Incursiones ontológicas VII. Varios autores

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Incursiones ontológicas VII - Varios autores

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poderosa, atrae gente, acumula lastima, pero hoy ya no es un recurso, no lo veo como válido. Así que con esto descubierto, esto que describo acá, que es un ciclo continuo, constante, que lo veo en diferentes sistemas, lo he adaptado perfectamente, porque funciona, la tristeza y estar parado desde la víctima intenta “ocultar” el gran daño cometido por la rabia, la violencia y la fuerza con la que me he parado para defender mi lugar, mi postura, mi integridad.

      Pero justo aquí, donde ya hay un resultado importante de lo cometido, es donde aparece algo más, algo mucho más fuerte y perjudicial, aparece una sutil pero bien llamada “resignación”; comienzo a ver lo que hice, cómo me dolió, y cómo le dolió a los demás, cómo hice daño, transgredí, pasé por encima de los otros, logré hacer en los demás lo que no quería pasara en mí, y acá me pregunto ¿Realmente estaba defendido mi integridad, o quería lastimar la del otro para que la mía no fuera vulnerada? ¿Habrá un costo asociado de dañar al otro? ¿Cuánto daño llegaba a mí de esas acciones? ¿Cada vez que generaba daño, parte de él regresaba a mí? ¿El primero atacar y luego justificar, fue la rutina constante aprendida desde niño que fue utilizada en mí?, y la respuesta a estas preguntas está clara y es un sí rotundo a todas, atacar en mi está estructurado, fue lo que aprendí, para evitar que las cosas se desborden, ataco, aniquilo, reduzco totalmente, no hay cabida para negociar, revisar un punto medio, permitir que exista por lo menos un dialogo, poder construir un trasfondo compartido de inquietudes; no, eso no existe, solo existe el no dejarme vulnerar, ¿Fuerte no?, pero es más fuerte el verlo, reconocerlo, entenderlo y hacerme cargo, y eso es lo que estoy haciendo, pararme desde el hombre que soy hoy, el adulto, el papá, el hijo, esposo, gerente y ser de sociedad que puede, desde un inicio, pararse ante el mundo desde la responsabilidad de saber anteceder la rabia y colocar la razón, el cuerpo y la emocionalidad adecuadas para responder responsablemente a la posible situación de agresión, ¿Qué si tiene que haber fuerza en esta postura?, claro que sí, pero no desde la violencia, desde la gran energía que tengo para, sinuosamente, expandirla o contraerla según sea necesario, sin necesidad de explotar inmediatamente; gran aprendizaje que llevo incorporado por estos días.

      Para finalizar esta experiencia, estructura o molde de movimiento ante diversas situaciones, me paraba al final desde el arrogante, el que dice “esto es lo que hay y así soy yo”, sin reconocer o dar cabida a mostrar un poco de arrepentimiento; esto, definitivamente, gatillaba el dejar el problema atrás, justificándolo, cerrándolo y dándole el espacio para olvidarlo, algo que hoy, en mi nueva forma de ver, ya no es una opción; el guardar, esconder y olvidar situaciones de maltrato fue lo que me llevo a construir este perfil unitario de comportamiento, esto ya no sirve, lo que sí sirve es una postura conciliadora, de alta escucha, que permita construir trasfondos compartidos de obviedad en donde todo interlocutor aporte, sea parte, ayude, acompañe y permita construir en vez de destruir.

      Entrando un poco en la víctima que aparece después de atacar, identifico otra armadura súper poderosa que se vestía de dolor y lástima, esto aliviaba a la víctima, muchas veces fue copartícipe de momentos en donde los ojos no estaban puestos hacia mí; acá lograba llamar la atención y esto lo conectó, de manera muy intensa, con el no poder hacer uso de herramientas mucho más poderosas y válidas para estos espacios, y era darle cabida a la ternura, el amor, el apropiarme del calor que tengo para dar y para darme; siento que es más fácil de esta manera, pero reconozco que esto no era fácil que lo viera, porque justamente, a pesar que tuve unos padres amorosos y que con sus recursos lograron generar una gran educación hacia mí, este espacio de amor, comprensión y calor de acompasar fue lo que en algún momento de mi vida sentí y vi como una ausencia, así que era más fácil caer en el extremo de la víctima, en el cual entregaba mejores resultados, y tengo muchos ejemplos en la vida: en el trabajo, en el colegio, inclusive con mis amistades, podía fácilmente entrar en esa forma de ser y lograba mi cometido, estar abrazado, acogido, vinculado, el ganarme un espacio, pero desde un lugar incómodo, que al final de cuentas también es una postura arrogante, porque eso que intentaba, con la rabia de minimizar al otro, de hacerlo chiquito, lo dejaba expuesto y vulnerado; esto era precisamente lo que se generaba en mí, sabía que a las víctimas también las protegen y las acompañan, y otra vez aparece la fuerte tendencia de ir a los extremos, de conocer profundamente cómo caer muy bajo y cómo elevarme hasta donde quisiera, pero a mis ojos, desde emocionalidades fallidas y poco estructuradas que dieran un resultado real a la solución de vida que buscaba.

      Quisiera recoger lo expuesto acá con algo que me ha dado muchas vueltas últimamente en la cabeza, dado que en mi ámbito laboral se ha evidenciado una fuerte y rotunda competencia por mostrarme y anular al otro, estar presente y dejar de un lado lo que el otro diga, ubicándome en la situación de afectado y no consultado para, de igual manera, deslegitimar lo que otro haga, anulando la capacidad de construir en equipo, algo que he expuesto en mis últimas sesiones de coaching y que, si lo analizo como un todo, puedo armar una gran unidad con todo lo que he venido comentado.

      En esas ganas de ser el mejor, de ir por la vida con la arrogancia de eliminar, anular, lastimar y defenderme, cuando llega un crítica o comentario sobre lo que hago – de nuevo llega el espacio donde siento que están vulnerando mi lugar –inmediatamente comenzaba a justificar los errores del otro, atacar sus incompetencias, justificar su falta de hacer las cosas, bien entrando por cualquier punto para no pararme desde la responsabilidad y también aceptar mis errores; esto, claramente me llevaba al límite de ser grosero, violentar, transgredir y eliminar al otro, hacerlo pequeño; al final de todo esto, y sabiendo que me había equivocado, me iba a justificar lo sucedido por cómo fue la aproximación del otro, mas no como yo lo había realizado – y llega de nuevo la víctima con dolor, tristeza y miedo -, al haber conseguido el objetivo de justificar mi error y habiendo eliminado al otro, aparece la arrogancia, prepotencia, el que ahora aparecía con el pecho adelante, con la cabeza erguida y la moral en alto, pero sin darse cuenta que había dejado atrás a otro ser humano, lo había menos preciado y no validado como quedaba, construyendo en las directivas de la empresa la noción de conflictivo, competitivo y poco proximal a los clientes desde una forma más amable, constructiva y más orientada a conciliar – mi amigo el justo medio, el equilibrio que he venido reconociendo -.

      Siento que, con este breve, pero elocuente ejemplo, aparece la situación desde una perspectiva opuesta, comienzo a buscar los recursos necesarios para moverme y logro mi cometido de una manera u otra, pero con las pérdidas asociadas al caso. Si voy a otros sistemas, sucede de la misma forma, es más lo que he perdido que lo que he ganado con esta forma de ser, pero rescato que en este proceso los ojos de este observador están abiertos, viéndolo, reconociéndolo, me estoy haciendo cargo y ya no me excuso, tengo ahora la capacidad de parar y mirar la situación con los ojos bien abiertos, escuchando al otro y viendo, con una amplia mirada, el todo de lo que pasa, estas tres visiones están complementando la situación, permitiéndome usar los recursos adecuados en cada momento.

      ¿Y qué falta hoy para hacerme responsable por completo de esta estructura creada en el tiempo? ¿Cómo puedo ahora pararme de modo diferente, reconociendo mi sombra, mis incompetencias? ¿Cuál es ese hilo que me permitirá guiarme por el laberinto de la rutina existencial, para salir a la luz de la realidad? ¿Cómo salir de esa habitualidad a la versatilidad?

      Además, y desde este nuevo espacio. ¿cuáles serán las nuevas actitudes y competencias a utilizar para afrontar mejor las situaciones que seguirán ocurriendo en la vida? ¿Con estas competencias adquiridas, cuál será mi nueva postura ante el mundo? ¿Y con esto nuevo, a dónde quiero llegar?

      Dejo abierto este espacio de indagación para desarrollarlo en el camino de este trabajo, espero dar respuesta a estas preguntas una vez haya recorrido en profundidad esta estructura expuesta, identificada, reconocida y hoy valorada, pero con la firme intención de darle un rumbo de desarrollo diferente.

      Así que acá inicio este viaje por cada una de las situaciones que me llevaron a reconocer esta estructura de coherencia que fue construida a lo largo de mis treinta y cinco años. En este camino se podrán encontrar experiencias de vida que marcaron, con sello propio, cada una de las definiciones mencionadas,

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