HAGEO. Caleb Fernández Pérez
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En todo esto apreciamos una razón escatológica que hacía que el templo fuera imprescindible. La reconstrucción del templo, en ese momento, era una condición para esclarecer el advenimiento de la era mesiánica y la manifestación de la gloria de Dios en la historia.15 Hageo establecía en su profecía que el templo era un símbolo de la continuidad entre el pasado y el presente. En esa continuidad se perfilaba el sentido profético, orientado siempre hacia el futuro, reconociendo a Jehová como soberano de la creación y asegurando que Él iba a hacer algo a gran escala en la historia.
Por lo tanto, no se puede estudiar a Hageo y evitar la reflexión sobre la relación que existe entre el “templo de Jehová” y la “gloria de Dios”. Si el templo del Antiguo Testamento existía para la gloria de Dios, la paralización del proyecto de reconstrucción no era apenas el abandono de las obras de un edificio, era la indiferencia del pueblo de Dios hacia la presencia de Jehová, y la manifestación de su gloria en medio de ellos.
El pueblo de Dios, ya sea antes como Israel u hoy como iglesia, existe y existirá para la gloria de Dios. Pero cuando vemos a la iglesia indiferente, colocando prioridades ajenas, viviendo el exitismo del presente, sembrando mucho pero cosechando escasamente, advertimos la necesidad urgente de estudiar el mensaje de Dios a través de Hageo. Tal como sucedía con el pueblo de Dios cuando regresó del cautiverio babilónico, el pueblo está mirando, pero a sí mismo. Construye casas artesonadas, y padece, al parecer sin notarlo, de la parálisis de la reconstrucción de su espiritualidad. Va sin anhelos de la presencia y de la manifestación gloriosa del Dios de la historia.
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3 Jeremías 29.5–7.
4 Esdras 2.64; Nehemías 7.66.
5 Isaías 43.9–15.
6 Juan 4.21–22; Isaías 9.11.
7 Esdras 1.2–4; 6.3–5.
8 ¿Quién ha quedado entre vosotros que haya visto esta casa en su gloria primera, y cómo la veis ahora? ¿No es ella como nada delante de vuestros ojos?
9 Esdras 5.1; 6.14.
10 Levítico 23.23–35.
11 Levítico 16 y 23.26–32.
12 Levítico 23.33–43
13 Ezequiel 43.1–2
14 Ezequiel 1.8–9, 2.17.
15 Ezequiel 2.6–9.
Hageo 1.1–4
Dios nos llama a un diálogo honesto
Era el tiempo del retorno, Dios había conseguido un cambio en la política imperial. El rey Ciro ii decide decretar el regreso de los judíos y permitir la reconstrucción del templo y la ciudad de Jerusalén. Cincuenta mil personas regresaron lideradas inicialmente por Sesbassar, el gobernador de Judá designado por el rey; posteriormente, por Zorobabel, con quien se inició la reconstrucción del templo.16
Un tiempo después se sucedieron dos caravanas comprometidas con el rey para algunas tareas específicas. La liderada por Esdras se ocupó de la restauración de la reeducación y la enseñanza, a partir de la interpretación de la ley de Moisés. Había que darle sentido a la nueva oportunidad que tenía el pueblo de Dios tras el exilio y a las nuevas generaciones, en un contexto diferente.17 El segundo grupo, liderado por Nehemías, se ocupó de la reconstrucción de la ciudad y de sus muros.18
Los primeros capítulos de Esdras hablan de los grandes sacrificios del primer grupo de exiliados, pero también de las grandes esperanzas que se habían despertado en ellos por las profecías de Isaías sobre un anhelado siervo de Jehová, que habría de irrumpir en la historia. Cuando llegaron a Jerusalén no había más que ruinas y pobreza, además de la oposición de los samaritanos y la población local. Como consecuencia de ello, poco se hizo para lograr la reconstrucción del templo en aquellos primeros dieciséis años, entre el 536 y el 520 a. C.
Era evidente que no se había oído en Jerusalén voz profética hacía mucho tiempo. Podemos imaginar el impacto del pueblo al saber que Dios con un diálogo honesto se presenta y rompe el silencio para hacer preguntas francas y directas por medio del profeta Hageo. ¿Era el tiempo para lo que estaban haciendo? ¿Por qué no les iba bien en lo que hacían?
A Hageo le toca la tarea de concientizar al pueblo acerca del sentido de su espiritualidad y la fuerza de su esperanza, por el pacto de Dios aún vigente para su pueblo.
Resignación histórica para continuar los proyectos
En el año segundo del rey Darío, en el mes sexto, en el primer día del mes, vino palabra de Jehová por medio del profeta Hageo a Zorobabel hijo de Salatiel, gobernador de Judá, y a Josué hijo de Josadac, sumo sacerdote, diciendo […] (Hag 1.1)
Algo estaba sucediendo en la relación del pueblo con Dios. El entusiasmo del regreso por un lado, y luego la clara intervención divina en la política del Imperio, favoreciendo el retorno, no habían sido suficientes para priorizar la gratitud y la adoración, expresada inicialmente en la preocupación por la reconstrucción del espacio de culto. La obra había sido paralizada y los líderes políticos, representados por Zorobabel, se desentendieron de la misión encomendada; y aun los líderes religiosos, representados por Josué, estaban resignados a una realidad: la obra era grande y por eso lo mejor era comenzar por acomodar mejor las viviendas y más tarde se vería lo que se podía hacer.
Era el primer día del sexto mes, de elul19, día de luna nueva, el día en que el pueblo se juntaba para adorar a Dios. Esto iba a realizarse en un templo en ruinas. Después de tantos años de silencio profético, la voz de Dios vino al pueblo en un día de adoración. El día de luna nueva era día santo, un nuevo año se iniciaba. Las actividades relacionadas con el trabajo eran suspendidas, de la misma forma que en el día de reposo20, y una ofrenda en sacrificio especial era ofrecida al Señor para reparación de la ofensa y reconciliación.21