Mercados y bienestar. Varios autores

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Mercados y bienestar - Varios autores

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de valores le da sentido a la relación M-D-M, mercancía-dinero-mercancía. Las mercancías se pueden cambiar por dinero porque son encarnaciones de trabajo, y la ley de equivalencia es fruto de la “identidad entre la cantidad de trabajo abstracto que se cede y el que se recibe”.

      Recuerda Cataño que la gran incertidumbre del empresario es el “salto mortal de la mercancía”, que como se define en el capítulo tercero de El capital, es el proceso que convierte el trabajo privado en trabajo socialmente aceptado. Para el productor es fundamental que su mercancía sea reconocida en el mercado. El trabajo privado se puede convertir en cuotas del trabajo social, señala Marx, gracias al papel que cumple el dinero como mercancía que facilita el intercambio. En palabras de Cataño:

      […] el intercambio socializa lo que en una primera instancia es privado, pero este privado debe recibir una expresión inicial en dinero, y en tal sentido la mercancía es en un principio una encarnación de dinero (no de trabajo social) y, en seguida, tras el intercambio efectivo, lo privado se ha socializado cuando se entrega a su productor unidades monetarias, por definición representantes sociales del valor.

      El dinero es la expresión del trabajo abstracto. Pero esta relación, sostiene Cataño, es confusa en la presentación de Marx. De acuerdo con Cataño, la dimensión del valor “precede lógicamente a la existencia del dinero”. Una mercancía puede cumplir la función de mercancía moneda solo en virtud de la existencia de un trabajo abstracto. Por tanto, la secuencia M-D-M tendría que ser reformulada en otros términos que reflejen el proceso de circulación monetaria. La aproximación adecuada sería D-M-D. Esta mirada permite entender el proceso capitalista de generación de plusvalía, y permite captar mejor la relación entre el valor absoluto y el dinero. La relación simplificada hace explícito el circuito monetario D-D´, que le permite a Marx mostrar dos aspectos centrales. Primero, el objetivo del capitalismo no es la producción de los bienes por sí mismos, sino la búsqueda de la riqueza abstracta. Se trata de que en el proceso el dinero final sea superior al dinero inicial D. Segundo, la producción tiene que tomar la forma de gasto monetario, para que el dinero inicial permita comprar los bienes de producción y pagarles a los obreros. En la sociedad capitalista el gasto monetario es absolutamente necesario para que haya producción. Esta situación no se presenta en el mundo mercantil simple porque los bienes resultan de la actividad del propio trabajador.

      Yendo más allá de la argumentación de Cataño, la discusión que es relevante en su contenido, no necesariamente lo es en sus conclusiones4. El trabajo concreto se refiere a la materialidad específica del bien. El trabajo abstracto tiene que ver con la valoración monetaria y corresponde a un criterio general, por fuera de las características específicas de cada proceso productivo. La relación entre el trabajo concreto y el trabajo abstracto podría leerse con la lente estrecha de la dicotomía clásica, que busca una simetría entre los mundos monetario y real. Pero esta visión es muy simplista. En la perspectiva de Marx, hay una relación directa entre estas dos formas de trabajo, que corresponden a relaciones complejas que van mucho más allá del intercambio, que es el objeto de estudio de la dicotomía clásica. Según Marx, el trabajo incorpora relaciones de explotación que no se pueden observar en el proceso de compra y venta de mercancías.

      Cuando el punto de partida es la búsqueda de una teoría objetiva del valor, la dualidad entre trabajo concreto y trabajo abstracto lleva a hacerse la pregunta por la gravitación de los precios de mercado alrededor de un precio natural. Con la lógica de la teoría objetiva, es indispensable buscar un ancla. Aun los autores que han defendido una aproximación subjetiva al valor se han preocupado por anclar las relaciones monetarias. Esta necesidad se ha acentuado en los últimos años, sobre todo a partir de las dos guerras. En el siglo XIX la inflación no era una preocupación central de la teoría. Al observar las series largas de Piketty (2014) se comprueba que entre 1700 y 1913 la inflación anual a duras penas llegó al 1%. El aumento de los precios comenzó a ser una preocupación después de la Primera Guerra5. En estas condiciones de bajísima inflación es factible introducir la reflexión sobre la dicotomía clásica, que postula una relación simétrica entre los mundos real y monetario. Es razonable suponer, entonces, la existencia de una correspondencia entre trabajo concreto y abstracto. La moneda es, de alguna manera, la expresión del trabajo abstracto.

      Con el paso del tiempo el desarrollo de los sistemas financieros ha llevado a un distanciamiento cada vez mayor entre los mundos monetario y real (Davidson, 1978). A medida que estas situaciones se van presentando, la pregunta por la naturaleza del dinero es más urgente. La progresiva autonomía del dinero y de los procesos financieros lleva a dudar de la correspondencia entre trabajo concreto y trabajo abstracto. Las preocupaciones de Marx responden a las características de una sociedad en la que existía una relación estrecha entre la moneda y las dinámicas reales.

      La preocupación de Cataño por el papel de la moneda y su relación con el valor absoluto se vuelve especialmente compleja cuando la distancia entre los activos financieros y el mundo real se va ampliando. En las circunstancias actuales la pregunta por el vínculo entre la moneda y el trabajo abstracto puede ir perdiendo sentido. Y, como afirma Cuevas, el acento de la reflexión se ha dirigido a un campo de naturaleza keynesiana. Quizás por fuera de las preocupaciones de Cataño, en las sociedades contemporáneas habría que indagar de manera especial por las causas de la creciente autonomía del dinero.

      II. CONTINÚA LA DISCUSIÓN SOBRE LA ENSEÑANZA DE LA ECONOMÍA

      En el breve artículo “La economía como disciplina y profesión” (Cuevas 2001b), se preocupó de manera directa por la enseñanza de la economía y por su naturaleza, como disciplina y profesión6. Cuevas aborda cuatro temas: la teoría pura, el uso de matemáticas, la econometría y el análisis institucional. La absolutización de alguna de estas dimensiones termina en miradas parciales, que no contribuyen al conocimiento de la complejidad de los hechos económicos. Cuevas insistió en que la enseñanza debía ser amplia e interdisciplinar. Estas premisas garantizan que la formación ofrezca elementos críticos que permitan entender que con frecuencia “lo correcto” está directamente relacionado con el poder. La enseñanza de la disciplina no puede hacer abstracción de estas lógicas jerárquicas en las que se impone, de manera más o menos arbitraria, el significado de “lo correcto”.

      Cuevas comienza analizando la relación entre la teoría y la investigación concreta, y termina mostrando que los avances en la economía institucional obligan a eliminar la condición del ceteris paribus, ya que el contexto es relevante y siempre modifica las interacciones causales. Critica la absolutización de las matemáticas: “[…] luce triste el espectáculo de una matemática del péndulo del siglo XVIII, con la ingenua pretensión de poder demostrar la malevolencia inmanente de la política económica y la superioridad de las reglas sobre la discrecionalidad” (Cuevas, 2001b, p. 253).

      Desde joven, Cuevas (1971) alerta sobre la importancia de entender los métodos cuantitativos y la econometría desde una mirada amplia, y siempre con una perspectiva histórica7. Desde hace más de un siglo dentro de la economía convencional ha habido mucha discusión sobre el uso de las matemáticas. Según Marshall (1898), siempre fue claro que la economía debería prestarle especial atención a la biología, que debería ser su principal disciplina auxiliar, ya que tiene presente el cambio permanente. Samuelson (1947) aceptó la relevancia de la dinámica, pero la congeló de manera magistral gracias al llamado principio de correspondencia,

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