Currículo intercultural afrocolombiano. Luis Alfredo González Monroy
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En este sentido, se buscó explorar los significados que atribuye esta comunidad afrocolombiana a su riqueza y legado cultural como agente patrocinador de los procesos de aula, e incorporarlos, a posteriori, de forma transversal, en el currículo escolar construido por la comunidad como característica distintiva de su identidad sociocultural e histórica, y como parte del ejercicio ciudadano de comprensión y aceptación de las diferencias de nuestra sociedad colombiana que favorezca las relaciones diversas y plurales de las culturas existentes en condiciones de respeto, tolerancia y solidaridad.
Es así como se quiere destacar la importancia de hacer investigación desde escenarios de vulnerabilidad y diferenciación que permitan la visibilización de aspectos culturales y étnicos pocos reconocidos y aprovechados en las dinámicas escolares. Aspectos que, entre otras cosas, hacen referencia al objeto de este estudio, en favor de la cimentación de identidad afrocolombiana y su reconocimiento en el ámbito educativo desde una práctica pedagógica innovadora e incluyente.
Esta iniciativa educativa se muestra como el resultado de una exigencia social a la necesidad de crear espacios de diálogos interculturales que impulsen la sana convivencia entre sus miembros, en contextos en los que aún se evidencian actitudes discriminatorias por razón de etnia, credo e ideologías. Lo anterior significa que el estudio tiene una característica adicional, y es su naturaleza inclusiva, que convoca a otros mundos de saberes y cosmovisiones a dialogar y reflexionar sobre su papel y aportes a una sociedad cada vez más justa y equitativa, que en palabras de Santos (2006) se describe de la siguiente manera:
Existen diversos tipos de conocimientos, diferentes maneras de conocer. Se debe emprender una búsqueda de las diferentes alternativas de conocimiento y de acción, tanto en aquellos escenarios en donde han sufrido una supresión que resulta más obvia de rastrear, como en aquellos en donde se las han arreglado para subsistir, así sea de una forma desacreditada y marginal. Es una búsqueda que debe desarrollarse en el sur, como la metáfora con la que identifico el sufrimiento que ha padecido el ser humano bajo el sistema capitalista globalizado (p. ٥٠٦).
Es de acotar que una gran multiplicidad de conocimientos que llevan consigo una insuperable sabiduría ha desaparecido como consecuencia de las inhumanas acciones prejuiciosas de un sistema capitalista, que ha querido sobresalir subestimando y marginalizando otras formas de conocimiento, distintas a las reconocidas por este. Conocimientos que, en muchos casos, se han resistido a ser aniquilados y han sobrevivido buscando maneras “desacreditadas y marginales” de ocultarse, para no ser hallados por este sistema, que ha desaprovechado la experiencia y sapiencia de sus pueblos herederos.
Este desaprovechamiento ha tenido como resultado una pérdida irrecuperable para la ciencia y la sociedad, que han podido robustecer la comprensión y sabiduría de este universo diverso y plural a través de la aceptación, familiarización y profundización de otras cosmovisiones, a las que se les ha apartado del escenario social y científico, por considerarlas insignificantes y de poco valor. No se les ha dado el lugar ni la importancia que les corresponde. Por mucho tiempo se les ha subestimado y se les ha querido mantener ocultas. Situación que ha sido diferente para el conocimiento eurocéntrico, el cual, desde su llegada a lo que hoy es América, en el periodo de la Colonia, se ha impuesto arrogantemente sobre otras formas y ha permanecido hasta el día de hoy. ¿Cómo lo ha hecho? Walsh (2009a) afirma que ha sido mediante la “geopolítica del conocimiento que tiende a hacer despreciar y a oscurecer las historias locales, a la vez que, autoriza un sentido ‘universal’ de las sociedades ‘multiculturales y del mundo multicultural’” (p. 9).
No cabe duda que esta geopolítica del conocimiento, promovida inicialmente por los europeos en el continente americano, ha descalificado y negado la riqueza epistémica de sus pueblos ancestrales. Es necesario entonces romper estructuras establecidas para empezar a abrir pequeñas brechas en las que, por medio de propuestas pedagógicas e investigativas, las personas puedan reconocerse en los otros, haciendo humanidad de manera correspondida, como ejercicio esencial para una vida social en tranquilidad. Por ello, se busca identificar y reconocer otros escenarios y alternativas de conocimiento que amplíen el panorama de aprendizajes, cada vez más significativos y particulares, como el que convocó al presente estudio, dentro de un marco de los saberes y tradiciones afrocolombianas. En ese orden de ideas, se reafirma la urgencia de formular, de acuerdo con Santos (2010):
[…] alternativas postcoloniales y post-imperiales, que incluya una crítica radical del imperialismo y cree una posibilidad de resistencia y alternativa contra hegemónicas, con un doble objetivo: establecer una nueva relación de equilibrio dinámico entre el principio de igualdad y el principio de reconocimiento de la diferencia; y mostrar el potencial de traducción intercultural para crear alianzas basadas en la idea de que la comprensión del mundo es mucho más amplia que la comprensión occidental del mundo y que la emancipación social debe ser repensada con la misma amplitud (pp. ٨-٩).
Sin lugar a equivocaciones, el colonialismo aún imperante en nuestras naciones sigue marginalizando los saberes de los pueblos indígenas, Rrom1 y afrocolombianos, los ha posicionado como saberes no modernos y locales frente a la universalidad del conocimiento occidental. Por esta razón resulta necesario proponer alternativas antiimperialistas que procuren la armonía entre las diferencias culturales y étnicas, que hoy conviven en condiciones de desigualdad e injusticia social. Al mismo tiempo que se establecen acuerdos para legitimar la multiplicidad de conocimientos que existen y que contribuirían a la consecución de una vasta comprensión del mundo.
Así las cosas, se apuesta en esta iniciativa pedagógica, sustentada en el reconocimiento a las diferencias, que busca avanzar en la construcción de una ideología intercultural, que acepte y valore la diversidad, la equidad, la democracia y los saberes ancestrales como conocimiento práctico y universal, que coexiste en igualdad de condiciones con el conocimiento occidental hegemónico, en un mundo cada vez más globalizado y dinámico, que exige nuevas formas de comprensión de las realidades existentes y que respondan a las actuales condiciones socioculturales de las territorialidades y las localidades.
Al respecto, De Sousa (2009) ofrece una explicación a dicha situación al poner en evidencia una de las posibles razones de la marginalización de los saberes ancestrales, cuando afirma: “que los intercambios e interpretaciones siempre han sido muy desiguales e inherentemente hostiles” (p. 81).
Y es que, a partir de la colonización de lo que actualmente se conoce como América, las comunidades originarias, raizales y palenques han recibido un trato desigual y hostil por parte de una sociedad hegemónica monocultural. Lamentablemente, hoy cuando se podría suponer que se han superado muchas de esas barreras étnicas, todavía se observan miramientos y reparos por su condición de indígenas, Rrom y/o afrocolombianos. Por tanto, la escuela en su papel de agente social ha de proponer escenarios de reconciliación que acerquen esas brechas que la misma sociedad ha puesto entre sus miembros solo por un color de piel, y que en este caso, se quiere amainar con la implementación de un currículo intercultural.
Por consiguiente, este currículo no se circunscribe únicamente a la escuela, es necesario que trascienda a todos los espacios comunitarios y sociales. Por ello, se involucró a toda la sociedad “sanjuanera”2 en la construcción de identidad afrocolombiana, en el afán de reproducir el legado ancestral que poseen, sin claudicar, en una postura de reivindicación, proyectándolo como instrumento de autorreconocimiento y autoaceptación.