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Georgia - vvaa Petit Futé

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en 1864 de Abjasia y después, en 1866, de Mingrelia. Por último, en 1878 arrebatan Ayaria y Batumi a los turcos con el Tratado de San Stefano. Todos los territorios de la Georgia moderna fueron integrados al Imperio ruso. Mientras que la historia de Georgia antes de la anexión fue un largo camino de divisiones y cortos intentos de unificación, el poder militar ruso consiguió en unas décadas unificar y pacificar el país.

       La sociedad georgiana experimentó entonces una metamorfosis profunda. Los nobles georgianos fueron integrados en la aristocracia rusa y sirvieron en el ejército; Tiflis se convirtió en la brillante capital de la Transcaucasia rusa (Virreinato del Cáucaso) y en el centro militar de la conquista de la región. En el lapso de algunos años se convierte en una metrópolis cosmopolita, un centro de poder, industrial y comercial. Bajo el virrey Mikhail Vorontsov se desarrolla la cultura y se construyen óperas y teatros. Se fundan sociedades literarias, filológicas, etnológicas o científicas. La élite georgiana se asemeja cada vez más a la élite global del Imperio; también se politiza. El socialismo y el nacionalismo se instalan entre la aristocracia georgiana –al igual que en el seno de la numerosa comunidad armenia de Tiflis–, sentando las bases de un movimiento por la independencia. Los periódicos y los teatros se convierten en el altavoz de la creación de la identidad nacional.

      Paradójicamente, el Imperio ruso había logrado con éxito la unificación de Georgia y, a pesar de la firme tentativa rusa de eliminar las peculiaridades sociales y culturales en Transcaucasia, el resultado fue una refundación de la nación georgiana. Sus élites, gracias a las estructuras desarrolladas por el Imperio, pudo, a lo largo del cambio de siglo, obtener los medios para alcanzar sus fines.

       Sin embargo, la rusificación se hacía cada vez más intensa al final del siglo: en 1890 el ruso era declarado único idioma oficial. Pero el giro conservador de la política de los zares iba a suponer el inicio del fin del Imperio.

      A principios del siglo XX las ideas revolucionarias se extendieron entre las clases campesinas y obreras de Georgia, como en todo el Imperio. Batumi, un puerto de máxima importancia en el Mar Negro y gran centro obrero, se convirtió en un caldo de cultivo revolucionario, donde el joven Stalin, un hijo del país, llevaba a cabo sus actividades. En 1902 fue encarcelado por haber organizado huelgas y manifestaciones en las que 7.000 obreros se enfrentaron a la guardia imperial. En Georgia occidental, los campesinos iniciaban una revuelta tras otra. En la década de 1905, el partido socialdemócrata de Georgia (mencheviques) era cada vez más activo en la duma del gobierno de Tiflis. A su vez, el alto clero georgiano se negó a participar en el sínode ruso, lo que les supuso ser deportados. En 1917, cuando estalló en Rusia la revolución de febrero, en Tiflis se creó un soviet encabezado por el líder de los mencheviques georgianos, Noé Jordania.

      

      Siglo XX

      La breve independencia

      A pesar de algunas personalidades destacadas como Stalin, Ordzhonikidze o Beria, el movimiento bolchevique nunca llegó a implantarse realmente en Georgia. El soviet de 1917 presentaba un fuerte dominio menchevique, con Jordania como cabecilla. Tras la Revolución de Octubre en Rusia, se celebró en Tiflis un presidium del Consejo Nacional de Georgia que reforzó las posiciones socialdemócratas. El 26 de mayo de 1918 los diputados declararon la República Democrática de Georgia. El 24 de julio Jordania fue nombrado Primer Ministro. La República duraría tres años. Se llevó a cabo una reforma agraria, se adoptó una legislación social y política consecuente y se desarrollaron relaciones diplomáticas provechosas: Georgia fue la única república democrática que obtuvo el reconocimiento oficial de los países occidentales e incluso de la Rusia soviética.

      Pero en 1918 estalló una guerra con Armenia a causa de las regiones biétnicas y de las difusas pertenencias históricas (Lori, hoy en Armenia, Djavakheti, hoy en Georgia). La intervención británica puso fin al conflicto sin que ninguno de los dos países alcanzara una posición ventajosa; durante dos años, Georgia estaría bajo protección británica.

      En febrero de 1921 las tropas británicas se retiran y Georgia es invadida por el Ejército Rojo. La derrota de las tropas georgianas fue inminente. El gobierno se exiló en Francia. El 25 de febrero, el Ejército Rojo entraba en Tiflis.

      La Georgia soviética

      Tras la invasión se instauró en Georgia un gobierno bolchevique. En 1922 el país se incorporaba a la República Federativa Socialista Soviética (RFSS) de Transcaucasia, junto con Armenia y Azerbaiyán. En agosto de 1924, el Comité para la Independencia de Georgia, un bloque de organizaciones antisoviéticas, llevó a cabo una insurrección que durante tres años puso al país al borde de la guerra civil. Fue reprimida a sangre y fuego por el Ejército Rojo y la Checa, y seguida por una represión ejemplar. Será el último levantamiento antibolchevique. A finales de la década 1920 se lleva a cabo en toda la Unión Soviética la colectivización forzada, en la que millones de campesinos morirían o de hambre o ejecutados.

       La toma del poder por Stalin pone fin a la ideología internacionalista y revolucionaria a partir de 1928; es reemplazada por un comunismo nacional y patriótico; todo comportamiento revolucionario es prohibido.

      El nombramiento en 1932 de Lavrenti Beria, un georgiano fiel a Stalin, como líder del Partido Comunista de Transcaucasia (ver la película de T. Abouladzé El arrepentimiento) y las purgas de los años 1937-1938 afianzarán el orden estalinista en Georgia a costa de miles de víctimas. El hecho de que Stalin fuera de origen georgiano no conllevó ninguna piedad extra para sus compatriotas: fueron ejecutados miles de georgianos; la intelligentsia quedó diezmada.

      En 1936 se disolvió la RFSS de Transcaucasia y nació la República Socialista Soviética de Georgia, con los límites de la Georgia contemporánea. Incluía dos repúblicas autónomas (Ayaria y Abjasia) y un territorio autónomo, Osetia del Sur.

      Al mismo tiempo, se realizan grandes obras en todo el país, especialmente en Georgia occidental, donde Stalin pretende crear el «trópico soviético». Se planta tabaco, té y cítricos.

       Durante la «Gran Guerra Patriótica» de 1941-1945 casi 300.000 soldados georgianos del Ejército Rojo (de los 700.000 movilizados) murieron luchando contra la Alemania nazi. En 1945 Stalin deportaba a Asia Central a todos los alemanes (comunidades alemanas que se habían asentado en Transcaucasia en el siglo XIX) y a todos los turcos de Georgia que no se hubiesen asimilado a la minoría azerí, especialmente los turcos de Meskhetia.

      Con la muerte de Stalin (el 5 de marzo de 1953) y la publicación del informe Jruschov (1956, XX Congreso del PCUS), el deshielo, a pesar de todo relativo que pudo ser, puso fin al terror. Con Jruschov el Partido Comunista georgiano ganó autonomía gradualmente.

       En 1972, la llegada al poder de Eduard Shevardnadze conllevará un intento de limitar las prácticas generalizadas de los sobornos y del mercado paralelo. La lucha de Shevardnadze contra la corrupción será eficaz y ganará popularidad entre la intelligentsia local.

      A finales de la década de 1970 la conciencia nacional vuelve a tomar fuerza en Georgia. El 14 de abril de 1978 la población se manifiesta en Tiflis contra un proyecto de suprimir el georgiano como lengua nacional. Moscú, ante

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