Esta no es la vida que pedí. Michealene Cristini Risley
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Siete pasos para formar un grupo en torno a una mesa de cocina
1. Invita. No importa cuán mal esté tu vida en este momento. Organiza una reunión con mujeres que admires. No es necesario que sean famosas, ricas o fabulosamente realizadas. Tampoco que las conozcas bien, aunque sí deben ser personas a las que respetes y con las que compartas valores y prioridades similares: mujeres íntegras que estén dispuestas a escuchar, alentar y ser honestas. Muchas mujeres se sienten tan aisladas como tú. Este es el momento perfecto para conocer a esa mamá que comparte su auto para llevar y traer a los niños. ¿Qué hay de esa conocida en tu trabajo, a quien solo has saludado con un movimiento de cabeza, pero con quien siempre has sentido una chispa de conexión? En muchos de los ámbitos que frecuentas puede haber alguien a quien admires, alguien que te parezca confiable.
2. Elije el lugar de la reunión. Trata de que sea un ambiente cómodo y que brinde privacidad. Puede ser el rincón de una cafetería o la sala de tu casa. En nuestro caso, las mesas de cocina de nuestras diferentes casas nos han funcionado bien todos estos años.
3. Cita a una primera reunión. No tienes que hacer nada elaborado. Solo levanta el teléfono, envía un correo electrónico o haz la invitación en persona. Empieza por decir a tus invitadas que sabes que están ocupadas, que el propósito de esta reunión es crear una red de apoyo que se reúna con regularidad, para expresar lo que está sucediendo en sus vidas en un entorno confidencial. Las participantes son bienvenidas a hablar sobre sus trabajos (o la falta de ellos), sus familias, su salud, sus finanzas o cualquier otra cosa que haya en sus mentes y sus corazones. Den un nombre a su grupo y comprométanse a reunirse regularmente (cada dos semanas, o al menos cada mes). En nuestro propio grupo nos reunimos cada mes, aunque a veces, cuando una de nuestros miembros está pasando por una crisis, convocamos con mayor frecuencia.
4. Establece reglas básicas. Las primeras reuniones de tu grupo de mesa de cocina podrían beneficiarse de cierto tipo de estructura. En nuestras reuniones grupales siempre comenzamos con algunas preguntas esclarecedoras:
Entonces, ¿cómo va tu vida?
¿Cómo podemos ayudar?
¿A quién conocemos que pueda ayudar?
¿Qué podría alegrarte en este momento?
¿De qué podrías reírte?
Al terminar la reunión de hoy, nos comprometemos frente a las demás a hacer tres cosas por nosotras mismas. ¿Cuáles son?
5. Mantente positiva. No permitas que tu grupo se convierta en el “club de la queja”. La queja constante te roba el espíritu y no hace nada para empoderarte. El propósito de la reunión debe ir más allá. No te limites: expresa lo que te está molestando, lo que te está preocupando, lo que te está lastimando, y luego pide consejo. Hagan una lluvia de ideas sobre posibles soluciones y estrategias para los problemas que enfrentan.
6. Usa el Estuche met. Las sugerencias incluidas al final de cada sección de este libro pueden ayudar a que tus reuniones tengan un punto focal. Creamos el Estuche met a propósito, para darte herramientas con las que puedas trabajar en grupo en tus propias reuniones de mesa de cocina. Comenten los temas y las preguntas entre ustedes.
7. Compartan sus experiencias. Visiten nuestro sitio de internet, www.kitchentablefriends.com, y cuéntenos sus historias.
Nuestro grupo en torno a la mesa de cocina se reunió durante más de diez años; a lo largo de ese tiempo contamos muchas historias, resolvimos muchos problemas y reparamos muchos corazones rotos. A continuación, comenzaremos por presentarte los momentos decisivos que nos unieron como amigas para toda la vida.
02
Trasciende los eventos desafortunados
Aunque pueda haber tragedia en tu vida,
siempre existe la posibilidad de triunfar.
No importa quién seas o de dónde vengas.
La capacidad de triunfo comienza contigo.
Siempre.
OPHRA WINFREY
PRESENTADORA DE TELEVISIÓN (1954-)
Encuentro en la selva
“Pesadillas. Todavía invaden mis sueños cuarenta años después. Las pesadillas me recuerdan que la vida es un recurso precioso que debemos agotar, disfrutar, vivir. Soy Jackie Speier, y mis pesadillas me llevan a un fatídico día de noviembre de 1978. Tenía veintiocho años y estaba preparándome para comprar mi primera casa. Era asesora legislativa de un congresista estadounidense, ¡y lo tenía todo! También tenía un fuerte presentimiento de que el viaje que estaba preparando a Sudamérica podría ser el punto final de mi vida. ‘Son ideas tontas’, me aseguró mi amiga Katy. ‘Después de todo, viajarás con el cuerpo de prensa y un congresista estadounidense. ¿Qué podría salir mal?’
”Enclaustrada en una oficina del Congreso durante horas, estuve leyendo los informes del Departamento de Estado sobre una comunidad religiosa creada por el reverendo Jim Jones. Investigábamos numerosas denuncias de personas que alegaban que sus familiares estaban siendo retenidos contra su voluntad en un escondite de la selva, conocido como Templo del Pueblo. Mientras revisábamos las entrevistas grabadas con los desertores, me invadió una escalofriante sensación que no podía apartar de mí. Un exmiembro nos había dicho que las personas estaban siendo obligadas a suicidarse en un ejercicio que Jones llamaba la Noche Blanca.
”El congresista Leo Ryan, mi jefe, ya había escuchado suficiente. Decidió ver personalmente la difícil situación de los ciudadanos estadounidenses en Guyana. Pero incluso aunque la cia (Agencia Central de Inteligencia) y el Departamento de Estado habían dado el visto bueno en cuanto a la seguridad del viaje, yo tenía mis dudas.
”Volamos a Georgetown, la capital de Guyana, cambiamos de avión, y continuamos hacia Puerto Caituma, una remota pista de aterrizaje en lo profundo de la selva sudamericana. Un convoy de varias camionetas nos llevó al campamento de Jonestown. Entramos en un claro de la selva, donde vi un anfiteatro al aire libre rodeado de pequeñas cabañas. No podías evitar sentirte impresionado por el asentamiento. En menos de dos años, una comunidad había sido esculpida en la densa jungla. Durante nuestra primera y única noche en el Templo del Pueblo, los miembros nos entretuvieron con música y canto. Recuerdo haber mirado a Jim Jones a los ojos, y lo que vi fue locura. Ya no era el líder carismático que había atraído a más de 900 personas a una remota comuna de la selva; en aquel momento era un hombre poseído.
”El congresista y yo seleccionamos algunas personas al azar para entrevistarlas y determinar si estaban siendo retenidas en contra de su voluntad. Muchos de los individuos eran jóvenes (dieciocho o diecinueve años), mientras que otros eran personas mayores.
Uno por uno confirmaron que les encantaba vivir en el Templo del Pueblo. Era casi como si hubieran sido entrenados para responder a nuestras preguntas. Cuando la noche se acercaba, el corresponsal de noticias de nbc, Don Harris, salió solo a caminar y fumar un cigarrillo. En la oscuridad, dos personas se le acercaron y le pusieron unas notas en la mano. Harris me dio las