Papel revolución y otros poemas. [Víctor Manuel Mendiola

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Papel revolución y otros poemas - [Víctor Manuel Mendiola Colección la furia del pez

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manos.

      Abro las manos,

      cae la piedra.

      El huevo duro

      A Tomás y Antonieta

      De la cestilla tomo el frágil huevo.

      Sobre la mano pesa su redondo

      blanco sin peso —tan callado y hondo,

      tan oro y ogro como un medioevo.

      Con la cuchara hasta el perol lo llevo

      y el tiempo mido; en el hervor lo escondo

      y miro cómo el miedo baja al fondo;

      ser viejo y duro es un febril renuevo.

      Todo es la blanca forma del espanto.

      atrapada la nuca picadura

      y el gallo a la mazmorra reducido,

      es el huevo la nota de otro canto

      y oro sin ogro guarda la armadura;

      mi cena, el duro huevo envejecido.

      El ojo

      El ojo dijo: quiero ver las cosas.

      El ojo entonces vio la luz y el viento,

      gozó la línea azul del movimiento

      y vislumbró el temblor de las mimosas.

      Con el párpado inmóvil vio el aumento

      de la noche y siguió a las vagas osas;

      bajo las nubes percibió las cosas

      y halló la plenitud de cada evento.

      En las cosas el ojo vio la vida,

      también la muerte; supo la penumbra

      que tiene el día; vio todo y vio nada.

      Vio aparecer en nada la crecida

      de todo como el sol que nos deslumbra

      y el ojo fue la luz de tu mirada.

      Me quiero ir al mar de Francisco Icaza

      Egipcio zarpo; parto sin mesura

      en el silencio parco de mis años.

      No hay verdad ni temor, tampoco engaños

      y la casualidad es mi andadura.

      Thot escribe mi nombre en los extraños

      pergaminos de todo: empieza y dura

      la vida; sube y cesa la verdura

      del Nilo y vagan vagos los rebaños.

      Arriba, entre los soles de mi puerto,

      amor y soledad, ocaso y orto

      caen en el reloj de mi destino.

      Pero el destino sabe en mi ojo abierto

      todos los soles. Mientras, sigo absorto

      en la casualidad de mi camino.

      Joan

      Miró

      miró

      la luz

      azul

      del sol.

      La pecera

      I

      El pez, en la gran

      burbuja del mar,

      respira el fondo

      turbio del aire.

      Bajo un color de

      sal y soles

      apenas se mueve.

      Es una espesa

      partícula de luz;

      la perla en su vitrina.

      Mi ojo celebra al pez

      sobre su altar de espuma.

      2

      En el oxígeno del cuarto

      miro cómo te mueves

      entre los planos

      azules de tu piel,

      aletas de una transparencia,

      alas del agua,

      vuelo en esta pecera.

      Vuelo en los ojos del pensamiento.

      Aquí respiras,

      aquí te guardo,

      aquí te doy de vivir

      bajo el cristal redondo de mi cuarto.

      Eres el pez azul en el puño cerrado de mi mano.

      3

      El pez descansa.

      En la pecera,

      la luz dibuja

      un cielo acuático.

      No hay un átomo

      de chapoteo

      o la pendiente de una onda

      —ni un sólo gramo

      de ráfaga o de nube.

      Todo es silencio

      en este oxígeno.

      4

      Abres los ojos

      después de muchas

      horas de sueño.

      Miras el cuarto

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