Cabo Verde. vvaa
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INVITACIÓN AL VIAJE
BURACONA - Piscina natural de Buracona.
© Julien HARDY – Author's Image
Bem vindo a Cabo Verde!
Mágico y a menudo hechizante, Cabo Verde sabe ser encantador y ralentizar el viaje porque cada una de sus islas tiene su propia manera de retener al visitante, lo que multiplica por diez su poder embrujador.
Un país, nueve destinos: los amantes del dolce farniente elegirán Sal, el balneario blanco, o incluso Boa Vista, la saharaui; los excursionistas se verán obligados a elegir entre Santo Antão, la (exuberante) salvaje, la (muy) modesta São Nicolau, la volcánica Fogo o, incluso, la discreta Maio; los partidarios de la tranquilidad se decantarán por la inaccesible Brava; mientras que los que buscan un cambio de paisaje africano se orientarán hacia Santiago, la africana. La naturaleza terrestre —a menudo telúrica— y oceánica de las islas es, vaya donde vaya, majestuosa.
Tropicales, con aguas ricas pero tierras de fuego, piedras y arena, confeti de volcanes dispersados de forma casual por el océano Atlántico, estas islas han sido, desde su descubrimiento en el siglo XV, a su vez tierras piratas, después puestos avanzados de un comercio demasiado lucrativo, o el infierno de la esclavitud.
Puede parecer un edén perdido en medio del océano, una tierra de contrastes con una naturaleza llena de color y salvaje, pero sus islas, lugares de encuentro y de fusión, siguen siendo duras para muchos de sus habitantes. Es un universo aparte, una sensación de estar lejos del mundo, un destino con paisajes diversos y espectaculares. En Cabo Verde, la luz llena los ojos, y la bondad, los corazones.
Bem Vindo a Cabo Verde!
RECONOCIMIENTOS
Gracias a São Melo y Benoit Vilain por dar alas al viaje; a Adriano y a Eduardo hábiles conductores que me mostraron los pequeños paraísos de sus islas. Gracias a Luc por sus pertinentes observaciones, a los Bernard y a Catherine por su valiosa información sobre Maio. Muchas gracias a Alexis que, tanto de día como de noche, me mostró Boa Vista, y a Tilo; a Fátima, de Fogo, gracias a la cual superamos muchas dificultades. Un enorme agradecimiento a Marisa por su fantástica bienvenida a Chã das Caldeiras.Y a Camille por su apoyo incondicional, aunque fuera a distancia. Por último, gracias a todos los que no se mencionan aquí, caboverdianos de nacimiento, de adopción o de paso, que amablemente me han guiado con una disponibilidad indefectible.
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