La democracia de las emociones. Alfredo Sanfeliz Mezquita

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La democracia de las emociones - Alfredo Sanfeliz Mezquita Directivos y líderes

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(hambre, analfabetismo, derechos humanos, muertes violentas, longevidad, libertad…) se encontrará sin argumentos para decir que el mundo hoy está peor que en el pasado. Es cierto que en algunos aspectos la acción del hombre ha podido herir el planeta, y desde luego también es cierto que las crecientes dinámicas sociales de confrontación y polarización, junto con la práctica del vale todo, que con tanto arraigo se está instalando en nuestra sociedad, nos puede llevar a sentir que nuestro mundo es un desastre. Pero mírese de nuevo la cuestión desde Marte y podremos observar que el mundo como tal, para la población en general, parece estar mejor que en cualquier otra época previa por más que haya aspectos en fase de deterioro.

      Por ello, y por no pretender arreglar el mundo, este libro no es una utopía. Más bien es un identificador o diagnóstico de fenómenos negativos que están emergiendo, o son consecuencia del llamado progreso, y de otros positivos que surgen de forma espontánea en la sociedad como mecanismos propios de su inteligencia de supervivencia. Y si algo pretende es evitar que el mundo se estropee o desarregle precisamente por cuestiones humano-emocionales en las que el grado de analfabetismo en Occidente es todavía muy elevado en comparación con el desarrollo del hombre y de la sociedad en otros ámbitos.

      El ser humano, como consecuencia de las fuerzas de la naturaleza y la inevitable lucha por la supervivencia, tendrá siempre un lado bueno y uno malo. Desde que Adán se comió la manzana estamos destinados a vivir con dolor, sufrimiento, lucha y comportamientos que calificamos de malos y contrarios a la ética, a los principios o los códigos de convivencia que en cada momento se dan en la sociedad. Por ello sería utópico pensar que podemos ir a un mundo ideal en el que todos estemos felices y encajados de manera absoluta y permanente. Además, en general, lo que para unos sería arreglar el mundo para otros supondría un gran desarreglo y ello con multitud de versiones y matices. Por otra parte, es claro que cuando el ser humano arregla algo en sociedad, surge otro nuevo problema o conflicto fruto de un nuevo estadio evolutivo. Por ello este libro se mueve en la dimensión de la observación de lo que ocurre y en la de hacer cierta predicción intuitiva de lo que va a ocurrir.

      Nos encontramos anclados en mentalidades que no conciben una sociedad con formas diferentes de rentabilidad o con sistemas de motivación de la actividad humana no basados en el dinero tal y como hoy funciona. Y ante ello me pregunto, y pregunto a los lectores, ¿nuestros hijos, preferimos que vivan en el mundo más productivo del universo o en el mundo más amable? Seguro que desde Marte esta pregunta la podremos contestar mejor.

      Por ello la predicción de este libro no es la de que la productividad y la competitividad vayan a ser abandonadas en pro de aspectos emocionales y espirituales. Pero sí tengo la firme convicción (y confieso que me gustaría) de que tales aspectos cederán bastante espacio, por imposición del juego de fuerzas del sistema, en favor de la búsqueda de un verdadero bienestar emocional, humano y espiritual. Solo así tenderemos a un más sano (aunque siempre inestable) equilibro que corregirá el exceso de peso que hoy hay en el lado de la balanza de los aspectos económico-financieros tradicionales. Y esto no es algo que vaya a ocurrir, sino que, en mi opinión, ya está ocurriendo, como veremos a lo largo de este libro.

      No niego sin embargo que el libro muestre un cierto sueño respecto a la evolución de la sociedad. Pero es un sueño basado en ciertas lógicas antropológicas que ojalá se impongan a otras. Y es por tanto un sueño de los que hay que tener para construir una sociedad, no solo que sea mejor, sino en la que todos nos sintamos mejor. ¿Cuántas cosas de hoy fueron antes soñadas por alguien en el pasado? ¿No se ha cumplido acaso, al menos parcialmente, el famoso sueño de Martin Luther King?

      Y aunque el libro debiera también estar escrito desde Marte para describir fenómenos y diagnósticos sin mi implicación personal, juicio o preferencia de unas cosas sobre otras, confieso que ello me ha resultado imposible y no puedo por tanto negar que en ocasiones se me verá el plumero respecto a lo que es una evolución deseable, seguramente acopladas a mi propia conveniencia.

Illustration

      PRIMERA PARTE

      Una sociedad cegada y secuestrada por sus caducos paradigmas

      Permítame el lector que comience con una mini fábula que ilustra bien fenómenos de ceguera y secuestro similares a los que se dan en nuestra sociedad.

      La fábula de los airis

       Un mundo peleado por el oxígeno

      Había una vez, hace muchos muchos años, una gran colonia humana que poblaba y dominaba el norte del planeta Tierra en la llamada Tierra del Aire. Ocupaba todo el espacio del hemisferio norte pues el sur estaba ocupado por una enorme laguna. Los miembros de esta colonia, llamados airis, vivían en la abundancia de una naturaleza que resultaba más que suficiente para satisfacer sus necesidades. Gozaban de una vida plena con un buen equilibrio entre el trabajo necesario para cubrir sus necesidades biológicas y el cuidado de su dimensión lúdica, social y espiritual.

      La desgracia invadió la colonia con la llegada de un gran meteorito, que al caer sobre la Tierra desencadenó unos nefastos fenómenos ambientales que transformaron el aire de la atmósfera haciéndolo irrespirable. Solo algunas nubes y corrientes de aire respirable permanecieron en la Tierra, lo que permitió que una parte de los airis pudiera sobrevivir. Repentinamente la vida se había complicado y resultaba muy difícil vivir, lo que despertó agresivas conductas y peleas entre los pobladores para ocupar y aprovechar esas corrientes y nubes de aire respirable. Ante la escasez e importancia de ese aire empezaron a referirse a él como AR, convirtiéndose en el bien más preciado y en el centro y foco de atención e interés de todos los pobladores.

      La carencia de AR despertó la inquietud e iniciativa ciudadanas y la creatividad para encontrar formas para sobrevivir y asegurarse el AR. Comenzó a desarrollarse el ingenio para encerrar las nubes de AR en redes y para captar y envasar las corrientes de AR, que con ahínco se buscaban por la atmósfera. Y, para vivir, los airis crearon trajes-escafandra con depósitos para llevar AR y poder salir con normalidad al aire libre. Con el paso del tiempo habían creado grandes depósitos y acumulaciones de AR, así como una red y mecanismos para transporte y uso del aire, lo que permitió comerciar con él. Algunos empresarios acumulaban grandes cantidades de AR mientras otros carecían de él y su carencia llegó a causarles enfermedad o incluso la muerte.

      Ante la importancia del AR como bien vital, gradualmente se implantaron las «Unidades de Aire Respirable» o AER€OS como moneda de cambio para el tráfico de otros bienes y servicios que la comunidad producía. Con el tiempo, los precios de los intercambios en la sociedad se acabaron fijando en AER€OS. Y, tratándose de un bien vital para la supervivencia de los airis, la captación, gestión, el uso, almacenamiento y explotación de los negocios relativos al AR fueron objeto de regulación y quedaron sujetos a concesión. Había nacido la primera actividad económica regulada supervisada por el «Banco de AER€OS de la Tierra del Aire». Poco a poco, y sin nadie darse cuenta, el mundo se iba impregnando de concepciones y sistemas de funcionamiento basados en el uso de AER€OS. Los sueldos de los airis y los precios de las cosas se fijaban en AER€OS, que se convirtieron en las unidades de referencia y el lenguaje para la presupuestación y planificación de actividades.

      Muchos siglos después de la catástrofe del meteorito, la sociedad había alcanzado gran desarrollo y prosperidad, a la vez que existían importantes excedentes de AR. Los laboratorios iban innovando con tratamientos que desarrollaban los pulmones de los airis para permitirles cierta tolerancia a respirar el aire que antes resultaba totalmente tóxico. Con ello y con el paso de los siglos el aire se fue haciendo gradualmente respirable para más y más airis hasta convertirse en un bien abundante y naturalmente accesible para todos.

      El

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