La última esfera. Marlene Martinez

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La última esfera - Marlene Martinez

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la persona muerta. Esta especulación dejó de serlo cuando escuché hablar a los adultos. Ellos me confirmaron de que en efecto, las cosas musitan vivencias de los seres que se van de este mundo.

      No quiero hablar de ese nefasto día pero es necesario explicarles aquí en mi escrito que encontré sobre la cama un objeto. Cuando lo tomé en mis manos sentí como si alguien hubiese pasado sobre mí una ligera pluma de ave. Un escalofrío me recorrió al grado de estremecerme. El objeto sacó una voz tenue que se depositó en mi mente, una voz sin parecido a otra porque también llegué a la conclusión de que cada objeto se expresa con voz diferente. Entonces ese día, esa cosa me susurró al oído palabras que ya había escuchado. Los secretos que me dijo, saltan en mi cabeza como grandes grillos haciendo eco en mis pensamientos.

      Justo en estos momentos, trato de concentrarme en mis reflexiones, sin embargo, me resulta difícil. El espejo que tengo frente a mí es fastidioso, el Ulises del otro lado observa todo lo que hago y también lo que estoy escribiendo, sabe que me pregunto de su existencia, ese espejo en el que me miro y me he mirado cientos de veces; sin duda, fue inventado por alguien, pero una magia en él duplica mi existencia. El polvo del cosmos y los cristales de otra galaxia con el que fue fabricado le permiten reflejarme con su mágico poder y sentado frente a él mi otro yo puede mirarme directamente a los ojos, otro Ulises viendo lo que hago, otro yo producto de la luz.

      Quiero ser disculpado si en este escrito no continúo con mis reflexiones acerca de otros asuntos, pero las preguntas me asaltan sin parar y tendré que escribir mis conclusiones antes de que el sueño llegue. Mi padre está abajo, tal vez bebiendo cerveza, no sé por qué decidió traerme aquí pero seguiré escribiendo.

      3

      Me di cuenta de que, comparados con el tamaño y número infinito de estrellas que hay en el universo, somos apenas pequeñas partículas visibles. Diminutos polvos que también forman parte de las galaxias. Pero con los siglos, cuando los humanos quisimos evolucionar nos encadenamos para siempre a los objetos, nos hicimos sus esclavos y se hicieron indispensables para nosotros. Que en el afán de tenerlos o elaborarlos, los hombres han sido capaces de hacer cosas inauditas y ambiciosas, pero sin saberlo, muchos objetos sólo están ahí, callados, acechando, esperando a ser dispuestos en el momento y el lugar adecuados.

      He descubierto por mi propia experiencia que en todos los rincones de la tierra hay cosas maravillosas y objetos mágicos que fueron colocados por algo o alguien con un fin decretado. Como aquella chispa, el cosmos conjeturó la gran coincidencia para que el fuego fuera posible. Sin esa misteriosa disposición no hubiera pasado nada. A través de aquellas piedras talladas algo o alguien lo hizo existir. Pienso entonces, que los objetos sólo aguardan el momento preciso para demostrarnos del porqué de su creación.

      Respecto a su origen, a través de los días he escuchado a la gente decir que sólo la mano humana hizo posible la fabricación de todas las cosas que nos rodean e injustamente les nombran seres sin vida. Lo que no saben, es que algunas de ellas fueron fabricadas por entes de otro lugar.

      Sé de algunos seres extraños que llegaron a este mundo en una Era lejana, siglos antes de nuestra absurda modernidad; entes sin forma ni color de una progenie de seres desconocidos y de otras dimensiones. Diferentes en su apariencia corpórea a nosotros los humanos, unos eran de luz y otros de oscuridad. En esos tiempos remotos vinieron para habitar los rincones de esta tierra ocultándose para no ser vistos por los terrestres. Ellos traían consigo grandes rocas, al parecer sacadas del corazón de los planetas, polvo del cosmos, cristales de galaxias desconocidas, materia incandescente de los abismos y magia del infinito.

      Al llegar a la Tierra eligieron lugares comunes para elaborar con sus poderosas manos objetos tangibles, fabricados con aquellas cosas del universo y pensados para todos y cada uno de los humanos. Un día bajo su magia, la belleza se encarnó en cosas simples, crearon objetos únicos e irrepetibles y les dieron una esencia para que nos encadenaran, nos hechizaran y nos murmuraran cosas sin hablar. Incluso les dieron el poder de perdurar a través de los tiempos. De impregnar su materia de la energía de las personas y absorber su esencia para quedarse con ella.

      Pero lo más extraordinario de esta creación fue que la magia se mezcló con la realidad hasta el punto en que los humanos no pudieron distinguir lo real de lo imaginario y la magia de la verdad. En el intento muchos hombres se perdieron, algunos enloquecieron y otros simplemente lo contaron.

      4

      Me llamo Ulises y si con el paso del tiempo alguien logra leer este escrito quisiera compartirles mis conclusiones: A mis doce años de edad descubrí que las constelaciones y el cosmos decretaron algo para mi destino, porque todo lo que vi, olí y sentí en esos mundos son prueba de que no era ninguna coincidencia. Sé que el polvo del cosmos, y la magia del infinito que un día trajeron esos seres, me dejaron preparado esto que sucedió y así como a mí, seguramente tendrán alguna sorpresa para los elegidos, para mis amigos, para mis seres queridos y para otros niños de la escuela.

      Descubrí también que los humanos escogemos a los objetos, algunos de ellos nos enamoran cuando los conocemos por primera vez. Otros nos causan indiferencia y pasan junto a nosotros sin existir. Pero tengo la certeza de que también los objetos nos eligen a nosotros. Las circunstancias, las coincidencias, el destino o la magia del cosmos los colocan en un lugar para que nos elijan.

      En mi teoría, afirmo que los llamados seres vivos son libres y que al morir se rompen los lazos entre ellos y la Tierra, la esencia de los llamados seres con vida puede irse a cualquier parte y viajar a otras dimensiones, quizás transformarse o desparecer con el olvido, y lo que al cuerpo respecta, el libro de ciencias dice que simplemente se descompone para desaparecer, cosa que he comprobado con mis propios ojos. Un día vi desintegrarse a las mariposas, a las orugas y a las ranas al morir. De igual forma miré un gato muerto que se descomponía sobre la tierra húmeda del jardín de mi casa.

      Pero acerca de los objetos, mi gen científico me permitió descubrir que curiosamente y a diferencia de los llamados seres con vida, los objetos perduran por mucho tiempo. Permanecen ocupando un espacio por días, años o siglos y mientras existen son parte de alguien. Además yo siempre creí que todos los objetos yacían sin vida, pero es mentira, puedo afirmar que en mi mundo, llamado el mundo de lo posible, nada es imposible. Todo lo inanimado e inerte existe bajo un cuerpo y un nombre, pero no sólo eso, los objetos huelen, susurran, observan y tienen energía.

      En su paso por el mundo físico los objetos encierran historias, significados, secretos y sueños. Algunas personas ríen con ellos, otras lloran, algunas les comparten su tiempo y sus soledades, los objetos encierran fantasías, pasiones y recuerdos. Son testigos silenciosos de nuestro paso por la vida. Por los objetos sabemos lo que existió a través del tiempo, pero cuando nuestra forma de cuerpo decide abandonar lo terrestre, se quedan ellos a dar testimonio de nuestra existencia.

      Impregnados de nosotros ocupan un espacio para dar cuenta de lo que fuimos. Las cosas tangibles y aquellas intangibles que habitan en nuestra mente guardan en las entrañas un valor y un significado real o imaginario, magia o verdad.

      El sueño va llegando a mí y la noche sigue quieta acompañándome, la luna redonda fue testigo de mi escrito, es grande, hermosa y llena de luz.

      El espejo sigue con un Ulises atrapado, que se mueve igual que yo y respira igual que yo, ¿Pensará ahora en mi teoría? ¿También tendrá sueño? Ese Ulises del reflejo aparenta mi edad y mi nombre. También está sentado, tiene un papel y un lápiz acompañándole. Quisiera acercarme y preguntarle si sabe algo de mí, si está loco, si está feliz o está triste.

      Desde aquí sentado en la cama, puedo percibir que es un niño travieso, no tan niño; de grandes ojos cafés y pestañas largas. Veo que a pesar de que está ahí metido no da muestras ni deseos de salir. Ese Ulises también está quieto, pienso

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