Rincones tenebrosos. Fabián Sevilla
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Rincones tenebrosos
Dos novelas para tener pesadillas
Fabián Sevilla
Ilustraciones:
Fernando Carmona
Índice de contenido
Ricones tenebrosos. Dos novelas para tener pesadillas
Algo horrible hay en el sótano
"El miedo anda por todas partes
aunque busca rincones donde esconderse.
Puede ser una cabaña perdida
o el sótano de una casona que se ve inocente.
Son rincones comunes y corrientes,
pero oculto ahí el miedo espera
para atacarte por sorpresa
y convertirte en su presa.
Hay que estar alerta y alejarse presurosos
de esos rincones tenebrosos."
Advertencia escrita en un antiguo
manual para cazar fantasmas y monstruos.
1. Rumbo a la aventura
¡Hacer un campamento en un club rodeado por cerros! A los chicos y las chicas que iban a la colonia de vacaciones les encantó la propuesta.
Pero los cuatro coordinadores tenían todo súper programado. Y desde que llegaron al club, los chicos debieron cumplir con un estricto y cronometrado plan de actividades.
—¡Esto es peor que el cole! –se quejó al tercer día Nahuel y los demás estuvieron de acuerdo.
Ya empezaban a aburrirse, cuando les informaron que el día sábado lo tendrían libre.
—¡Por fin vamos a hacer lo que queramos! –celebró Enzo.
—¿Qué se les ocurre? –se entusiasmó Magalí.
—No sé… no sé –repetía ansiosa Delfina.
Antes de irse a dormir, ese mismo viernes y frente a una fogata, todos planeaban cómo disfrutarían del sábado de libertad. A Nahuel, Enzo, Magalí y Delfina no les costó ponerse de acuerdo.
—Queremos hacer una expedición a los cerros de la zona –les informó Delfina a los coordinadores de la colonia.
—No vamos a ir muy lejos –prometió Nahuel–. Y volveremos antes de que sea de noche…
—Además, miren el cielo –les señaló Magalí–, dudo que mañana haya tormenta…
—Y en las mochilas llevaremos todo lo necesario –aseguró Enzo queriendo demostrar que sabía un montonazo sobre expediciones–. Cantimploras llenas, los celulares, linternas, sándwiches, paquetes de papitas fritas y una brújula.
Así convencieron a los coordinadores y al otro día, muy temprano, los cuatro salieron rumbo a la aventura.
Enzo, el guía sabelotodo, caminaba dando indicaciones que ninguno de sus tres amigos escuchaba.
Lo seguían Magalí y Delfina. La dos se detenían a cada paso para sacar fotos con sus celulares a lo que fuera: avispas, flores silvestres, arbolitos secos… incluso las piedras.
Nahuel iba muy atrás. Ya no le parecía tan genial haber salido de expedición y se quejaba de todo: le dolían los pies, tenía mucho calor, se le clavaban espinas en las zapatillas…
Al llegar a la cima de un cerro, descubrieron que muy abajo había un valle. Enzo quiso sorprender a los otros y gritó:
—HOLA, ¿CÓMO ESTÁN?
El eco le devolvió su propia voz:
—Hola… la… la… cómo… mo… mo… están… tan... tan...
—ESTAMOS JOYA –gritó Delfina.
En el acto, escucharon el reflejo de su voz:
—Estamos… tamos… mos… joya… ya…yaaaaa…
Los cuatros se reían a lo loco mientras el eco también repetía sus carcajadas.
Pero dejaron de reírse cuando, de pronto, el eco subió desde el fondo del valle. Y lo que les decía, sonaba con una voz extrañísima:
—No… le… abran… bran… bran… la… puerta… ta… taaaaa…
2. El eco misterioso
—¿Y ese eco? –se preocupó Nahuel–. Si ninguno de nosotros dijo nada…
—Será alguien que anda por este lugar y también está jugando con el eco… –supuso Enzo.
Apenas dijo la última palabra y de nuevo la misteriosa voz les advirtió:
—No… estoy… toy… toy… jugando… ando… dooooo…
Las piernas de Nahuel se le volvieron de dentífrico y se abrazó a Delfina, a quien se le comenzaban a enrular los nervios.En un instante, nubarrones gigantescos y amenazantes habían cubierto el cielo.
Pero fue