Historia de la decadencia de España. Cánovas del Castillo Antonio
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Con todo, ya por aquel tiempo, otra ola de influencia más fecunda había batido los términos de España, ya imitando iniciativas plausibles de otros países, ya coincidiendo con ellas y de propia inspiración. Desde el final del siglo xvii, Nicolás Antonio había demostrado la utilidad de los inventarios bibliográficos de la Minerva nacional, á que se habían añadido en el xviii los de la Biblioteca rabínica y los de la Biblioteca arábiga. Se habían formado al mismo tiempo colecciones valiosas de crónicas de la Edad Media, de Tratados y de Concilios; y aunque fué casi nulo el influjo de los que en la Historia, desde Herder (Ideen über die Philosophie und Geschichte der Menscheit; Idea de la filosofía de la historia de la humanidad), hasta Vico en su Scienza nuova y Bunsen en su Gott in der Geschichte: (Dios en la Historia), quisieron buscar mejor la filosofía de los hechos que la demostración de la verdad de los hechos mismos, pues Tapia que intentó una Historia de la Civilización de España4, y Martínez de la Rosa, que trató de renovar su Bosquejo histórico de la política de España (Madrid, 1857), fracasaron en sus ensayos baladíes; sin embargo, la reacción de las reivindicaciones históricas se impuso hasta sobre los que todavía aleteaban traduciendo al castellano cualquier libro que sobre España apareciera en la producción histórica de otros países, y haciendo, tal vez en nuestra Península, la primera prueba de la originalidad, en 1836, el jefe del Archivo de la Corona de Aragón, D. Próspero de Bofarull y de Mascaró, al dar á las prensas de la Ciudad Condal Los Condes de Barcelona vindicados y cronología y genealogía de los Reyes de España, dotó su libro de tal copia de documentos concordados ó inéditos, que no pudo menos de llamar la atención de los sabios dentro y fuera de nuestro país.
Esta apelación á la restauración documental, á la vez prosperaba ó se emprendía ya por todas partes. Inglaterra, á la que toda economía científica debe tantos impulsos originales, había comenzado á publicar la vasta serie de su Calendar of State Pappiers. En 1835 empezó á aparecer en París, é impresa en su Imprenta Real, la hermosa Collection des documents inédites sur l'histoire de France. En Turín, en 1836, se fundó la Comissione Reale di Storia, y el mismo año, en Florencia, se inauguró por Giuseppe Molini la publicación de los Documenti di Storia italiana, copiati sugli originali è per le più autografi esistenti á Parigi, y en 1839 Eugenio Alberi dió á la estampa, en Florencia también, la primera serie de las Relazioni degli Ambassiatori venete al Senato, que alcanzó hasta 1855, á la que siguieron de 1856 á 1858 las de Nicoló Barazzi é Guglielmo Berchet, y de 1858 á 1860 las de Dominico Caruti sulla corte di Spagna. Entre tanto, el Archivio Storico Italiano, bajo la dirección de Francesco Palermo, editaba, en 1846, las Narrazioni é documenti sulla storia del Regno di Napoli del anno 1522 al 1667, y en 1857 aparecía en Milán la Racolta di cronisti é documenti storici lombardi inéditi, obras todas interesantes para los historiadores españoles.
Pero donde este movimiento tan útil para nuestros estudios históricos tomó más cuerpo fué en el seno de la Société de l'Histoire de Belgique, desde 1841. Rompió en dicho año la marcha el archivero general de dicho país Mr. Louis Gachard, con su Lettre á Messieurs les Questeurs de la Chambre de Representants sur le projet d'une collection de documents concernants, les anciennes assemblées nationales de la Belgique. De este meritorio objeto se encumbró á todas las particularidades salientes de la Historia moderna de su país, es decir, durante el tiempo que prosperó bajo la dominación española. Vino en 1843 á desenvolver en Simancas una documentación tan varia y tan extensa que espanta, y en 1847 ya daba fe de la fecundidad de sus trabajos, publicando en Bruselas la Correspondance de Guillaume le Taciturne, Prince d'Orange; y en 1848 la Correspondance de Philippe II sur les affaires des Pays Bas; y en 1850 la Correspondance du Duc d'Alba sur le invasion du Comte Louis de Nassau en Frise en 1568, et les batailles de Heyligerlie et de Gemmingen; y en 1853 la Correspondance d'Alexandre Farnese, Prince de Parma, avec Philippe II dans les années 1578 á 1581; y en 1855 las Relations des ambassadeurs venitiens sur Charles Quint et Philippe II; y en 1859 la Correspondance de Charles Quint et d'Adrien VI; y en 1867 la Correspondance de Marguerite d'Autriche, duchesse de Parma, avec Philippe II, etc., etc.
Se ha dicho que para iniciar tan vastos trabajos vino á España á visitar y explorar el Archivo Histórico de Simancas, en 1843, y hay necesidad de apuntar aquí qué papel este Archivo comenzó á desempeñar también en este movimiento que produjo el estímulo más activo en el de España desde la muerte del rey Fernando VII. Á nuestra Real Academia de la Historia pertenecen los primeros trabajos para recabar, como recabó de los poderes públicos, desde 1833 las exenciones que se le concedieron y con que comenzó su tenaz labor en pro de la resurrección de los estudios históricos patrios. Y ¡cosa notable! los primeros en aprovecharse de ella fueron los más distinguidos institutos de nuestro ejército, en los que se encendió la emulación más viva para explorar las grandezas de su historia respectiva. La primera Comisión militar que en 1843, en Simancas, se entregó á los estudios históricos de su cuerpo fué la de Ingenieros, y estuvo formada por D. José Aparicio y D. Luis Pascual García; en 1844 fué en persona el conde de Cleonard, D. Serafín María de Soto, á instruirse por sí y á sacar los elementos constitutivos de su Historia orgánica de las armas de Infantería y Caballería. En 1845 se presentó á los mismos fines, en Simancas, otra Comisión del Cuerpo de Artillería, compuesta de D. Mario de la Sala, D. Rafael Biedma y D. Ramón López de Arce. Siguió á ésta, en 1846, la de Infantería, de que formaban parte D. Serafín Estébanez Calderón y D. José Ferrer de Couto, teniendo por secretario de la misma al archivero del Ministerio de la Guerra D. Manuel Juan Diana. Por último, en 1850, trabajó allí con la misma fe la Comisión del arma de Caballería, presidida por el brigadier don Manuel Arizcun con D. Manuel Rodríguez Labrador y D. Antonio López Gijón, y en 1854 funcionó otra de Administración militar de que fué jefe D. Antonio de Silva Bellagín.
Ya la reputación de las riquezas históricas y documentarias de Simancas servían de poderoso acicate dentro y fuera de España para traer á las puertas de la antigua fortaleza castellana un número considerable de exploradores estudiosos. Entre los primeros que allí obtuvieron licencia para practicar sus estudios, se contaban D. Luis López Ballesteros y D. Pascual Gayangos, que trabajaron en sus salas en 1844; D. Miguel Salvá y D. Antonio Ferrer del Río, que allí estuvieron gran parte del año 1845; D. Pedro José Pidal, primer marqués de Pidal, en 1847, y otros hombres ilustres del renacimiento histórico que vinieron después. De fuera de España llegaron príncipes como el duque de Aumale, y otros extranjeros distinguidísimos, entre los que se hicieron notar más el brasileño barón Adolfo de Varnhagen; el director del Real Archivo de Bolonia, Sr. Carlos Malagola; el ministro
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