Lucha política y crisis social en el Perú Republicano 1821-2021. Antonio Zapata

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Lucha política y crisis social en el Perú Republicano 1821-2021 - Antonio Zapata

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de Pedro Castillo

       Epílogo

       Bibliografía

      Para Natalia González, por los años que vendrán

      Presentación

      El libro que el lector tiene entre manos es fruto de un encargo que recibí del jefe del departamento de Humanidades de la PUCP, el doctor Francisco Hernández. Sus instrucciones eran sencillas de entender y complejas de ejecutar. Me explicó que había pensado en un texto que resuma la historia republicana tomando en cuenta las publicaciones recientes sobre el tema. Dialogar con ellas y ofrecer un punto de vista independiente.

      Estos textos son numerosos. A mediados de la década de 1990 el doctor Franklin Pease publicó un libro integral sobre la historia contemporánea, donde el énfasis estaba puesto en la larga duración (Pease, 1999). El siglo XX era fruto de una trayectoria prolongada que se remontaba a la era prehispánica. Compartiendo el mismo largo tiempo histórico, el profesor norteamericano Peter Klarén (2004) escribió un influyente texto de historia peruana, desde sus orígenes hasta finales del siglo XX. Luego, el Instituto de Estudios Peruanos publicó en 1999 la primera edición del libro de los historiadores Carlos Contreras y Marcos Cueto, que ha sido ampliamente utilizado por los estudiantes universitarios de los últimos veinte años. Sus lectores lo han apreciado porque está bien organizado y ofrece una interpretación renovada, posterior a la visión crítica que había sustentado la teoría de la dependencia. Una explicación integral, novedosa y sintética.

      Además, es necesario considerar otros textos de síntesis producidos por Carlos Contreras. Tenemos una Breve historia del siglo XIX, que ha sido publicado por el Fondo Editorial de la PUCP (2015) y luego una Historia mínima del Perú, aparecido en El Colegio de México en coautoría con Marina Zuloaga (2014). Así, Contreras viene desplegando una intensa producción de compendios, porque también ha dirigido los cinco tomos de Historia republicana del Perú, que integran la «Historia de Hispanoamérica» editada por la fundación Mapfre.

      No han sido los únicos libros con estas pretensiones. Adicionalmente tenemos que los sociólogos Hugo Neira (2005) y Héctor Béjar (2019) han escrito sendos volúmenes de visión panorámica sobre el pasado peruano. Es claro que ambos autores se preguntan por el país en su conjunto y que la pretensión es la historia de larga duración con una visión alternativa a la tradicional. La obra de Béjar es un desafío al saber común difundido por el poder, mientras que el texto de Neira sigue el rastro de la debilidad institucional de la República. También a mediados de los noventa había aparecido el texto del Nelson Manrique (1995), Historia de la República, cuya singularidad reside en el énfasis en procesos y personajes de las regiones que permiten un conocimiento más integral del país, a diferencia de la mayoría de estudios, muy centrados en Lima.

      Por su lado, el libro de Hernando de Soto sobre la informalidad expresaba una modificación del sentido común que fue dejando atrás el pensamiento crítico y se volcó al liberalismo. De Soto modificó la interpretación de la naturaleza de los trabajadores urbanos autoempleados. Mientras para el marxismo eran marginales o subproletariado y su horizonte era sumarse a la lucha de los explotados contra el capitalismo, El otro Sendero (1999) los concibió como empresarios dotados de un impulso al capitalismo, en oposición al Estado y los poderes corporativos. Ese cambio de perspectiva fue fundamental para el ascenso de una interpretación liberal de la historia. Un primer esfuerzo en ese sentido se halla en el libro La república embrujada de Alfredo Barnechea (2013 [1998]), quien combina nociones dependentistas con liberales buscando entender las causas de la incapacidad republicana para cumplir uno de sus lemas primigenios: paz y progreso.

      Por su parte, una visión conservadora puede hallarse en la obra de Federico Prieto Celi, quien interpreta el siglo XX peruano en Así se hizo el Perú: crónica política de 1939 a 2009 (2010). En forma indirecta, pero integral, Prieto contesta al pensamiento crítico elaborando una propuesta en la que se pregunta por lo positivo, y lo encuentra en el orden espiritual que surge de la historia y que sería la patria peruana. Prieto es miembro del Opus Dei del Perú y su acercamiento intelectual es diferente al liberal encarnado por de Soto o Jaime Althaus (2007). Sin embargo, los tres comparten algunos elementos fundamentales, pues defienden el mismo modelo de desarrollo. Aunque discrepan con respecto a libertades y derechos —que no es un tema menor, sobre todo en los tiempos actuales—, conservadores y neoliberales coinciden en su alineamiento político.

      A estos textos deben sumarse producciones más antiguas, pero de gran trascendencia hasta nuestros días, como Clases, Estado y Nación de Julio Cotler, aparecido en 1978 y publicado por el IEP. Este texto es un clásico que ha formado el pensamiento histórico de varias generaciones de intelectuales. Es un libro de historia escrito para explicar a Velasco. Por ello fue tan potente, buscó entender el presente a través del ayer y no estaba centrado en el pasado en sí mismo. Además, el presente que buscaba entender era el momento más trascendente del país en muchos años. En una línea bastante cercana, Carlos Franco practicó el clásico formato del ensayo para analizar la democracia y la nación peruanas en Acerca del modo de pensar la democracia latinoamericana (1998). Franco tenía formación de psicólogo social y disponía de entrenamiento y sensibilidad para captar el estado de ánimo, la tendencia colectiva y el sustrato espiritual de la sociedad. Este breve recuento de obras influyentes de las décadas anteriores no puede cerrarse sin mencionar a Heraclio Bonilla, quien representa la continuidad de la historia crítica formulada en los años de la teoría de la dependencia. Bonilla fue el historiador de esa generación y ha tenido una larga carrera, ya que sigue muy activo hasta hoy. Ha reunido sus trabajos añadiendo nuevos ensayos en tres tomos publicados con el título El futuro del pasado (2005). Si Cotler había pretendido explicar el presente a través del pasado, Bonilla refina este acercamiento postulando que para entender el paso del tiempo es preciso situarse en el futuro y mirar desde ahí la historia.

      Algunos colegas como Juan Luis Orrego (2014), motivados por el bicentenario han indagado por el ambiente y las obras relacionadas con la conmemoración de los primeros cien años de nuestra independencia. En aquel entonces, la integración nacional estaba lejana y la derrota en la Guerra del Pacífico aún estaba muy presente. Pero el gobierno de Leguía venía impulsando un proceso de renovación social y modernización estatal al que llamó la «Patria Nueva». Al llegar el Centenario el mandatario aún gozaba de simpatía popular e impuso un curso decididamente optimista a la conmemoración. Sin embargo, Leguía era autoritario y su vocación dictatorial quedó patente desde el primer momento. Ello motivó la reacción crítica de la joven generación, que se expresó en los políticos Haya y Mariátegui y en los académicos de la generación del Centenario. Ellos fijaron su atención en los abismos sociales y económicos que laceraban al Perú de los años veinte. Así apareció la idea del país en formación, que aún no había realizado plenamente la promesa de la vida peruana. Tanto en Jorge Basadre como en José Carlos Mariátegui aparece esta misma idea de un proceso abierto e inacabado. De este modo, el balance de la generación del Centenario enfatizó en lo inconcluso de las realizaciones republicanas, pero, a la vez, anticipaba un futuro prometedor a condición de superar la discriminación y forjar una comunidad de destino.

      Por su lado, la situación nacional del bicentenario es bastante más crítica que la vivida hace cien años. El escándalo Lava Jato se ha llevado por delante la escasa credibilidad de la clase política. Luego la pandemia ha mostrado la impotencia del Estado para contener el avance de la enfermedad, al grado que el país afronta una doble catástrofe, sanitaria y económica. Por ello, el ánimo general es muy diferente del festivo y esperanzador que reinó durante el Centenario. Una historia complicada ha originado este cambio de percepción ciudadana sobre nuestro propio país. Por momentos la situación social se acerca a la anomia que años atrás fue estudiada por Hugo Neira (1996), quien sostiene que nuestra sociedad propone ciertos fines,

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