Antropología. Jorge. G. Aranguren

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Antropología - Jorge. G. Aranguren Doce uvas

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      1 La unión hace la fuerza. O, en sentido contrario: divide y vencerás.

      Verdad

      Así como se llama bien aquello a lo que tiende el apetito, se llama verdadero aquello a lo que tiende el entendimiento. La diferencia entre el apetito, el entendimiento o cualquier otro tipo de conocimiento, reside en que, en el conocimiento, lo conocido está en quien lo conoce; en cambio, en el apetito, el que apetece tiende hacia lo apetecido. De este modo, el término (al que se dirige) el apetito, es decir, el bien, está en lo apetecido; pero el fin (al que se dirige) el conocimiento, que es lo verdadero, está en el mismo entendimiento.

      El bien está en la cosa, en cuanto que está ordenada al apetito; y por eso la noción de bondad deriva de la cosa apetecida por el apetito, por lo cual, si es apetito del bien se llama apetito bueno. En cambio, lo verdadero está en el entendimiento en cuanto que hay conformidad entre este y lo conocido; por eso es necesario que la noción de verdadero derive del entendimiento hacia lo conocido, como también se llama verdadera aquella cosa conocida en cuanto que tiene alguna ordenación hacia el entendimiento.

      La ordenación que lo conocido tiene hacia el entendimiento puede ser esencial o accidental. Es esencial cuando su propio ser depende del entendimiento; y accidental en cuanto que simplemente es cognoscible por el entendimiento. Por ejemplo: una casa tiene relación esencial con el entendimiento de su constructor; y accidental con cualquier otro entendimiento del que no dependa. Pues bien, el juicio sobre una cosa se fundamenta en lo que es esencial en ella, no en lo que en ella es accidental. Por eso, cualquier cosa se dice que es absolutamente verdadera según la relación que tiene con el entendimiento del que depende. Por el mismo motivo, se dice que las cosas artificiales son llamadas verdaderas por su relación con nuestro entendimiento. Así, se dice que una casa es verdadera cuando se asemeja a la imagen que hay en la mente del constructor; y que una frase es verdadera cuando expresa un pensamiento verdadero.

      1 Ideas, razones, concepciones, designios.

      2 Poner al descubierto, manifestar. Se remiten al sentido de verdad, en griego aletheia, reivindicado en el siglo xx por Martin Heidegger, pero bien conocido desde mucho tiempo antes.

      BIEN,

      AMOR

      Se dice que algo es bueno en cuanto que es perfecto. Y la perfección de algo puede ser contemplada desde tres puntos de vista. Primero, la perfección como constitutiva del ser de algo; por ejemplo: en el fuego, la primera perfección sería el ser que tiene por su forma sustancial. Segundo, la perfección a la que se le añade algo indispensable para un obrar perfecto; en el fuego, la segunda perfección sería su calidad: ligereza, sequedad y similares. Tercero, la perfección a la que tiende algo como a su fin; en el fuego, la tercera perfección la tiene en cuanto está detenido en su lugar propio. (I, 6, 3)

      El primer movimiento de la voluntad y de cualquier facultad apetitiva es el amor. El acto de la voluntad y de cualquier facultad apetitiva tiende al bien y al mal como objetos propios. El bien, en sí mismo y de forma principal, es el objeto de la voluntad y del apetito; el mal es bien solo por otro y secundariamente, esto es, en cuanto que se opone al bien. Por eso es necesario que los actos de la voluntad y del apetito que se orientan al bien sean anteriores a los que se orientan al mal. Como la alegría es anterior a la tristeza y el amor al odio. Siempre, lo que es por sí mismo, es anterior a lo que es por otro. (I, 20, 1)

      El amor tiene siempre una doble dimensión: una, el bien que se quiere para alguien; otra, aquel para quien se quiere el bien. Pues en esto consiste, propiamente, amar a alguien: querer para él el bien. Si alguien ama a otro está queriendo el bien para ese otro, y, consecuentemente, lo trata como si fuera él mismo, deseando para el otro el bien que desea para sí mismo. En este sentido el amor es llamado fuerza de fusión (vis unitiva) porque se funde con otro considerándolo como si fuera él mismo. (I, 20, 1, ad 3)

      Como nuestra voluntad no causa la bondad de las cosas, sino que es movida por ella como por el objeto, de igual modo nuestro amor, por el que queremos el bien para alguien, no causa su bondad. Sucede más bien al revés. Es decir, su bondad, ya sea real o aparente, provoca el amor por el que queremos que conserve el bien que posee, y alcance el bien que aún no tiene. A ello nos entregamos. (I, 20, 2)

      MAL

      Dios no quiere otro bien más allá de su propia bondad; sin embargo, algún bien lo quiere más que otro. Por ese motivo, no quiere en modo alguno el mal de la culpa, que trae consigo la privación de la ordenación al bien divino. Pero quiere el mal como defecto natural, es decir, el mal de pena, ya que quiere algún bien que trae consigo algún mal. Ejemplo: queriendo justicia, quiere el castigo; queriendo conservar el orden de la naturaleza, quiere que algo sea destruido en la naturaleza. (I, 19, 9)1

      Cada uno de los opuestos es conocido por el otro. Ejemplo: por la luz, las tinieblas. De ahí que sea necesario que a partir de la noción de bien se conozca el mal. «Bien» es todo aquello que es apetecible. Como toda naturaleza desea su ser y su perfección, es necesario afirmar que el ser y la perfección de cualquier naturaleza tiene razón de bondad. Por lo tanto, no es posible que el mal indique algún ser o una determinada forma o naturaleza. Por tanto, no nos queda más que decir que con el nombre de mal se indica una determinada ausencia de bien. Por eso se dice que el mal ni existe ni es bueno, porque como quiera que todo ser, en cuanto tal, es bueno, no ser bueno y no ser es lo mismo. (I, 48, 1)

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