Limited Inc. Jacques Derrida

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o a proseguir diálogos en el horizonte de una inteligibilidad y de una verdad del sentido, de tal suerte que un acuerdo general pueda, de derecho, finalmente establecerse. Estas comunicaciones deberían mantenerse en el elemento de una lengua “natural” determinada, lo que se llama el francés, que ordena ciertos usos muy particulares de la palabra comunicación. Sobre todo, el objeto de estas comunicaciones debería, por prioridad o por privilegio, organizarse alrededor de la comunicación como discurso o en todo caso como significación. Sin agotar todas las implicaciones y toda la estructura de un “acontecimiento” como este, que ameritaría un muy largo análisis preliminar, el requisito que acabo de recordar me parece evidente; y, si se pone en duda, bastaría con consultar nuestro programa para estar seguros.

      Pero, ¿son los requisitos de un contexto en algún momento absolutamente determinables? Tal es en el fondo la cuestión más general que me gustaría intentar elaborar. ¿Hay un concepto riguroso y científico de contexto? ¿La noción de contexto no resguarda, detrás de una cierta confusión, pre-suposiciones filosóficas muy determinadas? Para decirlo ahora de la manera más resumida, me gustaría demostrar por qué un contexto nunca es absolutamente determinable o, más bien en qué su determinación no está jamás asegurada o saturada. Esta no-saturación estructural tendría por doble efecto:

      1) Marcar la insuficiencia teórica del concepto corriente del contexto (lingüístico o no lingüístico) tal como se recibe en numerosos dominios de investigación, con todos los conceptos a los cuales está sistemáticamente asociado;

      2) Hacer necesarias una cierta generalización y un cierto desplazamiento del concepto de escritura. Éste, por tanto, no podría entenderse bajo la categoría de comunicación, por lo menos si lo entendemos en el sentido estricto de transmisión de sentido. Por el contrario, es en el campo general de la escritura así definida como los efectos de la comunicación semántica podrán ser determinados como efectos particulares, secundarios, inscritos, suplementarios.

       Escritura y telecomunicación

      Si se recibe la noción de escritura en su acepción corriente –lo que sobre todo no quiere decir inocente, primitiva o natural–, hace falta verla como un medio de comunicación. Se debe incluso reconocerla como un potente medio de comunicación que extiende muy lejos, sino infinitamente, el campo de la comunicación oral o gestual. Hay ahí una suerte de evidencia banal sobre la cual el acuerdo parece fácil. No describiré todos los modos de esta extensión en el tiempo y en el espacio. Me detendré, en cambio, sobre este valor de extensión al que acabo de recurrir. Decir que la escritura extiende el campo y los poderes de una comunicación locutoria o gestual, ¿no es presuponer una suerte de espacio homogéneo de la comunicación? El alcance de la voz o del gesto encuentra ciertamente un límite factual, un coto empírico en la forma del espacio y del tiempo; y la escritura vendría, en el mismo tiempo, en el mismo espacio, a aflojar los límites, a abrir el mismo campo a un alcance muy amplio. El sentido, el contenido del mensaje semántico sería transmitido, comunicado, por medios [moyens] diferentes, mediaciones técnicamente más potentes, a una distancia mucho mayor, pero en un medio [milieu] fundamentalmente continuo e igual a sí mismo, en un elemento homogéneo a través del cual la unidad, la integridad del sentido no sería esencialmente afectada. Toda afección sería aquí accidental.

      El sistema de esta interpretación (que es también de cierta manera el sistema de la interpretación o, en todo caso, de toda una interpretación de la hermenéutica), aunque sea corriente, o en tanto sea corriente como el buen sentido, ha estado representado en toda la historia de la filosofía. Diría incluso que es, en el fondo, la interpretación propiamente filosófica de la escritura. Tomaría un solo ejemplo, pero no creo que se pueda encontrar en toda la historia de la filosofía un solo contra-ejemplo, un solo análisis que contradiga esencialmente aquello que propone de Condillac inspirándose estrechamente en Warburton, en el Ensayo sobre el origen de los conocimientos humanos. He elegido este ejemplo porque una reflexión explícita sobre el origen y la función de lo escrito (esta explicitación no se encuentra en toda filosofía y haría falta interrogar las condiciones de su emergencia o su de ocultamiento) se organiza aquí en un discurso filosófico que, esta vez, como toda filosofía, presupone la simplicidad del origen, la continuidad de toda derivación, de toda producción, de todo análisis, la homogeneidad de todos los órdenes. La analogía es un concepto rector en el pensamiento de Condillac. Escogí también este ejemplo porque el análisis que “vuelve a trazar” [retraçant]* el origen y la función de la escritura está situado de una manera no crítica, bajo la autoridad de la categoría de comunicación.1 Si los hombres escriben, es: 1) porque tienen algo que comunicar; 2) porque aquello que tienen que comunicar, es su “pensamiento”, sus “ideas”, sus representaciones. El pensamiento representativo precede y dirige la comunicación que transporta la “idea”, el contenido significado; 3) porque los hombres están ya en estado de comunicar y de comunicarse su pensamiento cuando, de manera continua, inventan el medio de comunicación que es la escritura. Aquí hay un pasaje del capítulo XIII de la Segunda Parte (“Del lenguaje y del método”), Sección primera (“Del origen y progresos del lenguaje”) (La escritura es, pues, una modalidad del lenguaje y marca un progreso continuo en una comunicación de esencia lingüística), parágrafo XIII, “De la escritura”: “Los hombres, ya en estado de comunicarse sus pensamientos por medio de sonidos, sintieron la necesidad de imaginar nuevos signos apropiados para perpetuarlos y hacerlos conocer a personas ausentes*(subrayo este valor de ausencia que, cuestionado de nuevo, arriesga introducir una cierta ruptura en la homogeneidad del sistema). Una vez que los hombres ya están en estado de “comunicar sus pensamientos”, y de hacerlo a través de sonidos (lo que es, según Condillac, una segunda etapa, el lenguaje articulado vendría a “suplir” el lenguaje de la acción, principio único y radical de todo lenguaje), el nacimiento y el progreso de la escritura seguirán una línea directa, simple y continua. La historia de la escritura se cumplirá por una ley de economía mecánica: ganar el mayor espacio y tiempo mediante la abreviación más cómoda; ésta no tendría jamás el menor efecto sobre la estructura y el contenido de sentido (de ideas) que ella debe vehicular. El mismo contenido, anteriormente comunicado por gestos y sonidos, será a partir de ahora trasmitido por la escritura, y sucesivamente por diferentes modos de notación, desde la escritura pictográfica a la escritura alfabética, pasando por la escritura jeroglífica de los egipcios y por la escritura ideográfica de los chinos. Continúa Condillac: “Entonces la imaginación sólo les representó las mismas imágenes que ya habían ellos expresado por acciones y por palabras, y que desde el principio habían hecho al lenguaje figurado y metafórico. El medio más natural fue, por consiguiente, el dibujo de las imágenes de las cosas. Para expresar la idea de un hombre o de un caballo, se representó la forma de los dos, y el primer ensayo de la escritura fue tan sólo una pintura sencilla [simple]” (Yo subrayo [J. D.]).

      El carácter representativo de la comunicación escrita –la escritura como cuadro, reproducción, imitación de su contenido– será el rasgo [trait] invariante de todos los progresos siguientes. El concepto de representación, aquí es indisociable de los de comunicación y de expresión que he subrayado en el texto de Condillac. La representación, ciertamente, se complicará, se darán relevos [relais] y grados suplementarios, devendrá representación de representación en las escrituras jeroglíficas, ideográficas, luego fonético-alfabéticas, pero la estructura representativa que marca el primer grado de la comunicación expresiva, la relación idea-signo, nunca será relevada [levée] ni transformada. Describiendo la historia de los tipos de escritura, su derivación continua a partir de un común radical que no es jamás desplazado y procura una suerte de comunidad de participación análoga entre todas las escrituras, Condillac concluye (esto es prácticamente una cita de Warburton, como casi todo el capítulo): “He aquí la historia general de la escritura, elevada por una gradación sencilla [gradation simple] desde el estado de la pintura hasta el de letra; porque las letras son los pasos

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