Per la reixeta. Albert Toldrà i Vilardell
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Coincideix María amb les altres que les maneres de mossèn José són «indignas de un Ecclesiástico y de qualquier hombre Christiano, pues se reduce a perseguir a qualquier muger del lugar, y hasta siete mugeres sabe esta testigo que ha perseguido con ofrecimientos». Tant és així que «venció y tuvo parte» amb Francisca Gil, la primera testimoni, que havia callat aquest detall, «y lo mismo le sucedió a esta testigo». D’altra banda, té per costum, «en verse solo con alguna muger el dicho Cura, empeçar a besos y abrasos, y tomándola de la mano, la encamina a sus partes, y aunque sea con violencia haze que le hagan la puñeta, como dize esta denunciante que le sucedió a ella mesma».
La quarta dona a declarar és Bárbara Olivar. Diu que «se ha hallado muy perseguida del dicho Dotor Cuevas»; en confessió, la primera volta li va dir:
A tú, Barbarica, te quiero mucho, has de saber que cada vez que te veo, te tengo tanto amor que quisiera hazértelo, quando tú tienes parte con tu marido, ¿piensas en mí? ¿Lo que llevas en la barriga quisieras que fuera mío? ¿Tendrías aquel gozo? ¿Pues quieres que vaya a tu cassa a tener parte contigo? ¿O quieres venir a la mía?
Com que ella s’hi nega, el mossèn replica: «¿Lo das a otro y no me lo puedes dar a mí? ¿Pues por qué no quieres venir a mi cassa?». Un dia que la sorprèn a la sagristia, «en la mesma Sacristía la importunó, y con violencias, dize, intentó tener acceso carnal con la dicha testigo, si esta huviera consentido y no huviera huido».
El rector, declara Bárbara, «tiene el lugar inquieto»; també enumera les sol·licitades, i descriu el seu capteniment,
que es hir por el lugar inquientando las mugeres, porque siempre que enqüentra en la calle alguna la llama para que entre en su cassa, o el dicho cura va a la cassa de aquella, y como logre la ocasión de no haver alguno delante, empieza a solicitarla a actos venéreos, y las alarga la mano y tomando la de la muger, la encamina a sus partes, para fin de tener tactos impuros, lo que ha executado con la denunciante y las demás, y executa siempre que puede.
Una segona tanda d’interrogatoris comença el mateix any, amb Jacinta Guiñón. Fora de confessió, «la solicitó para actos torpes y carnales tres o quatro veces», i al seu propi domicili Jacinta va haver de defensar-se físicament del seu atac; acaba dient que «dicho cura es tan viciado que es público entre las mugeres de dicho lugar, y aun entre algunos hombres, que va solicitando las mugeres». Segueix María Teresa Villagrasa, que reconeix només «algunas torpesas con la testigo». Més tard, en la ratificació, María Teresa afegeix, «teniendo hecha más reflexión», que sí, que venint el rector a sa casa una vegada, «y hallándose sola, hizo la acción de tocarle los pechos, que huviera executado si no se huviera apartado esta testigo, pero que bolvió después de algunos días a la cassa de esta testigo, y hallándola también sola, tuvo acto carnal con ella el dicho dotor Joseph Cuevas».
Detingut i interrogat mossèn José, d’entrada ho nega tot: és fals, l’acusen per enemistat. En la tercera monició acusa les seues delatores de ser «rameras públicas», però comença ja a cantar, i admet la fornicació amb María Teresa Villagrasa: després de confessar-la, va a sa casa, i acaba per «tener cópula con ella». Finalment, mossèn José s’ensorra i ho confessa tot, que serà encara més del que havien dit les acusadores. Reconeix haver sol·licitat Tomasa Salvador (no interrogada), «havrá comerciado con ella asta unas treinta vezes poco más o menos, y en algunas ocasiones, encontrándola este reo en la calle, le manifestaba a la referida sus torpes deseos, diciéndole: Me lo quieres dar? Y asintiendo ella, iba el declarante a su casa y executaba el comercio carnal».
També amb María Castillo, tercera declarant, amb qui ha tingut
trato y comercio illícito [...] en seis o siete ocasiones, en casa de la referida estando su marido fuera de ella, y encontrándola algunas veces a la puerta de la calle, le manifestaba este reo su torpe deseo [...] y consintiendo ella, pasaba a la execución, y en una de las dichas ocasiones executaron el comercio carnal iendo la dicha María a casa del declarante.
Amb una criada seua, María Feliciana Blandina (tampoc interrogada),
tubieron recíprocamente muchos tocamientos desonestos de sus partes [...] y aunque no llegó el declarante al comercio carnal por temor que podía quedar preñada, pero en veinte ocasiones en que sucedieron dichos tocamientos, ósculos y abrazos, tubo este reo polución agitada de los tocamientos que le hacía dicha muger.
Amb Francisca Gil, primera denunciant, confessa haver tingut «comercio ilícito en unas cinco o seis ocasiones [...] en la casa de dicha Francisca».
Amb María Martín, segona declarant, confessa dues o tres voltes
ósculos y abrazos, [...] y aunque el declarante tubo ánimo y deseo de pasar con la dicha María Thomasa al comercio carnal, no lo logró por no haver consentido en él la referida, y que esto le sucedió después que este reo empezara a tener comercio carnal con la dicha su madre, y que de todo se halla muy arrepentido y pide a Dios perdón y a este Tribunal que le mire con piedad y misericordia.
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