Soy Tu Hombre Del Saco. T. M. Bilderback

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Soy Tu Hombre Del Saco - T. M. Bilderback

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sonrió mientras miraba a su marido.

      ―Un policía me lo dio. Dijo que no se estaba usando apropiadamente y quería ver si yo podía cuidarlo.

      Se sentó en su lugar de la mesa.

      ―Hmmm... ¿y lo estás cuidando bien?

      Katie sonrió burlonamente.

      ―No he tenido ninguna queja todavía.

      Alan se inclinó hacia la cara de Katie.

      ―Ni una sola―.

      Comenzó a besarla.

      Cuando sus lenguas se tocaron, pudo probar un ligero sabor del diminuto trozo de tocino que Katie había masticado mientras cocinaba y, además, probó el sabor a menta de la pasta de dientes. Principalmente, disfrutó saborear a Katie hasta que perdieron la noción del tiempo.

      ―Oh, Dios mío, ¿pueden dejar de besarse en la cocina? ¡Es tan asqueroso!

      Alan se alejó y miró a Katie a los ojos otra vez.

      ― Bueno, tal vez solo una vez...― le echó un vistazo a Carol Grace.

      El padre de Carol Grace, Mark Montgomery, había fallecido hace varios años de un aneurisma cerebral y había dejado un seguro de dinero. Katie destinó este seguro y el interés a la crianza de Carol Grace; no obstante, cuando la compañía en la que trabajaba Katie la despidió, su mente se fijó en la granja que le había dejado su abuela Nebbie Ballantine. Su abuelo se llamaba Arthur "Junior" Ballantine, así que la granja recibió tal nombre en su honor. Katie se había preocupado de la granja de Junior todos estos años y había pagado todos los impuestos, así que era suya, libre de todo. Por consiguiente, cuando ocurrió el despido, Katie empacó sus cosas y las de Carol Grace y se mudó al condado de Sardis.

      Después de la mudanza, Alan Blake, el antiguo mariscal de campo de la escuela secundaria de Katie, también se había mudado al condado, aunque lo suyo era un caso urgente. Era policía en la ciudad y había arrestado al hombre que se encargaba de las partidas de póker ilegales de la familia criminal de Giambini, Moses Turley, y a sus hombres por intentar asesinarlo a él y a otro policía. Mickey Giambini no quería tener ningún vínculo con él en el juicio, así que envió a Turley y a sus hombres a buscar a ambos policías para luego matarlos. Los hombres de Giambini encontraron al compañero de Alan, James Winstead, y lo mataron... pero no antes de que el hombre les dijera a los criminales que podrían encontrar a Alan en el condado de Sardis.

      El viejo amigo de Alan, el comisario Billy Napier, también había estado en el equipo de fútbol americano de la escuela secundaria en Perry y había convencido a Katie para que le diera a Alan un lugar donde esconderse a cambio de trabajar como granjero.

      Mientras tanto, Katie había conocido a la anciana bruja, Margo Sardis. Ella decía que Katie y Carol Grace eran descendientes de la familia Sardis y que tenían magia dentro de ellas. Con el tiempo, Katie comenzó a aprender a usar su magia.

      Carol Grace también mostraba señales de poderes mágicos florecientes y estos se multiplicaban cuando estaba cerca de Mary Smalls, su mejor amiga y compañera de escuela. Aparentemente, Mary también tenía magia dentro de ella... pero nadie sabía de dónde venía, ya que su madre, la vieja amiga de la escuela de Katie, Phoebe Smalls, no poseía estos poderes... y nadie, ni siquiera Phoebe, tenía la mínima idea de quién era el padre de Mary.

      Phoebe era una alcohólica en recuperación.

      ––––––––

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      KATIE Y ALAN SE ENAMORARON profundamente y juntos hicieron reavivar el amor que alguna vez Billy Napier y Phoebe Smalls tuvieron.

      Durante una reunión de las dos familias, Moses Turley aprovechó de tomar la granja en su poder, así que pasó a través de un túnel que se encontraba por debajo de esta. Carol Grace y Mary llegaron justo a tiempo para impedir que los criminales de Giambini asesinaran a Alan o a cualquier otra persona. Se tomaron de las manos instintivamente, parecía como si un poder de otro mundo se hubiera apoderado de ellas, así que utilizaron su magia mental y echaron a esos hombres malvados de la casa.

      Los demonios habían estado esperando afuera para devorar a los cuatro criminales, además, la tierra se abrió y se tragó su auto. Tras lo sucedido, ambas chicas se desplomaron en el suelo, sin saber si se encontraban inconscientes o profundamente dormidas.

      Al día siguiente, se celebró una boda doble, puesto que el comisario Napier y Phoebe Smalls habían decidido contraer matrimonio al igual que Katie y Alan.

      Desde entonces, la anciana Margo Sardis había continuado enseñándole a Katie sobre su magia y también lo hizo con las otras dos chicas.

      Sin embargo, Margo aún desconfiaba de ellas y prefería no hablarle de ello a Katie... pero, ella ya se había dado cuenta que algo le preocupaba. Katie había pensado preguntarle a su tía, aunque comprendió que Margo se lo contaría cuando estuviera lista... y no antes.

      Alan ya había contactado a un abogado en Perry para adoptar a Carol Grace y claramente Katie había dado su consentimiento, ya que sabía lo mucho que Carol amaba a Alan y lo mucho que Alan amaba a la muchacha. Parecía lo correcto.

      La audiencia de adopción sería a fin de mes, a tan solo una semana.

      Katie observó a su hija: ― Señorita Carol Grace ¿qué lugar aprobaría para que su madre le dé un gran beso? Iré con Alan si esta decisión te hace feliz.

      ― ¡Ewww! ―Carol Grace puso huevos revueltos en su plato, los cubrió con un poco de mantequilla, pimienta y se llevó a la boca un trozo de tostada y dos rebanadas de tocino.

      ― ¿Tal vez en el corral de los cerdos? ― contestó riéndose.

      ― No lo creo ―Alan arrugó su nariz.

      ― Ahí huele tan mal como el armario de Carol Grace ―dijo mientras simulaba tener arcadas.

      Pequeñita, la mascota Boston terrier que Billy Napier le había regalado a Carol Grace, bajó las escaleras de un salto, entró a la cocina, ladró una vez y la chica le tiró un pedazo de tocino.

      Carol se devoró el desayuno, se limpió la boca con la servilleta, se levantó bruscamente y dijo: ―Tengo que irme, el autobús llegará en un minuto.

      Besó la mejilla de su madre y la frente de Alan.

      ― ¡Nos vemos! ¡Los amo!

      Desde la puerta trasera llamó a su mascota: ― ¡Adiós Pequeñita! ¡Sé una buena chica!

      Pequeñita ladró como si hubiera entendido la orden de su dueña.

      La puerta del porche trasero se cerró de golpe y Alan hizo un gesto de dolor.

      ―Tras su pronunciamiento, el heraldo real se marcha.

      Katie se rio.

      Alan acababa de tomar un gran bocado de huevos revueltos y tostadas cuando sonó su teléfono celular.

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