Cegados Parte I. Fransánchez

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Cegados Parte I - Fransánchez

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había mucha comida, podría alimentar otra boca más. Decidido a no expulsarla pensó que no podía dejarla allí, era un peligro para su despensa, podía, por accidente, estropear algo, romper, o provocar un incendio, no quiso arriesgarse. Podría instalarla en su casa junto a Alicia, aunque lo reflexionó mejor, quizás más adelante. Tenía que pensar, pensar, se le ocurrió una idea brillante, la casa de su vecino, «fallecido por accidente», era la vivienda contigua a la suya, por su cercanía era mucho más práctico para sus planes.

      Necesitaba las llaves, así que salió por el portal del edificio, se acercó al cadáver. Buscó las llaves y al encontrarlas subió al piso, estaba vacío. Con rapidez lo preparó, lo ordenó un poco, eliminó los elementos peligrosos para un invidente y descendió de nuevo a por la chica. Seguía dormida, tenía que inventar una historia coherente para conseguir que subiera al piso sin problemas. Buscó en la oficina y encontró una radio portátil, sintonizó la emisora que antes había escuchado, allí seguía aquel locutor con su corto parte de noticias, más cansado, pero allí continuaba. Despertó con suavidad a la chica, que tras unos instantes reaccionó de forma brusca:

      –Sigo sin poder ver, no veo nada, ¿quién es usted?, ¿qué ha pasado? —interrogó nerviosa la chica.

      –Tranquilízate, me llamo Rafa, soy amigo, escucha la radio un momento y comprenderás la situación.

      La chica oyó las noticias, enmudeció sorprendida. Tras un breve llanto, preguntó por su encargado, Rafa le dijo que no sabía, que allí no había nadie más, pero la chica oyó los golpes en la puerta y preguntó por ellos. Rafa le explicó que eran bandas que querían entrar a robar al supermercado y que debían de marcharse de allí ya que no estaban seguros. La chica asintió y ambos subieron hacia el piso del vecino donde la instaló lo más cómoda posible.

      Rafa le dio una larga charla sobre la nueva situación, el mundo había cambiado y había que sobrevivir. Ella estaba ciega, era débil e indefensa, no podía valerse por ella misma. El exterior se había vuelto peligroso, por las bandas y porque para ella, ahora, el exterior era un nuevo y desconocido mundo, con sus barreras arquitectónicas y su dificultad para conseguir alimentos, medicinas, bienestar. Le dijo que no se preocupara, que él la iba a cuidar, la alimentaría, la ayudaría, la protegería. De momento su hogar sería este, que debía memorizarlo y aprender la ubicación de los enseres para desenvolverse con seguridad.

      La chica le agradeció mucho la ayuda, le comentó que no sabía cómo podría pagárselo, Rafa aprovechó la ocasión y en un tono amigable, le tomó la mano y le hizo saber que era soltero sin novia. Que necesitaba compañía, que tenía necesidades, que ella podría llegar a ser una gran carga y una gran responsabilidad, pero haría un gran esfuerzo por atenderla. Se inclinó sobre ella y le robó un beso, ella se sobresaltó, se revolvió y se apartó asustada. Le hizo saber muy nerviosa que no le gustaba aquella situación, que la dejara marchar, que por favor la llevara a su casa.

      Rafa entró en cólera, le gritó que en su casa no habría nadie, o estarían ciegos o muertos. ¿Qué quería?, ¿qué la dejara en la calle?, ¿a merced de los alborotadores?, con seguridad que la violarían entre todos y después la matarían. Le dijo que ya había visto muchos cadáveres tirados en la calle, y si esto no ocurría, de todas formas moriría de hambre y sed. Mientras ella sollozaba le dio un ultimátum, lo que quizás necesitaba era un tiempo para reflexionar y para que aprendiera lo que le esperaba sola, sin ayuda. Le provocaría vivir una situación similar, padeciendo hambre, sed y necesidades. Cortó la llave del agua y sacó del apartamento toda la comida y las bebidas que encontró en los armarios de la cocina. Salió dando un portazo, girando la llave para que no pudiera salir.

      Siguió con su plan, necesitaba asegurar su bloque, por lo que decidió pasar puerta por puerta para ver si aún vivía alguien por allí. En una de las viviendas le abrió una señora madura con sobrepeso, asustada, y como no, solicitando ayuda. Rafa reaccionó con rapidez y le contó que era del servicio de ambulancias, que la llevaría a urgencias del hospital para que la atendieran. La señora confiada le siguió, pero antes Rafa le pidió las llaves de su casa para cerrar la puerta y tras guardárselas en su bolsillo, mintió a la señora indicándole que las había puesto en su bolso. Bajaron a la calle, dobló dos esquinas, la desorientó un poco y le soltó el brazo, alejándose con sigilo y abandonándola allí, mientras ella sorprendida le llamaba con insistencia.

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