En mi principio está mi fin. José Rivera Ramírez

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En mi principio está mi fin - José Rivera Ramírez Ensayo

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Finalmente, Harry vuelve a abandonar la casa, reconciliado con su historia y con rumbo incierto, como parte de su camino de expiación.

      El cóctel (1950), nos relata el conflicto de un matrimonio carente de amor. Lavinia y Edward invitan a unos amigos a un cóctel en su casa, pero pocas horas antes Edward descubre que Lavinia, su mujer, le ha abandonado. Los amigos llegan a la fiesta y Edward inventa una excusa para explicar la ausencia de Lavinia. Un invitado misterioso (Riley) pone a Edward frente a su auténtico problema y le va conduciendo a través de una especie de terapia a la que se van sumando la propia Lavinia, Celia, amante de Edward, y Peter, amante de Lavinia. Riley, ayudado por Julia y Alex, va acompañando a los protagonistas a descubrir su misión en la vida, empezando por aceptarse a sí mismos y aprendiendo a amar a los demás.

      En El secretario particular (1953), Sir Claude regenta una oficina de negocios en la City londinense y contrata a Colby como su secretario particular, sustituyendo al viejo Eggerson. Colby es realmente hijo de Sir Claude, pero no quiere hacerlo público hasta sondear la reacción de su extravagante esposa, Lady Elizabeth, que desconoce este hecho. Colby es un músico frustrado que ha sido criado por una tía suya (Mrs. Guzzard) pagada por Sir Claude. Las vocaciones frustradas de Sir Claude, que siempre quiso ser alfarero, y de Colby, ya comentada, serán uno de los ejes de la historia. El otro se construye en torno a la paternidad de Lucasta, también hija no reconocida de Sir Claude, la del propio Colby, que finalmente se descubre que no es hijo de Sir Claude, y la identidad de un hijo abandonado de Lady Elizabeth, que finalmente se descubre que es B. Kaghan. El reconocimiento de la paternidad y de la propia vocación constituyen el tema de la obra.

      El viejo estadista (1958) se refiere en su título al protagonista, Lord Claverton, un político retirado que ha ocupado importantes cargos en la administración. Vive con su hija Mónica, comprometida con Charles. Lord Claverton recibe la visita de Gómez, que resulta ser un amigo de juventud que tras verse envuelto en asuntos turbios abandonó el país, cambió de nombre y vuelve tras 35 años de ausencia. La presencia de Gómez reaviva recuerdos oscuros de su juventud y pone en evidencia el contraste entre la auténtica existencia de Lord Claverton y la apariencia en la que se ha volcado durante toda su vida. Lord Claverton ingresa en una casa de retiro, regentada por Mrs. Piggott, donde encuentra a Mrs. Carghill, que fue un amor de su juventud y vuelve a reavivar los mismos fantasmas. Aparece entonces Michael, hijo de Lord Claverton, que quiere abandonar el país para huir de su desastrosa vida. El amor entre Mónica y Charles contrasta con el deseo de huida de Michael (del presente) y de Lord Claverton (del pasado). La presencia de Gómez en la casa de retiro desencadena el enfrentamiento de Lord Claverton con sus fantasmas del pasado y su liberación.

      Quizá, actualmente, T.S. Eliot sea más cercano al gran público como autor de El libro del viejo Possum sobre gatos domésticos que contiene los poemas en los que se inspiró el musical Cats, obra de éxito mundial relativamente reciente.

      Sólo queda advertir al lector que estamos publicando materiales de trabajo (eso son los Cuadernos de Estudio), y pueden encontrar textos pendientes de revisión y con algunos datos imprecisos que hemos mantenido, por fidelidad al autor, tal y como se recogen en el original.

      Miguel Ángel Martínez López

      Editor

      Octubre de 2016

      EN MI PRINCIPIO ESTÁ MI FIN

      CUADERNOS DE ESTUDIO SOBRE EL TEATRO Y LA POESÍA DE T.S. ELIOT

      José Rivera Ramírez

      EL SECRETARIO PARTICULAR

      Día 12 de febrero de 1966 - madrugada

      La comprensión tardía

      Sir Claudio respecto de su padre:

      “No, nunca le entendí

      Era yo entonces demasiado joven.

      Y cuando tuve madurez bastante para entenderle no existía ya.”

      Y prosigue la misma idea en toda la conversación con Colby (A. I).

      Pero se puede ‒y ya se ha dicho­‒ comprender hasta un cierto punto. Por eso lo que hay que aceptar y conocer son los límites de la comprensión: Lucasta: “Lo que es difícil es reconocer los límites de nuestra comprensión” (A. II).

      El objeto del mutuo conocimiento no es el quién, sino el qué.

      Así Colby dice a Lucasta, que va narrarle hechos de su historia:

      “…no, mi curiosidad fue por saber qué eres,

      Pero nunca quién eres,

      En el sentido en que se entiende siempre.” (Act. II).

      Y en el Act. III, después que Lucasta conoce la ‒falsa‒ filiación de Colby, responde a la frase de éste:

      Colby.- “Pero ahora que sabes lo que soy...

      Lucasta.- Quien eres nada más, pues me han dicho

      Que eres hermano mío;

      Pero así es más difícil conocer lo que eres.

      El conocimiento del otro nos hace descubrir semejanza, matizada de desemejanzas:

      Lucasta.- “¿Qué he pensado hasta ahora? Es extraño ¿verdad?

      Que a medida que vamos conociendo mejor a una

      Persona, descubrimos

      Que en ciertas cosas tan inesperadas

      Se parece muchísimo a nosotros.

      Pero entonces se empiezan a advertir diferencias

      Dentro de aquellas mismas semejanzas.” (Act. II).

      La comprensión de otro es un cambio en el que comprende a otro, porque en realidad el cambio es comprenderse a sí mismo, y el camino ‒un camino al menos‒ la comprensión ajena.

      Lucasta.- “Creo que estoy cambiando

      Que he cambiado muchísimo en las dos horas últimas.

      Colby.- También yo, me parece.

      Mas quizás eso que llamamos cambio...

      Lucasta.- Sea llegar a comprender mejor lo que uno es en realidad.

      Y tal vez la razón de que eso ocurra...

      Colby.- Es que se ha comenzado a comprender a otro.”

      De ahí Lucasta rompe en el deseo de contar su nacimiento, pero Colby no lo necesita, le interesa ‒temperamento intelectual‒ el qué, no el quién.

      Es evidente, que todo este sentido de comprensión no es un movimiento desapasionado ‒yo no sé por qué se empeña el vulgo (que es casi todo el mundo) en oponer idea y pasión, como si uno no pudiera apasionarse intelectualmente‒ sino un conocer al otro, lo que es y poderse poner en comunicación con él. Hay por tanto interacción entre el conocimiento propio y el ajeno.

      Por lo demás, un medio de llegar a comprenderse es dar un cierto crédito a la capacidad de comprensión de

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