Soy Pablo Penalti, futbolista. Jaquelina Romero
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Con el paso de los años mejoró, pero cuando se enoja vuelve con las suyas y paso a ser el Pabo de la casa.
En cambio, no me molesta el del celador en la puerta del colegio: todas las mañanas me saluda con ese "Cammmpeón", con muchas emes, que me da energía para entrar, y lo acompaña una palmada en la espalda.
Es el aliento de la victoria para aguantar lo que venga, especialmente las dos horas de la clase de Música con el coro de ángeles, la flauta dulce y el Do-Re-Mi.
Por último, algunos de los sobrenombres que mi papá me puso, porque él sí que me llama de muchas maneras: empecemos por Piti, Pitu o Pitufo, este puede ser porque, evidentemente, no soy hijo de Ginóbili; también me llama Cabezón, Pablito y Pali. Va cambiando según los días, si traigo buenas notas me dice "¡Genio!" y si no me va tan bien, el Genio se mete en la botella.
Finalistas
En el colegio, todos nos felicitan porque quedamos finalistas del Campeonato Regional. Mientras las chicas hacen la lista de los más guapos, tarea sumamente estresante que les insume todo el recreo, nosotros planeamos estrategias y jugadas: nos estamos preparando para el partido más importante en el que participan todos los colegios de la capital. En los últimos tres años perdimos la final, la historia se repite, pero esta vez tiene que ser distinto, queremos levantar la copa.
Mi mejor amigo se llama Lucas, no juega al fútbol, le gusta más la robótica, su sueño es crear un robot que le tienda la cama, le guarde la ropa, lo peine, le lave los dientes y haga la tarea. No le gustan las actividades deportivas, es un científico en gestación y el más inteligente del aula, siempre lleva la bandera en los actos. Estoy muy orgulloso de él.
Lo conocí cuando empezamos primer grado, estábamos en la fila, yo me di vuelta y le pregunté: "¿Querés ser mi amigo?".
—¡Claro que sí! –me dijo él.
Ahora que somos más grandes me confesó que aceptó porque fui el único que se lo pidió y entre eso y no tener amigos, prefirió aceptar, no le quedaba otra.
También me confesó otras cosas: que le parecí muy hablador y petiso (en su casa me apodaron “loro parlanchín"). Ya se acostumbró a que hablo sin parar, es más, si no hablo, se preocupa y me pregunta si me pasa algo.
El amor
Hablemos de chicas… Es difícil este tema, más, porque todos estamos enamorados de la misma chica: María Rocío Sánchez.
Rocío no es la más linda de todas pero es la más simpática y tiene un cabello largo y brilloso y unos ojos negros redondos, con pestañas hasta el cielo y una sonrisa que le ocupa la mitad de la cara. Pienso que podríamos ser amigos, es a lo único que puedo aspirar, porque en la lista de los más guapos estoy en el octavo o noveno lugar.
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