El Viento Del Amor. Guido Pagliarino
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Es por esto que, al tratar nuestro tema de fondo, Dios-Amor en el Primer Testamento, debemos examinar, aunque sea a grandes líneas, los acontecimientos históricos del pueblo de Israel y, cuando menos a grandes rasgos y donde sea posible, considerar la situación personal de los redactores bíblicos. Por ejemplo, veremos que a Esdras, impulsor principal aunque probablemente no sea el redactor del Pentateuco, le mueve y ayuda ser funcionario judío en el reino de Persia y custodio de las antiguas tradiciones hebreas, superviviente de la deportación a Babilonia.
Empezaremos en la época de los judíos, hacia el final de la Edad del Bronce.
Pieter Paul Rubens, Sansón y Dalila, óleo sobre tabla, ca. 1609, National Gallery de Londres.
Capítulo I
DEL 1200 A.C. A LA ÉPOCA DEL SEGUNDO TEMPLO
Bibliografía principal de este capítulo: AA. VV. (a cargo de David y Pat Alexander), Guida alla Bibbia, Edizioni Paoline – Roma, 1980; AA. VV. (Joseph Schreiner y colaboradores), Introduzione letteraria e teologica all’Antico Testamento, Edizioni Paoline s.r.l., quinta edición 1990; AA. VV. (bajo la dirección de John A. Garraty y Peter Gay), Storia del mondo, Vol. I, Arnoldo Mondatori Editore, 1973; Abraham Cohen, Il Talmud, traducción de Alfredo Toaff, Gius. Laterza & Figli S.p.A., Roma-Bari, 2003; Giovanni Filoramo, «Giudaismo», en, de AA.VV., Manuale di storia delle religioni, Gius. Laterza & Figli, 1998; A cargo de P. Bonsirven (elección de los textos a traducir del original), Daniel-Rops (prólogo), Enrico Galbiati (presentación), La Bibbia apocrifa, Editrice Massimo s.a.s., 1990; Edmondo Lupieri, Capítulo Il «Giudaismo del secondo tempio e le origini del Cristianesimo», pp. 7-19, y «Radicalizzazione dell’osservanza e aperture ai non giudei (da Pompeo a Nerone)», pp. 20-68, en, de AA. VV. (a cargo de Giovanni Filoramo y Daniele Menozzi), Storia del Cristianesimo, Gius. Laterza & Figli, vol I, 1997; Alviero Niccacci, La casa della sapienza, voci e volti della sapienza biblica, Edizioni San Paolo s.r.l., 1994; Giovanni Odasso, «L’esilio come luogo di salvezza», in Leggere la storia come salvezza, número monográfico de Parola, Spirito e Vita – quaderni di lettura biblica, n. 1 enero-junio de 2003, Centro editoriale devoniano; Michel Morre, Dizionario Mondadori di Storia Universale, primer tomo, Arnoldo Mondatori Editore, 1973; Enzo Cortese, artículo «Per una teologia dello spirito nel tardo profetismo», Studium Biblicum Franciscanum, Jerusalem, Liber Annuus, ISSN 0081-8933 (1997) volumen 47 páginas 9-32, Edizioni Terra Santa. Se puede encontrar una extensa discusión en el siguiente volumen (todavía en el mercado): Enzo Cortese, «Il tempo della fine: Messianismo ed escatologia nel messaggio profetico», Edizioni Terra Santa https://www.edizioniterrasanta.it/shop/il-tempo-della-fine/
Los ideales heroicos
La Edad del Bronce se cierra con dos series de invasiones. Una provino del nordeste, llevada a cabo por los Pueblos del mar, que es como llamaron los egipcios a los invasores, y en esta serie de ocupaciones, poco antes del 1200 a.C., la tribu de los Peleshei, llamados filisteos por los griegos y en la Biblia, se apoderaron de la tierra de Palestina, dándole su nombre, mientras que el resto se dispersa en diversas zonas en torno al Mediterráneo realizando incursiones hasta Grecia y, tal vez, incendiando los palacios de Micenas y Pilos.
El declive de la civilización micénica se produce en torno al 1200 a.C. por razones poco claras. Tras el hallazgo en Pilos de tablas endurecidas por un incendio en el palacio real, se ha planteado la invasión marítima, porque en ellas se habla de preparaciones militares para defender la costa de un peligro inminente de invasión y porque, en ese mismo periodo, la civilización egipcia pasó serias dificultades y la hitita desapareció por los llamados pueblos del mar, por lo que se puede suponer que esos mismos pueblos fueron los invasores. Una explicación más tradicional es sin embargo la de la invasión por la población indoeuropea de los dorios. Por otro lado, otros estudiosos consideran que el declive de la civilización micénica fue causado por meros factores económicos y demográficos, y tal vez climáticos, y los incendios no se deberían necesariamente a los invasores.
La otra serie de invasiones viene del sudeste y son tribus seminómadas de lengua aramea que provienen de los confines del desierto de Arabia, que se infiltran primero y se apoderan luego por la fuerza de Siria, Mesopotamia septentrional, Asiria, Babilonia y Palestina, llamada Canaán en la Biblia. En cuanto al pueblo al que se llamará israelita, está en esta zona en torno al 1200 a.C., unos cincuenta años después de la época del éxodo hebraico de Egipto y convive, no sin problemas, con la población indígena. No todo el pueblo hebreo proviene de otra tierra, ya sea o no la de los faraones: muchos agricultores, me refiero a la época histórica, dejando aparte las migraciones precedentes, tenían orígenes locales (eran, por decirlo así, cananeos) y con el tiempo se mezclan con los pastores nómadas invasores (digamos con los hebreos), formando el pueblo de Israel. Es a esta época, desde cerca de año 1000 a.C., a la que la Biblia llama de los Jueces, de la que se solo puede conocer la historia de fondo, siguiendo las informaciones relativas veterotestamentarias, transformadas de forma mítica. Es útil la comparación con otras sociedades del momento. En Palestina o otras zonas del Cercano Oriente, además de en Grecia y en las costas e islas mediterráneas de Asia Menor, se aprecian en primer lugar los ideales heroicos, en los que un simple insulto basta para desencadenar una terrible reacción, como, en Grecia, en el primer canto de La Ilíada, donde el héroe Aquiles, ultrajado por el rey Agamenón que le ha robado a su esclava Briseida, se retira de la guerra contra Troya después de haber tenido el impulso de matarlo. O, como en Palestina, en la Biblia (1 Sam 25, 9-42), donde el rey David, ofendido por la actitud soberbia de su súbdito Nabal, quiere matar a todos los hombres de la familia, aunque se apiade ante las súplicas de Abigail, mujer del ofensor, pero poco después un Yahvé terrible se tomará la justicia por su mano matando al presuntuoso Nabal y entonces David tomará a la viuda entre sus mujeres. Es una sociedad en la que la posición de la persona depende de su estatura moral, su valentía personal y su contribución a la sociedad, como por ejemplo en la figura bíblica del juez Sansón. Es un ideal que se refleja entre los años 1100 y 750 a.C. en cuentos legendarios en prosa y en versos recitados oralmente y solo posteriormente reunidos por escrito, como los argumentos de los poemas griegos La Ilíada y La Odisea y, en tierra hebrea, las narraciones primitivas que se exponen principalmente en el Génesis y en Samuel 1 y Reyes 2 hacia el siglo V a.C., con muchos añadidos y variantes sacados de sagas y leyendas conocidas por los hebreos durante la esclavitud babilónica, que se extraen de la antigua mitología de Mesopotamia.
Dos ejemplos: el episodio del diluvio universal en el Génesis se inspira en un mito del ciclo sumerio de Gilgamesh (cuyas tablas se conservaban en la biblioteca del rey Asurbanipal), en el que uno de los héroes, Utnapishtim, sobrevive