Rebaños. Stephen Goldin

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Rebaños - Stephen  Goldin

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tan seguro. De todos modos, cuanto más hables, más prejuicios crearás al jurado.

      —Quizás. A pesar de ello, ¿qué otra cosa tenía que haber hecho?

      —Podrías haber dicho no a realizar comentarios. Algo así como “Estamos trabajando en ellos y comunicaremos a sus compañeros cuando hayamos terminado”. Mantenerse callado hasta que todo haya pasado.

      Aquella idea nunca se la hubiera pasado por la cabeza a Maschen. Reaccionó espontáneamente al ver un micrófono delante suyo: y habló.

      Todo el sufrimiento podría haberse evitado sencillamente con las palabras “sin comentarios”, pero no pensó en ello. Se preguntó cuantas personas hubieran echo lo mismo en la misma situación. Lo importante es que la televisión y la prensa seguiría lo que pidiera la gente —personas que de otra manera no pronunciado una palabra en contra de otras para ayudar a la expansión de las noticias.

      Se encogió de hombros.

      —Bueno, es demasiado tarde para poner remedio. Esperemos no haber arruinado tu causa demasiado. Ahora, ¿de qué quieres que hable?

      —Hace unos pocos minutos he tenido una llamada de Wesley Stoneham.

      La manera en la que dijo esas palabras sonó para Maschen como una patata caliente. El abogado del distrito era un hombre que conocía sus limitaciones y se dio cuenta que, sin este trabajo público, se convertiría en un fracasado. Por consecuencia, conservar este puesto era el objetivo principal en su mente a todas horas, especialmente cuando recibía llamadas de un hombre cuyo poder en el condado estaba creciendo rápidamente.

      —¿Qué tenía que decirte? —preguntó Maschen.

      —Quería decir si se ha realizado algún arresto por el asesinato de su mujer.

      —Bien. Supe de él hace un par de horas, y nadie ha venido hasta aquí para confesarse. ¿Qué espera de nosotros?

      —Tómatelo con calma, John. Todos estamos bajo un gran estrés. Imagínate lo que debe estar sintiendo —llega a la cabaña por la noche y encuentra... bueno, literalmente un baño de sangre. Su esposa cortada en pedazos. Es normal que se siente un poco desconsolado.

      —¿Dio alguna pista sobre quien cree que lo hizo?

      Maschen se dio cuenta que aquella era el tipo de pregunta más adecuado para hacerle a Stoneham, pero el fiscal parecía actuar como el sustituto de Stoneham.

      —Sí, de hecho lo hice. Mencionó aquellos hippies que vivían en el desfiladero Totido. Ya sabes, una comuna.

      De hecho Maschen conocía “aquella comuna”. Su oficina recibió una media de doce llamadas a la semana sobre ellos, justo cuando vinieron desde otra zona desierta hace tres meses. San Marcos era una comunidad conservadora, compuesta de mucha gente mayor, parejas jubiladas con poca o inexistente tolerancia por el hecho de que su estilo de vida era marcadamente diferente y afectaba a los jóvenes. Sucediera lo que sucediera, el sospechoso siempre apuntaba primero hacia alguno de los miembros de la comunidad.

      Un hombre llamado Carl Polaski estaba al cargo del grupo. Maschen solamente lo conocía de pasada, pero parecía ser un hombre inteligente y razonable. Un poco demasiado mayor para llevar la comuna de aquella manera, según la opinión del sheriff, pero por otro lado mostrada madurez hacia los jóvenes. Los mantenía en orden. Hasta la fecha, ningún tipo de cargos fueron aplicados a algún miembro de los hippies. Maschen había desarrollado un respeto a regañadientes por Polaski, a pesar de que el estilo de vida escogido por aquel hombre fuera el opuesto al del sheriff.

      —¿Qué le hace pensar que ha tenido algo que ver con ello?

      —¿Crees que alguien normal y corriente habría descuartizado un cuerpo de aquella manera? Aquellos hippies viven solamente a una milla de la cabaña de Stoneham. Uno o un grupo de ellos podrían haberse reunido e ir hasta allí.

      —¿Es tu teoría, o la de Stoneham?

      —¿Importa? —preguntó Willsey con un tono cada vez más a la defensiva— la cuestión es que aquella gente es rara. Creen que los estandartes de un mundo normal no son aplicables para ellos. ¿Quién sabe de lo que son capaces? Hemos estado intentando hacerles fueras desde que llegaron; todo han sido problemas con esa gente.

      —Howard, tú sabes tan bien como yo que no se ha probado nunca nada contra ellos.

      —Eso no les hace inocentes, ¿no? Donde hay humo, me huele a incendio provocado.

      Mashen ladeó su cabeza hacia ambos lados cerrando casi por completo sus ojos.

      —Stoneham realmente te está pisoteando, ¿no?

      Willsey se enfureció.

      —¿Y que pasaría si fuera así? Quizás lo habrás olvidado, John, pero nosotros no somos otra cosa que pequeños peces en esta piscina. Stoneham es un pez gordo. Tanto tu como yo tendremos que volver a aplicar para nuestras oficinas el años que viene, ¿recuerdas? Y la ayuda de Stoneham será de mucha ayuda, te lo aseguro.

      El sheriff suspiró.

      —Muy bien, por tu bien irá a hablar con Polaski.

      —No sólo a hablar —dijo Willsey sacando algunos papeles del bolsillo de su chaqueta— me he tomado la molestia de obtener una orden hasta su arresto.

      Soltó los papeles sobre el escritorio.

      El sheriff los miró con cara de sorprendido.

      —¿No te has parado a considerar la posibilidad de que estés equivocado?

      Willsey se encogió de hombros.

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