Renuncia por amor. Rebecca Winters

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Renuncia por amor - Rebecca Winters Jazmín

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historia, habrías traído contigo la prueba del delito.

      Aquella cruel broma la hería como un cuchillo. Blaire respiró hondo.

      –La habría traído, pero tu hijo es clavado a ti, y sé que nadie de por aquí me conoce ni sabe nada de nuestra relación, así que preferí respetar tu intimidad y lo dejé en el hotel, en manos de una niñera. De ese modo no te ponía en evidencia. Ni siquiera los estudiantes que me señalaron tu remolque saben quién soy.

      La mordaz mirada que él le lanzó la destrozó. Blaire había resistido hasta ese momento, pero bastarían unos segundos para que comenzara a derramar lágrimas, y si lo hacía, después no podría parar.

      –Puedes hacer lo que quieras al respecto, Alik. Yo estoy hospedada en el Bluebird Inn de Warwick, y permaneceré allí hasta las once de la mañana de mañana, así que ya sabes dónde estoy si qui… si quieres ver a tu hijo –tartamudeó Blaire.

      Blaire salió, cerró la puerta con cuidado y corrió al coche de alquiler, pero no pudo evitar empaparse bajo la lluvia. No esperaba que Alik corriera tras ella, pero resultaba triste despedirse de ciertos hábitos. Estuvo observando el remolque por el retrovisor hasta que desapareció de su vista.

      Volver a verlo le había producido una mezcla de miedo y de excitación. La tensión que sufría era tal que ni siquiera podía mantener quieto el pie sobre el pedal. Blaire respiró hondo y trató de calmarse.

      «Por fin lo has hecho, Blaire. Le has dicho la verdad. Ese era exactamente tu deber, por mucho que supusiera un enorme riesgo. Pero ya está hecho».

      Para cuando llegó a las afueras de Warwick la lluvia casi había cesado. El día anterior había abandonado San Diego bajo un cielo soleado. Solo un mensaje tan vital como aquel podía obligarla a volar a Nueva York por segunda vez tras vivir allí la peor y más dolorosa experiencia de su vida. Odiaba aquel estado, no veía el momento de volver a California con su hijito adorado. Lo primero que haría nada más llegar al hotel sería confirmar su reserva en el avión de vuelta a casa para el día siguiente por la tarde.

      Por fin vio de lejos el Bluebird Inn. Ansiosa por volver a abrazar a su hijo y asegurarse de que estaba bien, Blaire dio la vuelta al edificio y aparcó junto a su habitación, en la segunda planta.

      No le había resultado fácil dejar a Nicky con una extraña, pero el encargado del hotel le había asegurado que se trataba de una antigua niñera jubilada con impecables referencias. Jamás habían recibido una sola queja de ella.

      A pesar de lo mucho que la asustaba, Blaire se había visto forzada a confiarle su posesión más preciada a aquella mujer. La visita a la excavación iba a llevarle un par de horas como máximo, pero Blaire jamás se había separado antes de Nicky.

      Por razones diversas, sin embargo, Blaire había llegado al convencimiento de que no habría sido justo para Alik que ella hubiera aparecido de improviso con el niño. En primer lugar no deseaba despertar sospechas entre estudiantes y profesores, pero además, y más importante aún, tenía que concederle tiempo a Alik para poder asimilar la increíble noticia de que era padre. Solo el tiempo revelaría si la odiaba lo suficiente como para ocultar todo deseo de conocer a su hijo.

      Alik era un hombre de fuertes pasiones e ideales. Y era, además, uno de los hombres más honrados que jamás había conocido. Fueran cuales fueran sus sentimientos hacia ella, jamás habría restado importancia a la noticia que ella acababa de darle.

      Sin embargo, llevaban casi un año sin verse, y desde que ella rompiera el compromiso podían haber ocurrido muchas cosas. Para empezar, por ejemplo, Alik no estaba ya en el circuito de profesores invitados a conferencias en las universidades. Blaire no sabía nada sobre la naturaleza del proyecto que estaba realizando en ese momento, y mucho menos sobre su estado de ánimo.

      Por mucho que la idea le resultara insoportable era posible que Alik estuviera manteniendo una relación con otra mujer. Podía incluso estar casado. Y si era así, era imposible imaginar el impacto que podía tener sobre su matrimonio la noticia de que tenía un hijo de una relación anterior. Cuanto más pensaba sobre las distintas posibilidades más se alegraba de haberlo preparado todo con antelación.

      ¿Pero y si Alik no acudía a ver a su hijo?

      Blaire se llevó la mano al cuello.

      Si no iba a verlo, entonces significaba que después de haberlo sopesado todo cuidadosamente, Alik había decidido que lo mejor era no ver jamás a su pequeño. Y, si era ese el caso, Blaire había resuelto no cuestionar jamás tal decisión.

      Lo más importante era concederle a Alik la oportunidad de conocer la existencia de Nicky. De ese modo ella se marcharía con la conciencia tranquila. Tomaría un avión al día siguiente con su bebé, y aquel sería su último adiós.

      Nicky era el amor de su vida, su futuro. Su hijo sería el recuerdo constante de Alik y del gran amor que un día habían compartido. Blaire se consagraría a su hijo, dedicaría todo su tiempo a ser la madre más devota que pudiera imaginarse.

      Llamó a la puerta de la habitación antes de abrir, tratando de evitar que la niñera se alarmase, y la vio sentada en un sillón con el bebé en brazos.

      –Señorita Wood, ¿qué tal está Nicky?, ¿ha llorado mucho pidiendo el biberón?

      –No, apenas se ha despertado, ha sido todo un caballerito. ¡Es un niño tan pequeño, y tan bueno! Esperaba que tardara usted más. No hay nada como un recién nacido, sobre todo este. Su padre debe ser muy guapo, con ese pelo negro tan rizado y esa piel aceitunada.

      –Lo es –contestó Blaire aclarándose la garganta.

      –Me dan ganas de tener más nietos.

      –No sé cómo darle las gracias.

      –No es necesario, comprendo perfectamente cómo se siente. Con el primer hijo se tiene miedo hasta de respirar, así que más aún de perderlo de vista.

      –¿Tanto se me nota?

      –Es maravilloso ser madre por primera vez –rio la niñera tendiéndole al bebé–. Me alegro de haberle sido de ayuda.

      –Y yo también.

      Blaire sacó cincuenta dólares del bolso y los puso en la mano de la mujer.

      –Oh, no, de ningún modo, eso es demasiado.

      –No habría dejado al bebé solo de no haber sido necesario, pero ha sido reconfortante que haya estado con usted. Por favor, acéptelo junto con mi sincera gratitud.

      –Gracias –contestó la niñera besando al bebé en lo alto de la cabeza antes de marcharse.

      Blaire cerró la puerta y acunó a su hijo en los brazos.

      –¡Ah, qué bien estás! ¿Me has echado de menos tanto como yo a ti? –preguntó cubriendo de besos a su hijo–. Voy a llamar para pedir que me traigan la comida bien temprano. Apuesto a que para cuando la suban ya tendrás hambre. Ven con mamá.

      Blaire descolgó el teléfono de la mesilla y pidió la comida. Apenas había tenido apetito desde el momento de subir al avión pero, después del milagro de encontrar a Alik y de hablar con él, estaba hambrienta.

      Blaire bañó y vistió al bebé con un traje azul de una sola

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