Un Rastro de Vicio . Блейк Пирс

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Un Rastro de Vicio - Блейк Пирс страница 14

Un Rastro de Vicio  - Блейк Пирс Un Misterio Keri Locke

Скачать книгу

encantador llamado Ernesto ‘Chiqy’ Ramírez.

      —¿Chiqy? —preguntó Ray.

      —Creo que podría ser un apodo —un apócope de chiquito. O sea, un pequeñito. Y como este sujeto parece estar por encima de los ciento cuarenta kilos, supongo que es un chiste.

      —¿Sabes dónde podemos encontrar a Chiqy? —preguntó Keri, nada divertida.

      —Desafortunadamente, no. No tiene dirección conocida. Habitualmente, parece que se mueve entre bodegas abandonadas, donde monta burdeles improvisados que funcionan hasta que son objetos de redadas. Pero tengo algunas buenas noticias.

      —Tomaremos lo que tengas —dijo Ray mientras subían a su auto.

      —Tengo una dirección de Dean Chisolm. Y resulta ser que es la localización exacta donde el GPS de ambas chicas fue apagado. Se las estoy enviando ahora mismo, junto con una foto de Chiqy.

      —Gracias, Kevin —dijo Keri—. Por cierto, puede que hayamos encontrado un mini-Kevin trabajando como guardia de seguridad en el centro comercial; muy entendido en tecnología. Quiere ser policía. Podría ponerlo en contacto contigo si te parece bien.

      —Seguro. Como siempre digo: ¡Nerds del mundo, uníos!

      —¿Es eso lo que siempre dices? —se burló Keri.

      —Generalmente lo pienso —admitió él, y colgó antes de que ellos pudieran decirle más necedades.

      —Pareces extremadamente centrada para ser alguien que acaba de enterarse de que las chicas que estamos buscando pueden haber sido atrapadas por una red de tráfico sexual —comentó Ray con sorpresa en su voz.

      —Estoy tratando de llevarlo con suavidad hasta donde pueda —dijo Keri—. No creo que haya probabilidad de que dure mucho más. Pero no te preocupes. Cuando encontremos a Chisolm, hay una respetable probabilidad de que realice una remoción amateur de tatuajes usando mi navaja suiza. Es algo lindo y aburrido.

      —Bueno saber que no has perdido tu lado extremo —dijo Ray.

      —Nunca.

      CAPÍTULO SEIS

      Keri trató que el corazón no se saliera de su pecho mientras se hallaba agazapada detrás de un arbusto al lado de la casa de Dean Chisolm. Se forzó a sí misma a respirar más despacio y en silencio, con el arma agarrada entre sus manos mientras aguardaba a que los oficiales uniformados tocaran la puerta principal. Ray estaba en un sitio parecido al de ella al otro lado de la casa. Había otros dos oficiales en el callejón de atrás.

      A pesar del fresco que hacía, Keri sintió que una gota de sudor corría por su columna, justo bajo su chaleco antibalas, y trató de ignorarla. Eran pasadas las 7 p.m. y la temperatura estaba por debajo de los diez grados, pero ella había dejado su chaqueta en el carro a fin de tener una mayor libertad de movimiento. Podía imaginar lo pegajosa de sudor que estaría si se la hubiera dejado puesta.

      El golpe dado a la puerta por uno de los oficiales sacudió todo su cuerpo. Se dobló un poco más para asegurarse que nadie que atisbase por una de las ventanas pudiera verla detrás del arbusto. El movimiento le produjo una ligera punzada en su costilla. Se había roto varias en un altercado con un secuestrador de niñas hacía dos meses. Y aunque técnicamente estaba completamente restablecida, ciertas posturas todavía hacían que la costilla protestara.

      Alguien abrió la puerta y ella se forzó a hacer oídos sordos al ruido de la calle para escuchar con atención.

      —¿Es usted Dean Chisolm? —oyó que preguntaba uno de los oficiales. Podía sentir los nervios en su voz y esperaba que quienquiera a quien le estuviese hablando no estuviera en las mismas.

      —No. Él ahora no está aquí —contestó una voz muy joven, pero sorprendentemente llena de confianza.

      —¿Quién eres?

      —Soy su hermano, Sammy.

      —¿Qué edad tienes Sammy? —preguntó el oficial.

      —Dieciséis.

      —¿Estás armado, Sammy?

      —No.

      —¿Hay alguien más en la casa, Sammy? ¿Tus padres, quizás?

      Sammy rió ante la pregunta antes de recobrar la compostura.

      —No he visto a mis padres en mucho tiempo —dijo en tono de burla—. Esta es la casa de Dean. La compró con su propio dinero.

      Keri había aguantado bastante y salió de detrás del arbusto. Sammy miró en esa dirección justo en el momento en que ella enfundaba su pistola. Ella vio que sus ojos se agrandaban brevemente a pesar de sus mejores esfuerzos por conducirse de manera displicente.

      Sammy se veía como la copia al carbón de su hermano mayor, incluyendo la piel pálida y los múltiples tatuajes. Su cabello era también negro, pero demasiado rizado para ponerlo en puntas. Aún así, vestía el obligado uniforme punk —camiseta negra, jeans ajustados con una innecesaria cadena colgando de ellos, y botas de trabajo negras.

      —¿Cómo se las arregló Dean para comprar su propia casa con solo veinticuatro años? —preguntó ella sin presentarse.

      Sammy la contempló, tratando de decidir si podía o no ignorarla.

      —Es bueno en los negocios —contestó, con un tono que denotaba, si bien no abiertamente, una actitud desafiante.

      —¿Le ha ido bien en los negocios últimamente, Sammy? —preguntó ella, dando un paso adelante, siempre agresiva, aspirando a sacar de su centro al chico.

      Los dos oficiales uniformados le cedieron el puesto de tal manera que no había nadie entre Keri y Sammy. Ella no sabía si era una decisión consciente de parte de ellos, o era que querían quitarse de en medio de la confrontación. Sea como fuese, estaba feliz de tener todo el espacio para ella.

      —No sabría decir. Yo soy solo un pobre estudiante de secundaria, señora —dijo, sonando más áspero.

      —Eso no es verdad, Samuel —arremetió ella, feliz de haber leído el archivo sobre Chisolm que Edgerton le había enviado mientras rodaban hasta la casa. Vio que usar su nombre de pila le había sorprendido—, dejaste la escuela la primavera pasada. Le has mentido a una detective del Departamento de Policía de Los Ángeles. Ese no es un buen comienzo para nuestra relación. ¿Quieres enmendarlo?

      —¿Qué quiere? —preguntó Sammy lleno de cautelosa petulancia. Ahora ya no jugaba en su terreno, y salió al porche yendo en contra de su buen juicio.

      No se dio cuenta que Ray salía sin hacer ruido del otro lado de la casa y se colocaba a unos pasos de él. Keri avanzó para conservar la atención sobre ella. Ahora poco más de un metro los separaba.

      —Quiero saber dónde está Dean —dijo, abandonando el tono juguetón—, y quiero saber dónde están las chicas que trajo esta tarde.

      —No sé dónde está. Se fue hace unas horas. Y no sé nada acerca de unas chicas.

      A

Скачать книгу