Los derechos humanos y el Reino de Dios. Darío López

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Los derechos humanos y el Reino de Dios - Darío López

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que se reclama constantemente los derechos sin preocuparse por sus deberes, se olvida que hay una relación muy estrecha entre derechos y deberes porque «… los derechos humanos que preocupan a la conciencia cristiana son los derechos del otro y que los derechos de los demás son deberes nuestros». Estos deberes están relacionados, de acuerdo a la explicación teológica de Míguez Bonino, con el pacto de vida que Dios ha establecido. Este pacto implica el llamado a la responsabilidad por la vida —particularmente la vida humana— la cual como núcleo central incluye el tema de los derechos humanos. Dios es Dios de la vida, Dios ama la vida y encomienda al ser humano la misión de prolongar, enriquecer y proteger la vida.

      Por la importancia que el tema de los derechos humanos representa para la conciencia cristiana, y con el propósito de contribuir en la construcción de una cultura de respeto de estos derechos, se publica este volumen en una versión revisada y ampliada en la que los autores plasman su comprensión del tema a partir de un compromiso militante con el reino de Dios.

      La comprensión que René Padilla, Darío López y Humberto Lagos proponen, ofrece tanto una fundamentación bíblica y teológica del tema, como una descripción de su lugar en la misión de la iglesia. Los tres autores coinciden en señalar que partiendo de su fe en Jesucristo, la iglesia no sólo está llamada a pronunciarse en favor de la vida sino también actuar en contra de todas las formas de violación de los derechos humanos. En palabras de Padilla, «… la iglesia cumple su vocación de sal de la tierra y luz del mundo, cuando hace sentir su presencia en la sociedad no sólo porque predica sino por lo que es y por lo que hace, por su compromiso con el amor, la libertad, la justicia y la paz».

      Lima, agosto de 2010

      Los editores

      Prólogo a la primera edición

      En los últimos años se ha intensificado la reflexión sobre la misión de la iglesia. Evidencia de esto, es la literatura producida a lo largo de América Latina. Por consiguiente, en un sector importante de la comunidad evangélica es frecuente hoy hablar de la misión integral de la iglesia. Indudablemente, este despertar se explica por el hecho de la acción soberana de Dios —quien, por su Espíritu, renueva la visión y práctica misionera de su pueblo— y por la nueva composición social de la comunidad cristiana y su búsqueda de un modelo misionero acorde con el desafiante contexto sociocultural en la que se halla inmersa.

      La teología de la misión, por tanto, tiene su razón de ser en la medida en que ella está conectada con la vida y misión de la “Comunidad del Rey” y en tanto se encuentra vinculada al testimonio de esta comunidad que se hace visible en las congregaciones locales. Cuando la teología y la misiología no guardan este vínculo, devienen en reflexiones teóricas y en interesantes elucubraciones académicas pero estériles. De allí la importancia de que toda reflexión teológica, y en especial la misiología, se desarrolle en estrecha conexión con la vida y misión de la iglesia y su inserción en el entorno sociocultural.

      Así, la teología y la misiología se articulan, a nuestro juicio, en situaciones concretas no sólo como un conjunto de conceptos muy bien elaborados, sino, fundamentalmente, como una estructura o un andamiaje desde y para el cual la iglesia actúa en fidelidad al evangelio, en los diversos campos de misión.

      Por ello, al hablar del reino de Dios y de los derechos humanos, se toca un aspecto central de la responsabilidad misionera de la comunidad evangélica. La defensa y promoción de los derechos humanos es, en todo tiempo y lugar, una tarea insoslayable para todo cristiano que quiere ser fiel al evangelio. Esta fidelidad —en el cuadro dramático, tenso y sangrante del Perú actual— conlleva, como ocurre ya, el riesgo del martirio. El reino de Dios no sólo debe ser anunciado, sino también vivido. Anuncio y vida constituyen, de modo indesligable, el testimonio cristiano del cual la afirmación, valoración, promoción y defensa de la vida, que es el derecho humano fundamental, es parte integrante. Por consiguiente, frente a la violación de los derechos humanos, sea quien fuere el agente, no cabe indiferencia alguna ni mucho menos posturas eclécticas. Soslayar la opción por la vida significaría negar el evangelio, renunciar a nuestra responsabilidad misionera y dejar la puerta abierta para que el diablo y sus agentes realicen su propósito de muerte y destrucción.

      Anunciar y vivir el evangelio del Reino nos compromete, pues, con el Dios de la vida. Este compromiso, que en las actuales circunstancias de violencia y empobrecimiento del país tiene un riesgo muy alto, nos desafía a vivir la fe en un escenario de crisis muy profunda en los diferentes aspectos de la vida nacional.

      Con el propósito de reflexionar bíblicamente lo relacionado a la problemática de los derechos humanos, se desarrollaron dos conferencias a cargo del doctor C. René Padilla sobre “La Biblia y los derechos humanos” y “La Biblia y el reino de Dios” bajo los auspicios del Concilio Nacional Evangélico del Perú (conep), la Facultad Evangélica “Orlando E. Costas” y la Fraternidad Teológica Latinoamericana (ftl). Las conferencias del doctor Padilla fueron seguidas por comentarios de un grupo de panelistas que trabajan en el tema. Dichas conferencias forman parte de la presente publicación.

      Creemos que los temas tratados son de crucial pertinencia para la situación actual y el cumplimiento de la misión que Dios ha encomendado a la iglesia. Es nuestra oración y anhelo que la lectura de estas reflexiones sea de bendición, ayuda y desafío para la comunidad cristiana y no cristiana en América Latina.

      Lima, junio de 1992

      Los editores

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      Capítulo 1

      La Biblia y los derechos humanos

      C. René Padilla

      El tema que tenemos entre manos no es uno sobre el cual podemos meramente especular. Es un tema que nos compromete. La era moderna se caracteriza, entre otras cosas, por ser la era de los derechos humanos. Hacia fines del siglo xviii, la Revolución francesa colocó en el centro de sus aspiraciones, tres derechos: libertad, igualdad y fraternidad. Al mismo tiempo, al otro lado del océano, se sentaron las bases para una nueva nación cuya declaración de independencia establecía principios para una comunidad en que se reconocían derechos fundamentales. La Constitución decía: «Sostenemos estas verdades como auto-evidentes; que todos los hombres han sido creados iguales y que el Creador les ha concedido ciertos derechos inalienables, entre ellos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad».

      Después de los horrores de la Segunda Guerra Mundial, incluyendo los campos de concentración y la destrucción de Hiroshima y Nagasaki, los cinco países victoriosos (Estados Unidos, Inglaterra, Francia, la Unión Soviética y la China) hicieron una alianza y crearon la Organización de las Naciones Unidas, de la cual surgió en diciembre de 1948 la “Declaración Universal de los Derechos Humanos”. Los treinta artículos de esta declaración definieron los principios o derechos que se consideraban la base de la convivencia a nivel nacional e internacional.

      Posteriormente, han circulado otras declaraciones de derechos humanos. Por ejemplo, la Declaración Universal de los Derechos del Niño (noviembre de 1959), la Declaración de los Derechos de la Mujer (noviembre de 1967), la Declaración de la Protección de todas las Personas contra la tortura y otros tratos o penas crueles inhumanas y degradantes (diciembre de 1965) y la Declaración Universal de los Derechos de los Pueblos (julio de 1976).

      En ninguna época de la historia humana, hubo tanto esfuerzo por definir con claridad los derechos humanos como en la nuestra. Sin embargo, a la vez, es probable que nunca antes los derechos humanos hayan sido tan violados, y con tanta frecuencia e impunidad, como en nuestro tiempo.

      ¿Qué podemos decir sobre la importancia de los derechos humanos a

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