Homo sapiens. Antonio Vélez
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Juego e imitación
La mente del niño es demasiado joven para tener pasado y demasiado inmadura para tener futuro. El niño vive ocupado y preocupado solo en el juego, que es todo presente, aunque su finalidad sea futura. Vive, como el resto de los animales, únicamente para el aquí y el ahora. Por contraste, al adulto le preocupa fundamentalmente su futuro. Y el viejo vive solo de su pasado. Por eso los mahometanos dicen que la vejez comienza cuando los recuerdos son más importantes que las esperanzas.
Es bien conocida por todos la necesidad permanente de jugar que acompaña a todos los niños normales del mundo y que se sobrepone muchísimas veces al esfuerzo contrario de algunos padres anticuados, que confunden juego con travesuras. Padres que ignoran, lo mismo que el niño, la importancia adaptativa del juego; o, equivalentemente, la importancia que este tiene para la adquisición de destrezas y para el normal desarrollo físico y síquico de los infantes. En realidad, el juego es una eficiente manera de perder el tiempo para ganar adaptación.
Puede medirse con precisión el nivel evolutivo de una especie animal por la complejidad de la conducta lúdica que exhiben sus individuos jóvenes. La vida de los insectos es muy corta, sin tiempo para aprender ni padres para enseñar. El juego, en estas especies de huérfanos sin niñez, no tendría ningún significado. Los peces, los reptiles y otras formas inferiores se caracterizan por su seriedad; todas sus acciones van dirigidas estrictamente a cumplir con las funciones vitales de alimentarse, reproducirse y descansar, sin que dediquen ni esfuerzo ni tiempo a la acción divertida de jugar. En realidad, no lo requieren: su comportamiento es muy simple, rígido y sencillo de programar con minuciosidad en el código genético, de tal suerte que el animal recién nacido puede conocer con detalle todo lo que va a necesitar en su vida adulta, bastándole únicamente un corto periodo de maduración y práctica para que se revele y consolide el paquete completo de conductas. La evolución es sabia: los individuos de esas especies pueden permanecer en completa inactividad sin mostrar la más mínima señal de aburrición, lo que representa una gran economía energética.
Para que se dé la conducta lúdica es necesario poseer un cerebro lo suficientemente complejo, dotado de una gran capacidad de aprendizaje y capaz de generar un comportamiento generalizado y versátil, además de una infancia prolongada y sin responsabilidades exigentes. Por eso, tal forma de comportamiento solo se ha observado en los vertebrados superiores. Son muy pocas las especies de aves que juegan, los cuervos entre ellas, indudablemente una de las especies aladas más inteligentes. No obstante, es al ascender por el árbol de los mamíferos cuando empezamos a encontrar de verdad la conducta lúdica, haciéndose esta cada vez más compleja y rica a medida que progresamos en la escala evolutiva y, también, a medida que la especie se hace más y más social.
Entre los primates encontramos a los reales campeones del juego. El carácter juguetón de estos animales ha constituido siempre el principal atractivo de los zoológicos. Sin embargo, el representante más eximio de todos los jugadores, y con una ventaja considerable sobre las demás especies, es el Homo sapiens. En él se da, adicionalmente, la infancia más prolongada y libre de responsabilidades de todo el reino animal, con el evidente propósito adaptativo de poder explotar al máximo el potencial de aprendizaje que va implícito en la conducta lúdica. Más aún, el hombre es la única especie en la cual esa conducta no se extingue con la pubertad. Jorge Wagensberg (1989) destaca con inteligencia la importancia del juego en el adulto:
Porque el humano no deja de jugar; se trata, probablemente, de un lance neoténico. Y no solo eso. Como el adulto ya ha aprendido todo lo esencial, el juego se libera de tener que cumplir una misión concreta y surge otra clase de juego, un juego más creativo y trascendente a largo plazo: el juego inútil, el juego absurdo, el juego para disfrutar, el tipo de juego que conduce, no a sobrevivir, sino a la creación científica y artística.
La gran ventaja adaptativa de la neotenia o infancia prolongada es la versatilidad en las conductas que proporciona al animal. Los individuos se pueden desarrollar en perfecto ajuste con el entorno particular que les corresponda, en razón de la gran maleabilidad que ofrecen los organismos jóvenes y del hecho de disponer del tiempo libre requerido por el aprendizaje, ya que en las especies neoténicas a los pequeños se los libera completamente de las responsabilidades del grupo. Entre los ajustes más destacados está la socialización: los jóvenes aprenden con fidelidad y gran facilidad las costumbres principales de su grupo, se inician en los roles correspondientes a sus respectivos sexos y aprenden a convivir con sus congéneres, cuando todavía no han llegado a la madurez.
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