar ecos y evocaciones no solo de los Fab Five (tonalmente perfectos, debo añadir) sino también de Judith Butler, Eve Sedgwick y Adrienne Rich, quienes están siendo utilizadas, por así decirlo, para fines totalmente nuevos, al servicio de un análisis que cada una de ellas ayudó a concebir, pero que ninguna de ellas imaginó que se desarrollaría en el contexto de la discapacidad.

      McRuer cierra este libro con un optimismo del intelecto y un optimismo de la voluntad: dejando a un lado la obviedad de que cada uno/a de nosotros/as se convertirá en una persona con discapacidad si vivimos lo suficiente, McRuer nos señala una discapacidad por venir que también es una democracia por venir. En el camino, cuando pasa de las películas de Hollywood al Foro Social Mundial de Bombay, de programas sobre las universidades al debate sobre el matrimonio igualitario, y del espectáculo neofreak de FOX The Littlest Groom hasta el supermasoquismo neofreak de Bob Flanagan, Robert McRuer nos muestra que otro mundo es posible, que otro mundo es accesible y que hay otra forma de llegar allí. A diferencia de gran parte del pensamiento utópico de las humanidades contemporáneas, el de McRuer se basa en la materialidad del mundo tal y como lo conocemos, aunque este apunte a un mundo espectral que aún no conocemos. Justo cuando pensabas que ya habías escuchado la última palabra sobre las formas de identidad y las teorías de la justicia cultural, aparece Teoría crip para mostrar que otra palabra es posible.

      i Traducimos Crip Theory por Teoría crip. Tras consultarlo directamente con el autor del libro, que conoce el castellano, su decisión fue dejar la palabra original, ‘crip’, ya que se utiliza frecuentemente en España y en América Latina desde hace años. Melania Moscoso-Pérez, cuando escribe sobre el término “cripwashing”, define “crip” como “un término despectivo para referirse a una persona con discapacidad, es la abreviatura de ‘cripple’”, en Barbarismos queer y otras esdrújulas (Bellaterra, 2017, R. Lucas Platero, María Rosón y Esther Ortega eds., p. 107). Véase también en ese mismo libro el término “crip”, escrito por el propio Robert McRuer, p. 101.

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