E-Pack HQN Susan Mallery 3. Susan Mallery

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E-Pack HQN Susan Mallery 3 - Susan Mallery Pack

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fácil que decirme que trabajas para una empresa que proporciona protección?

      Él se inclinó hacia ella.

      —¿Cuando éramos pequeños eras tan fastidiosa?

      Ella sonrió.

      —He mejorado con la edad —levantó su vaso—. Bienvenido, Justice.

      Los ojos marrones de Patience parecían danzar de diversión, tal como él recordaba. Estaba un poco más alta y había desarrollado unas curvas fascinantemente femeninas, pero por lo demás seguía siendo la misma. «Atrevida», pensó. No era una palabra que habría utilizado para referirse a una adolescente, pero sí que encajaba a la perfección ahora. La Patience que recordaba había sido todo carácter y franqueza, y parecía que eso no había cambiado.

      Ella miró a su alrededor y suspiró.

      —¿Qué habrá? ¿Unos cinco millones como este en todo el país? Necesitamos algo distinto.

      —¿No te gusta el Starbucks?

      —No —respondió antes de dar otro trago—. Adoro Starbucks, pero ¿no crees que un pueblo como Fool’s Gold debería tener un establecimiento local? Me encantaría abrir mi propia cafetería. Qué tontería, ¿no?

      —¿Por qué va a ser una tontería?

      —No es un gran sueño. ¿No deberían ser grandes los sueños? ¿Como, por ejemplo, acabar con el hambre en el mundo?

      —Tienes derecho a soñar lo que quieras.

      Ella lo observó.

      —¿Con qué sueñas tú?

      Él no era un gran soñador. Quería lo que el resto de la gente no valoraba: la oportunidad de ser como los demás. Pero eso no lo podía tener.

      —Acabar con el hambre en el mundo.

      Ella se rio, y ese alegre sonido lo hizo retroceder en el tiempo hasta aquella época en la que eran niños. Lo habían obligado a mentir cada segundo del día. Lo habían intentado disuadir de que se hiciera amigos y se relacionara demasiado, pero los había desafiado a todos al decir que Patience era su amiga. Incluso, entonces, había sabido que era distinto, pero, aun así, había querido sentir que ese era su sitio. Ser su amigo había sido lo único «normal» de su vida. La había necesitado para sobrevivir.

      Había hecho una elección egoísta y ella había pagado el precio. Cuando había tenido que marcharse, ni siquiera había podido decirle por qué, y más adelante había sabido que ponerse en contacto con ella la introduciría en su mundo y la apreciaba demasiado como para hacerle eso.

      Pero entonces, ¿cuál era su excusa ahora? Mientras la miraba a los ojos sabía que de nuevo había optado por lo que quería en lugar de lo que era correcto para ella. Sin embargo, no había podido resistirse a la llamada de su pasado. Tal vez, en el fondo, había estado esperando que no fuera tan maravillosa como la recordaba y ahora tenía que lidiar con el hecho de que era aún mejor.

      Patience se inclinó hacia él.

      —Has estado fuera demasiado tiempo, Justice. ¿Qué ha pasado todos estos años? Primero estabas ahí y al segundo habías desaparecido.

      Aún llevaba el pelo largo y él podía recordar esas suaves ondas y cómo se le había agitado el cabello al caminar. Muy sexy.

      Por entonces, había sido demasiado mayor para ella. Al menos, eso se había dicho cada vez que se había visto tentado a besarla. Un chico de dieciocho años haciéndose pasar por uno de dieciséis para engañar al hombre que quería verlo muerto.

      —Estaba en el programa de protección de testigos.

      Ella abrió los ojos de par en par y se quedó boquiabierta.

      Justice esperó a que asimilara esas palabras y se tomó un momento para mirar el dibujo de una peluquera que tenía en la parte delantera de su camiseta de «Chez Julia». La muñeca dibujada estaba empuñando unas tijeras con actitud muy cómica.

      —¿Estás de broma? ¿En serio? ¿Aquí?

      —¿Y dónde mejor que en Fool’s Gold?

      —No puede ser verdad. Parece cosa de película.

      —Fue real —dio un trago de café y pensó en su pasado.

      Rara vez hablaba del tema y ni siquiera sus amigos más íntimos estaban al tanto de los detalles.

      —Mi padre era un criminal reincidente —dijo lentamente—. Un hombre que se creía que el mundo le debía algo. Iba de crimen en crimen. Si hubiera puesto la mitad de esfuerzo en tener un trabajo estable, podría haber hecho una fortuna, pero eso a él no le iba.

      Patience seguía con los ojos de par en par mientras sostenía su taza.

      —Por favor, no me hagas llorar con tu historia.

      Él levantó un hombro.

      —Haré lo que pueda por ceñirme a los hechos.

      —¿Porque eso no me hará llorar? —respiró hondo y añadió—: De acuerdo, así que fue un mal padre. ¿Y después qué?

      —Cuando tenía diecisiete años, él y un par de colegas atracaron un supermercado. El dueño y un cajero murieron y fue mi padre el que apretó el gatillo. La policía pilló a sus amigos y ellos delataron a mi padre. Bart. Se llamaba Bart Hanson —al nacer, a él le habían puesto el nombre de Bart Hanson Junior, pero lo había rechazado hacía años y se lo había cambiado legalmente. No había querido nada que hubiera pertenecido a su padre—. Los SWAT fueron a buscarlo, pero mi padre no tenía intención de entregarse sin luchar. Lo había planeado todo y tenía pensado cargarse a tantos polis como pudiera. Yo descubrí lo que iba a hacer y salté sobre su espalda. Lo distraje lo suficiente para que la policía pudiera atraparlo y no le hizo ninguna gracia.

      Bueno... eso era decir poco. En realidad, su padre lo había maldecido, había jurado que lo castigaría costara lo que costara. Y todo aquel que había conocido a Bart Hanson sabía que era más que capaz de asesinar a su único hijo.

      —Es horrible. ¿Y dónde estaba tu madre?

      —Había muerto años antes. Un accidente de coche.

      No se molestó en mencionar que le habían cortado los frenos del coche. Las autoridades locales habían sospechado de Bart, pero no habían conseguido pruebas suficientes para poder condenarlo.

      —Cuando testifiqué contra mi padre, su rabia se volvió en ira. Y justo después de que lo condenaran, se escapó de la cárcel y fue a por mí. Me metieron en el programa de protección de testigos y me trajeron aquí. Y ahí es cuando nos conocimos.

      Ella sacudió la cabeza.

      —Es increíble y aterrador. No me puedo creer que hayas pasado por todo eso. Nunca dijiste... —se detuvo y lo miró—. ¿Diecisiete? ¿Tenías diecisiete años? Creía que tenías quince cuando llegaste aquí. Celebramos tu cumpleaños cuando cumpliste dieciséis.

      —Mentí.

      —¿Sobre

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