La saga del viajero del tiempo. Alberto Chimal

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La saga del viajero del tiempo - Alberto Chimal Hilo de aracne

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      El Viajero del Tiempo te puede llevar varias horas después de este momento, sí; pero no tomará tu lugar en la junta aburrida ni te hará un resumen de la clase.

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      El Viajero del Tiempo llevó a Carlota de Bélgica, anciana y loca, a unas horas de su Imperio brevísimo de México en el siglo anterior. Ella no se dio cuenta.

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      El Viajero del Tiempo llevó a Platón a un cine a ver Matrix. Platón se fascinó con las luces que se apagaban en el recinto cavernoso.

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      El Viajero del Tiempo mira el instante previo a que el Buda en la montaña sea destruido a cañonazos.

      Es un instante sólido, como de piedra.

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      —Olvidé que hoy era miércoles —le dije al Viajero del Tiempo. Me consoló: en el siglo 44 444 usan semanas de 1 001 días, todos con nombres aleatorios.

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      Freud oye del Viajero del Tiempo la historia futura del psicoanálisis. Pasmo. Horror. Luego, aceptación.

      —Creo que me siento mejor —dice al fin—. Esto fue como años de terapia.

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      El Viajero del Tiempo lee, en una revista olvidada de no sabe qué siglo, el primer y último artículo de alguien. Su tema es la eternidad.

      El segundo preciso

      Cuando el Viajero del Tiempo alcanzó por fin el segundo preciso, la tortuga estaba medio segundo adelante. Etcétera.

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      Cuando el Viajero del Tiempo alcanzó por fin el segundo preciso, resultó que los dodos podían morir a voluntad y el último estaba deprimido.

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      Cuando el Viajero del Tiempo alcanzó por fin el segundo preciso, tú te habías pasado de largo y leías esta palabra.

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      Cuando el Viajero del Tiempo alcanzó por fin el segundo preciso, resultó que mi padre y mi madre habían cerrado con llave la puerta de la habitación.

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      Cuando el Viajero del Tiempo alcanzó por fin el segundo preciso, el segundo hizo bang y se abrió revelando el espacio entero.

      Qué cosa.

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      Cuando el Viajero del Tiempo alcanzó por fin el segundo preciso, decidió que le gustaba la maravilla, no intentó detenerse a sí mismo y se vio partir por primera vez.

      Más información sobre

      el Viajero del Tiempo

      Si usted tuvo hoy una decepción, el Viajero del Tiempo puede darle una lista de todas las que aún le faltan.

      —A veces ayuda —dice.

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      El Viajero del Tiempo va a la infancia del funcionario que, en un futuro distópico y no tan remoto, prohibirá los viajes en el tiempo. Lo observa jugar con su pelota. Suspira.

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      El Viajero del Tiempo miró (en cierta época de pobreza) el trozo de queso, duro y seco. Viajó hacia atrás una semana y el queso no solo estaba fresco sino entero. Se lo comió todo. Entonces comprendió su error.

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      El Viajero del Tiempo muestra a Georges Méliès que allá lejos, en la vastedad sin límites del cosmos, todo se ve exactamente como en sus películas.

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      El Viajero del Tiempo supo de un par de malos políticos de hoy cuando estaba en el futuro: allá, la historia de ambos, hermoseada, se enseña y aprende con fervor.

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      El rey de Britania, allá por el siglo v, cuando el Viajero del Tiempo le contó las numerosas aventuras que se le atribuían, dijo:

      —¿Qué clase de nombre es Arturo?

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      El Viajero del Tiempo dice a Ray Bradbury:

      —Cuando pisas a un dinosaurio, más bien muerde. ¿No sería mejor si el personaje de tu cuento pisa un insecto?

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      El Viajero del Tiempo ha conocido varias culturas cuyos idiomas solo permitían decir cosas importantes.

      —Todas se acaban rapidísimo —explica.

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      —Ya sé —dijo Rimbaud al Viajero del Tiempo—, a los cuarenta años seré una piltrafa.

      —No serás una piltrafa a los cuarenta —dijo el Viajero, y el chico (felizmente) no pidió más explicaciones.

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      El Viajero del Tiempo cuenta la leyenda del Prisionero del Segundo, atorado en un instante oscuro de una madrugada de 1903 por desobedecer a sus padres.

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      El Viajero del Tiempo bebe agua que lloverá dentro de unas horas. Se estremece: siente en la boca la altura y el vértigo y la caída.

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      Cada tanto, alguien pide al Viajero del Tiempo que le ahorre trámites y lo lleve directo al instante de entrar con su chica (o chico) en el hotel.

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      El Viajero del Tiempo pasó muchos días de desazón tras ir a visitar a Juana de Arco y verla gritar, ponerse de rodillas, alabarlo.

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      El Viajero del Tiempo mira las bombas caer en Dresde y no piensa en la novela Matadero cinco, de Kurt Vonnegut, que trata del tiempo y de Dresde. Piensa en los muertos.

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      El Viajero del Tiempo va a su momento favorito del concierto masivo: ese beso en un extremo del estadio, de espaldas a la banda estrella.

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      Me quedé dormido. Cuando abrí los ojos el coche en que iba ya estaba en otro sitio. Brevísimamente fui el Viajero del Tiempo.

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