No tan incendiario. Marta Sanz

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No tan incendiario - Marta Sanz

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aquí, por ver la viga en el ojo propio, por reconocer el peso y el volumen de nuestras alienaciones cotidianas: las que tienen que ver con la obsesión por la salud, por la seguridad, por el fútbol y los patrióticos triunfos deportivos, por las grandes superficies comerciales y la televisión, por el concepto mismo de una literatura reducida a autoayuda, a buenos sentimientos, a «lo bonito» –yo quiero escribir feo de lo feo y dinamitar con violencia los dictados del «canon»–, por las redes sociales, el aire acondicionado y el calor, los móviles –¿producen cáncer?– y las tecnologías que imponen nuevas formas de relación humana: en La red social (David Fincher, 2010) se describe, en-tre la oscuridad de la película, cómo la amistad es un ingrediente en la receta de un negocio, mientras, al otro lado del espejo –más allá del espacio virtual y las sombras de la caverna– los amigos se mienten para obtener un beneficio. Comparto esta perspectiva moralista: no me siento inclinada a iniciar una revolución satánica de valores que comience por deconstruir la idea de amistad. Sin embargo, aspiro a repensar conceptos bastardos sobre el individuo, el respeto, la tolerancia, los propios derechos; las alienaciones cotidianas que se relacionan con la corrupción y con nuestra disposición a corrompernos con las pequeñas cosas; las que se vinculan con el autoritarismo, la violencia, el miedo, las relaciones familiares, la autocensura, la disposición a sacrificarse en y por el trabajo… Después de releer la anterior enumeración, el nombre de un escritor y el título de tres de sus libros me llegan a la punta de la lengua: Isaac Rosa, autor de El país del miedo (Seix Barral, 2008), La mano invisible (Seix Barral, 2011) y de La habitación oscura (Seix Barral, 2013).

      2. A veces da la sensación de que la cultura de la izquierda habla de cosas que, afectándonos desde un punto de vista sentimental, son en realidad las que menos nos afectan. De lo que más miedo nos da hablar es de nuestra vida y de una experiencia cotidiana que, en el ámbito literario, se estiliza y se expurga hasta quedarse en los cueros del amor, la fantasía, el ácido lisérgico, los caballeros templarios, el bar… Pero ¿no vas cada mañana al trabajo?, ¿no te pagan poco?, ¿no se te muere un amigo sin sedación?, ¿tienes una casa donde vivir?, ¿crees en los príncipes azules?, ¿te ves gordo?, ¿te parece que el amor es básicamente una cuestión de química?, ¿no sabes si dar una propina en la peluquería después de que te hayan cortado el pelo?, ¿das limosna?, ¿respondes con amabilidad a los vendedores telefónicos?, ¿crees que siempre te están timando?, ¿sabes que te están timando y eres incapaz de reaccionar?, ¿te sientes superior a los otros?, ¿has perdido amistades por juntar la polla con la olla?, ¿a veces te sientes tan bueno que te crees tonto?, ¿reclamas en un supermercado si la compra no te llega a la hora fijada y se te descongela la merluza?, ¿mides las consecuencias de tus actos?, ¿quiénes son tus amigos?, ¿tienes amigos? Ahora quiero citar, por lo menos, dos novelas de Belén Gopegui: La conquista del aire (Anagrama, 1998) y El padre de Blancanieves (Anagrama, 2007); una de Elvira Navarro, La trabajadora (Mondadori, 2014); otra de José Ovejero, Nunca pasa nada (Alfaguara, 2007); y una tercera de Fernando Royuela que habla de un resucitado mientras escribe la sátira terrible del mundo en que vivimos, Cuando Lázaro anduvo (Alfaguara, 2012). También las dos singulares novelas de Pelayo Cardelús: El esqueleto de los guisantes (2006) y Las vacaciones de Iñigo y Laura (2013). Las dos publicadas en Caballo de Troya. Y las de Juan Vilá aparecidas en Piel de Zapa: m (2013) y El sí de los perros (2014).

      3. Lo anterior se relaciona con el robo de nuestro lenguaje: solidaridad, compromiso, libertad, igualdad, fraternidad, conciencia crítica, humanidad, humanismo y humanitarismo. Todos los términos forman parte del glosario de Camus. Las entradas del diccionario sartriano se han quedado en blanco gracias a la frecuente utilización de una estrategia prestada del nuevo, auténtico y financiado periodismo de investigación: el de la prensa rosa. La vida privada de Sartre lo deslegitima. A veces leo artículos donde acabo imaginándome la bragueta de Jean Paul.

      4. Giorgos Lanthimos en su película Canino (2009) presenta a una familia que es la parábola de una sociedad que infantiliza a sus miembros protegiéndolos no tanto de sus pulsiones como de una capacidad crítica e intelectual que les permita ver y, en consecuencia, sufrir. Para ello, los padres aíslan a sus hijos tras los muros de un jardín –la literatura, el paraíso, la ficción balsámica– y les hurtan el lenguaje: generan un idioma paralelo, con los significados desplazados, que impide la comprensión de los referentes visibles y de las nociones abstractas. Los padres, el discurso hegemónico, cargan interesadamente el lenguaje de significados ficticios para manipular a sus hijos. La crítica a esa permeabilidad del lenguaje y del pensamiento es la faceta ácida de la propuesta metodológica de la posmodernidad. En Canino las interferencias en el significado llevan a la creación de una nueva antropología, a la instauración de nuevos miedos –los gatos–, de un renovado tótem y tabú, de un novedoso desarrollo biológico: la caída del canino es la marca de madurez, el síntoma de una edad adulta que permite emprender una vida autónoma. La hija mayor se salta los dientes mirándose al espejo.

      5. También se ha instaurado una conexión semántica inquebrantable entre democracia y capitalismo. Casi todas las palabras hurtadas se las han apropiado los «capitalistas filantrópicos» como Bill Gates. Más allá del pragmatismo, de la rentabilidad y de la eficiencia, más allá de la máscara del buen corazón, los bachilleres tendrían que seguir estudiando latín para entender las relaciones de significado, la lógica, la coherencia y la cohesión –a veces hormigón puro, emplasto indestructible– de los discursos sobre los que ejercer la crítica.

      ILUSTRACIÓN 414

      Žižek aprieta fuerte el lápiz

      Si usted abre en You Tube los vídeos en los que Slavoj Žižek (Liubliana, 1949) asegura que los vegetarianos se están convirtiendo en «mon-keys», puede creer que está ante un iluminado irrespetuoso que cecea más allá de la exigencia fonética de su apellido. Pero Žižek es un pensador irreverente: de formación interdisciplinar, marxista y lacaniano, le da la vuelta a los lugares comunes de una ideología neoliberal que, camuflada como los camaleones, asumimos co-mo estilo de vida. Žižek aboga por un discurso anticapitalista, desacomplejado, que no base sus estrategias emancipatorias en reivindicaciones ecológicas, feministas o multiculturales, sino económicas y sistémicas. Para Žižek la revolución, representación de la utopía, podría tener como eslogan uno de los leitmotivs de La ópera de cuatro cuartos: «¿Qué es el robo de un banco comparado con la fundación de un banco?».

      Sobre la violencia. Seis reflexiones marginales (Paidós) nos descubre a Žižek como pensador no políticamente correcto, sino correctamente político.

      ¿Es Bill Gates un filántropo?

      Para Žižek, cuando un capitalista emprende acciones filantrópicas da un sentido a su vida. El beneficio no es sólo psicológico sino sistémico: esas caridades liman las contradicciones del capitalismo y retardan su crisis.

      ¿Quién encarna al mal en nuestras sociedades?

      Los cómplices en la devastación universal que huyen de las consecuencias de sus acciones depredadoras, «viviendo en urbanizaciones cercadas, alimentándose de productos macrobióticos…».

      ¿Quiénes son los culpables de las víctimas del liberalismo?

      Frente a los responsables de los crímenes comunistas, en la barbarie capitalista parece que nadie ha de purgar ninguna culpa. Que todo es resultado del curso natural y objetivo de la Historia.

      ¿Qué implica mi obligación de ser tolerante?

      Tiene que ver con la exigencia intolerante por parte del otro de reservar su espacio.

      ¿Son respetables todas las creencias?

      Sobre la condescendencia y el relativismo, que impone la idea de que nunca existe una verdad, descansa la falsa tolerancia. Žižek

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