Tres Novelas: Niebla - Abel Sánchez - La tía Tula. Miguel de Unamuno
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Читать онлайн книгу Tres Novelas: Niebla - Abel Sánchez - La tía Tula - Miguel de Unamuno страница 23
Mauricio se quedó un breve rato como suspenso; mas pronto se repuso, encendió un cigarrillo, salió a la calle y le echó un piropo a la primera moza de garbo que pasó a su lado. Y aquella noche hablaba, con un amigo, de don Juan Tenorio.
–A mí ese tío no acaba de convencerme –decía Mauricio–; eso no es más que teatro.
–¡Y que lo digas tú, Mauricio, que pasas por un Tenorio, por un seductor!
–¿Seductor?, ¿seductor yo? ¡Qué cosas se inventan, Rogelio!
–¿Y lo de la pianista?
–¡Bah! ¿Quieres que te diga la verdad, Rogelio?
–¡Venga!
–Pues bien; de cada cien líos, más o menos honrados, y ese a que aludías es honradísimo, ¡eh!, de cada cien líos entre hombre y mujer, en más de noventa la seductora es ella y el seducido es él.
–Pues qué, ¿me negarás que has conquistado a la pianista, a la Eugenia?
–Sí, te lo niego; no soy yo quien la ha conquistado, sino ella quien me ha conquistado a mí.
–¡Seductor!
–Como quieras… Es ella, ella. No supe resistirme.
–Para el caso es igual…
–Pero me parece que eso se va a acabar y voy a encontrarme otra vez libre. Libre de ella, claro, porque no respondo de que me conquiste otra. ¡Soy tan débil! Si yo hubiera nacido mujer…
–Bueno, ¿y cómo se va a acabar?
–Porque… pues, ¡porque he metido la pata! Quise que siguiéramos, es decir, que empezáramos las relaciones, ¿entiendes?, sin compromiso ni consecuencias… y, ¡claro!, me parece que me va a dar soleta. Esa mujer quería absorberme.
–¡Y te absorberá!
–¡Quién sabe … ! ¡Soy tan débil! Yo nací para que una mujer me mantenga, pero con dignidad, ¿sabes?, y si no, ¡nada!
–Y ¿a qué llamas dignidad?, ¿puede saberse?
–¡Hombre, eso no se pregunta! Hay cosas que no pueden definirse.
–¡Es verdad! –contestó con profunda convicción Rogelio, añadiendo–: Y si la pianista te deja, ¿qué vas a hacer?
–Pues quedar vacante. Y a ver si alguna otra me conquista. ¡He sido ya conquistado tantas veces … ! Pero esta, con eso de no ceder, de mantenerse siempre a honesta distancia, de ser honrada, en fin, porque como honrada lo es hasta donde la que más, con todo eso me tenía chaladito, pero del todo chaladito. Habría acabado por hacer de mí lo que hubiese querido. Y ahora, si me deja, lo sentiré, y mucho, pero me veré libre.
–¿Libre?
–Libre, sí, para otra.
–Yo creo que haréis las paces…
–¡Quién sabe!… Pero lo dudo, porque tiene un geniecito… Y hoy la ofendí, la verdad, la ofendí.
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