Walter Benjamin: de la diosa Niké al Ángel de la Historia. José M. González García

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Walter Benjamin: de la diosa Niké al Ángel de la Historia - José M. González García La balsa de la Medusa

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de que Benjamin escondía bajo apariencias fijas, rígidas y autoritarias un «alma de ángel», pues era verdaderamente un individuo angelical, como un niño al que le hubieran pegado unos bigotes, decía también Bataille8. Por otra parte, Lorenz Jäger9 señala el hecho curioso de que Benjamin fuera enterrado en la zona católica del cementerio de Port Bou, a pesar de su condición de judío y de suicida. Además, constata que en el ceremonial hubo una misa católica y que en el entierro de Benjamin apareció un coro de frailes dominicos cantando el ritual de la liturgia católica de difuntos:

      Al paraíso te lleven los ángeles,

      a tu llegada te reciban los mártires

      y te introduzcan en la ciudad santa de Jerusalén.

      El coro de los ángeles te reciba

      y junto con Lázaro, pobre en esta vida,

      tengas descanso eterno.

      Finalmente, dos poemas de Heiner Müller describen a Benjamin como Glückloser Engel (Ángel sin Fortuna o Ángel sin Felicidad), en una expresión parecida a la usada por Scholem en su poema al Angelus Novus como falto de Fortuna o Felicidad, precisamente en la estrofa que Benjamin eligió como introducción a su Tesis IX de Sobre el concepto de historia. La recopilación de poemas realizada por Erdmut Wizisla y Michael Opitz en honor a Benjamin incluye los poemas de Heiner Müller y lleva precisamente también ese título: Glücksloser Engel. Dichtungen zu Walter Benjamin 10. En cierta manera, el Angelus Novus se transforma también en un «Ángel sin Fortuna/Felicidad».

      La imagen del Angelus Novus de Paul Klee se convirtió en una referencia constante en la relación entre Benjamin y Scholem. Los dos amigos compartían una fascinación por los ángeles. La correspondencia entre ambos giraba frecuentemente sobre los ángeles, sobre una angelología especial, llena de humor e ironía, en la que bromeaban acerca de la organización imaginaria de una nueva universidad. Ya más en serio, Scholem escribió un poema a la acuarela de Paul Klee titulado «Saludo del ángel», una de cuyas estrofas fue incluida por Benjamin en 1940 al comienzo de la famosa tesis IX de su último escrito Sobre el concepto de historia. El icono del Angelus Novus es para Benjamin una «imagen dialéctica», formadora de conceptos, y su Denkbild («imagen- pensamiento») más importante, si bien no el único, pues también lo es la Siegessäule o Columna de la Victoria del Berlín de su infancia. Y en plural, Denkbilder («imágenes que piensan») es el título que los editores alemanes de Benjamin dieron a una serie de textos entre los que destacan sus análisis de ciudades como Nápoles, Moscú, Marsella, Weimar, San Giminiano o «París, la ciudad en el espejo». Creo que tiene razón Scholem cuando afirma que la imagen de los «ángeles nuevos» del Talmud unifica los escritos de Benjamin a partir de 1922 hasta 1940:

      La imagen talmúdica de los ángeles que son creados nuevamente a cada instante en multitudes innumerables, para luego ser destruidos y volver a la nada, una vez que han alzado su voz ante Dios, unifica sus escritos tempranos y tardíos: los encontramos tanto hacia 1922, en el final del anuncio de la revista que nunca llegó a publicar, Angelus Novus, concebida en el apogeo de su período teológico, como en el último tramo de aquel ensayo aparentemente materialista sobre Karl Kraus en 1931, donde su producción tardía es introducida con un toque de diana marxista. Pero estos ángeles siempre nuevos, uno de los cuales Benjamin reencontró en el Angelus Novus de Paul Klee, un cuadro que amó infinitamente, tienen a la vez el aspecto de los ángeles del juicio y la destrucción. Su «voz que se pierde rápidamente en las alturas» (II, 367) es la anunciación del Apocalipsis en lo histórico, y eso es lo que más le interesa11.

      Además, Scholem también reproduce el complejo y hermético texto de las dos versiones de Agesilaus Santander, escritas por su amigo Benjamin en Ibiza los días 12 y 13 de agosto de 1933, y en las que aparecen de nuevo las explicaciones del «Ángel Nuevo» de la tradición de la Cábala hebrea12.

      Finalmente, el Angelus Novus de Paul Klee interpretado por Benjamin como el Ángel de la Historia aparece en 1940 en la Tesis IX de Sobre el concepto de historia, a la que me referiré en el capítulo III. No quiero entrar en este libro en una descripción de las innumerables interpretaciones del Angelus Novus13 porque mi intención es centrarme en una nueva vía de exégesis desde la iconografía política. Lo cierto es que Benjamin realiza una interpretación muy personal, se apropia de la imagen como una alegoría que le sirve a sus propios intereses teóricos, y no se plantea el significado que el autor, Paul Klee, pudiera haberle dado a su obra. Es claro que Klee y Benjamin comparten la tradición hebrea de los «ángeles nuevos» y también es evidente que el tema del ángel es una constante en la obra pictórica de Klee14. Pero no sabemos lo que pudiera haber dicho Klee acerca de la interpretación benjaminiana de su Angelus Novus, pues murió también en 1940, antes de la publicación de las Tesis de Benjamin Sobre el concepto de historia.

      Por otro lado, importa destacar que el Angelus Novus no es el único ángel de Benjamin, sino que más bien parece que su mundo mental está lleno de estos seres alados e igualmente los podía encontrar en sus paseos cotidianos por la ciudad de su infancia, tal como podemos leer en las pequeñas escenas de los recuerdos de su Infancia en Berlín hacia 1900. Aquí aparecen referencias de Benjamin a los ángeles del hogar que presiden con otras figuras las entradas a muchas casas de la burguesía berlinesa, evoca al Ángel de la Muerte al pasar por el Hospital de Santa Isabel en la calle de Lützow cerca de su casa natal, el Ángel de la Navidad de su hogar familiar, el Ángel del Amor transforma su primer impulso sexual en una referencia a la figura alada de Psyche y, sobre todo, el ángel de la Victoria que corona la Siegessäule o Columna de la Victoria se convierte en la imagen central que abre el edificio de sus recuerdos, como veremos en el capítulo III del presente libro.

      Además, Benjamin tenía una querencia especial por el Isenheimer Altar de Mathis Grünewald, a quien se refiere en dos pequeños textos: «El arco iris. Conversación sobre la fantasía» y «Sócrates»15. Benjamin estaba muy familiarizado con el Isenheimer Altar porque una reproducción colgaba en una de las paredes de la última casa de sus padres en la Delbrückstrasse, en el elegante y exclusivo barrio de Grunewald en Berlín. Durante su estancia como estudiante en Friburgo, visitó Colmar para contemplar el monumental Isenheimer Altar, en una de cuyas escenas aparecen ángeles músicos de la tradición cristiana que cantan las alabanzas del Señor en el momento de la anunciación del arcángel Gabriel a la Virgen María y esta acepta convertirse en la madre de Jesús. No se trata aquí del Angelus Novus de la tradición judía, sino de una tradición diferente en la que los ángeles no desaparecen en la nada después de haber cantado durante un instante las alabanzas de Dios en el coro con los demás ángeles.

      En los «Sonetos a Heinle», el gran amigo que se quitó la vida junto con su novia en 1914 como protesta contra el estallido de la Gran Guerra, hace surgir Benjamin varios ángeles: en el soneto 5 aparece el Ángel de los Sentimientos que enmudece al amigo, el soneto 29 habla del Ángel de la Paz, junto con una referencia a «los fuertes ángeles que le llevaron a lejanos países / de montes nevados»16.

      Una parte importante de El origen del drama barroco alemán se basa en el ángel alado de la melancolía del famoso grabado de Durero. Benjamin parece identificar su propio carácter melancólico con la melancolía del ángel17. Y también aparecen en el mismo libro otros seres alados, tan frecuentes en el Barroco, como «los ángeles de la decoración escultórica, que están peligrosamente suspendidos en el aire...» (como ocurría también con los ángeles de las decoraciones neobarrocas en los edificios del viejo Berlín de su infancia) y se refiere a Baltasar Gracián con las siguientes palabras: «La subjetividad, que se precipita en las profundidades como un ángel, es sujetada por las alegorías y fijada en el cielo, a Dios, gracias a la ponderación misteriosa»18.

      En su Diario de Moscú (diciembre 1926 a febrero 1927) detalla Benjamin su interés por los iconos

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