Soy Tu Hombre Del Saco. T. M. Bilderback

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Soy Tu Hombre Del Saco - T. M. Bilderback

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un desayuno tan bueno como el que me dio Katie!

      ―Alan, no creo que pueda desayunar ahora mismo. Escucha, necesito que te conectes.

      Alan percibió el tono serio en la voz de su amigo e inmediatamente se conectó.

      ― ¿Otro más?

      ― Así es.

      ― ¿Dónde?

      ―En la Universidad Comunitaria.

      ―Estaré ahí en un momento.

      ―Gracias, viejo amigo.

      Alan colgó la llamada.

      Katie se había dado cuenta que Alan tenía que irse.

      ― ¿Es otro de esos asesinatos?

      Alan miró a su esposa a los ojos.

      ―Sí. Debe ser bastante grave.

      Billy sonaba molesto.

      Katie asintió con su cabeza y sintió un escalofrío en todo su cuerpo.

      ―Está bien, anda, pero ten cuidado.

      Alan iba a comer otro bocado de huevos, pero cambió de opinión.

      ―Mejor que no. Si se le revuelve el estómago a Bill, probablemente se me revuelva a mí también.

      Se levantó de la mesa para ir a colocarse su uniforme y, en cuanto se volteó, vio a una anciana parada atrás de él. Saltó del susto y gritó: ― ¡Ahhh!

      Katie comenzó a reírse fuertemente.

      Alan puso su mano en su pecho mientras apoyaba la otra en el respaldo de la silla.

      ―Por Dios, tía Margo, ¿tenía que acercarse a hurtadillas?

      La anciana se reía a carcajadas.

      ―No me acerqué a hurtadillas, Alan. Acabo de entrar por la puerta trasera. Quizás no hice mucho ruido.

      Katie, todavía riéndose, dijo: ―Lo hizo, yo la vi entrar.

      Alan, mientras continuaba sacudiendo su cabeza de nerviosismo, extendió sus brazos y abrazó a la anciana bruja.

      ―Buenos días a ti también, tía Margo― la soltó de sus brazos.

      ― Ahora, si estas dos brujas maravillosas me disculpan, tengo que ir a ayudar a Billy a atrapar al asesino.

      ― ¿Asesino? ― Margo preguntó de manera abrupta.

      ― ¿Ocurrió otro caso? ― Alan asintió.

      ―Así es, dama.

      Los ojos de la mujer se entrecerraron.

      ―Debes tener cuidado, Alan Blake. Puede que no se trate de un asesino humano.

      Alan se detuvo en la puerta que lleva a la sala de estar y a las escaleras.

      ― ¿Sabes si eso es cierto, tía Margo?

      La anciana sacudió la cabeza.

      ―No lo sé, pero he intentado averiguarlo. Si descubro algo, te lo haré saber enseguida.

      Alan asintió.

      ―Por favor, hágalo. Tenemos que detener esto rápido.

      Empezó a subir las escaleras, se detuvo y volvió a la cocina.

      ― ¿Margo?

      La anciana lo miró.

      ― ¿Tienes alguna idea de cuántas criaturas del infierno entraron por esa puerta abierta de la que nos hablaste?

      El rostro de Margo se suavizó y Alan creyó ver un pequeño indicio de miedo. Sacudió la cabeza y dijo: ―Que Dios me ayude, Alan, no lo sé. Podrían haber sido unos pocos o podrían haber sido cientos. Simplemente no lo sé.

      Alan le echó un vistazo a Katie y luego miró a Margo.

      ―Me sentiría mejor si se quedara aquí con nosotros, tía Margo. Es mejor a que esté sola en el bosque, aunque su casa esté camuflada con espejos. Al menos, tendría la sensación de que estaría más segura.

      Margo abrió la boca para rechazar cortésmente la oferta, pero se detuvo. Finalmente, dijo: ―Lo voy a pensar, sobre todo si la oferta es de corazón.

      Alan miró a la anciana a los ojos.

      ―Lo es, por favor quédese. Bueno, ahora debo irme― les dijo a ambas.

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      Capítulo 2

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      Algunas mañanas a Phoebe Smalls Napier le resultaba muy difícil mantener a los niños en movimiento para poder sacarlos a todos de forma segura y así ella poder llegar a tiempo a su turno como cajera en Mackie’s.

      Cuando Phoebe y Billy se casaron, Billy intentó que ella dejara el trabajo de cajera, ya que, como comisario, Billy ganaba el dinero suficiente para mantener a la familia alimentada, vestida y con una casa donde vivir. Además, su actividad paralela de criar Boston Terriers le daba dinero extra, es decir, era más que suficiente para mantener a la familia.

      No obstante, Phoebe se negó a dejar el trabajo y le explicó a Billy que no se trataba de dinero.

      ―Bill, trabajar me mantiene sana y cuerda. Si no tuviera ese trabajo, ¿qué haría conmigo misma todos los días que tú estás en el trabajo y los niños en la escuela? Tendría todas esas horas libres... y una alcohólica en recuperación no necesita tiempo para estar a solas con sus pensamientos. Muy a menudo, eso es lo que hace volver a beber alcohol.

      Abrazó a su marido.

      ―Así que, en lugar de caer en tentación, trabajaré en Mackie's. Esto me mantendrá con los pies en la tierra y estaré en la ciudad por si alguna vez me necesitas.

      Billy estuvo de acuerdo con ella, pero de mala gana.

      A pesar de esto, Billy ya había hablado con Martin Mackie, el nieto del fundador del local, para pedirle que Phoebe no trabara los fines de semana y solo tuviera turnos de día. Martín había aceptado y todos estaban felices. Aunque en una

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