Una propuesta para Amy - El amor de mi vida - Mi vida contigo. Tessa Radley

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Una propuesta para Amy - El amor de mi vida - Mi vida contigo - Tessa Radley Ómnibus Deseo

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Megan.

      –Le conseguiste un trabajo a Amy aquí en Saxon´s Folly.

      –¿Y qué? –replicó él, encogiéndose de hombros–. También lo conseguí para Caitlyn. Tal vez mi vocación frustrada sea la de gestor de recursos humanos.

      Megan se echó a reír.

      –¿Tú? ¿De recursos humanos? Eres demasiado blandengue para eso. Lo único que harías sería ayudar a la gente aun en contra de los intereses de la empresa. Conseguiste ese trabajo para Amy porque te daba pena, porque, habiendo estado tan mimada por su padre, no tenía conocimientos ni…

      –¡Basta ya, Megan! –exclamó Heath, aliviado, sin embargo, de que su hermana pensara que había hecho aquello por altruismo y no por motivos personales.

      –Está bien, dejémoslo así –replicó ella con una mirada de triunfo.

      Cuando Megan se marchó, él se quedó pensativo. Si su hermana se había dado cuenta de que estaba evitando a Amy, los demás también podrían haberlo notado. Lo último que deseaba era preguntas incómodas. Tenía que hacer las paces con Amy. Y cuanto antes, mejor.

      Amy lo vio llegar. Bajó la cabeza y se dedicó a introducir una larga lista de cifras de ventas en el ordenador. Cuando Heath se detuvo delante de su mesa, sintió una gran agitación en el pecho.

      –¡Heath! ¡Qué sorpresa! –exclamó sonrojada.

      Presentía que sus disimulos no le habían engañado.

      Vio la imponente figura de Heath. Era alto y con el pelo bastante oscuro en comparación con el de Roland, que era casi pelirrojo. Tenía unos ojos negros inescrutables. La camiseta negra y los pantalones vaqueros igualmente negros contribuían a subrayar aún más su aspecto inquietante.

      De adolescente había estado siempre metido en todo tipo de peleas. No en vano le llamaban Black Saxon. Pero siempre había sido muy amable con ella. Había sido un rebelde. Se había enfrentado con su padre, desafiando su autoridad. Su familia se sintió aliviada cuando se fue a la universidad. Ella había oído historias de sus novatadas y sus fiestas salvajes, pero lo encontró muy cambiado al regresar. Había madurado. Durante un tiempo, llegó a considerarlo uno de sus mejores amigos.

      Pero en algún momento, algo se torció en su relación. Se volvió más reservado e introvertido. Y cuando el negocio de las viñas de su padre estuvo a punto de quebrar, Heath se apresuró a comprarlas por cuatro perras. Tal vez, sintiéndose culpable, le había buscado un trabajo en Saxon´s Folly… cerca de Roland.

      Pero su amistad pareció romperse definitivamente después de la noche de la muerte de Roland.

      Era un hombre inescrutable para ella. Fue incapaz de conocer sus sentimientos cuando se descubrió que Roland era su hermano adoptivo o cuando él se enteró de la llegada de su hermanastro Rafaelo el mes anterior.

      Amy miró a Heath. Se sentía incómoda ante su presencia. Trató de remediarlo.

      –¿Crees que Caitlyn será feliz con Rafaelo?

      –¿Por qué no iba a serlo?

      –No sé… Pensé que entre Caitlyn y tú había algo.

      –¿Entre Caitlyn y yo? –dijo él, soltando una carcajada.

      –Ella regresó de la universidad contigo –respondió Amy, con la mirada puesta en el teclado del ordenador.

      –Sí, ayudé a Caitlyn. Todo el mundo sabía que era un chica inteligente que podía llegar muy lejos. Le hablé de ella a mi padre y por un vez me escuchó. Le ofreció un empleo durante las vacaciones, pero demostró ser tan buena en su trabajo que mi padre no dejó ya que se fuera.

      –¿Te molestó que tu padre se convirtiera en su mentor? ¿Que ella ocupara tu puesto como enóloga jefe?

      –En absoluto, fui yo quien se lo propuso a mi padre.

      –Por lo que dices, siguió tu consejo

      –Habría sido un estúpido si no lo hubiera hecho.

      Amy alzó la vista para mirarlo a la cara.

      –Sí. Siempre la has tenido en mucha estima. Tal vez por eso llegué a pensar que acabarías casándote con ella.

      Heath se encogió de hombros en un gesto de indiferencia.

      Amy siempre había creído que Caitlyn bebía lo vientos por Heath, pero luego había llegado Rafaelo y se había enamorado del español.

      –Bien. Espero que Caitlyn y Rafaelo sean muy felices. ¿Han fijado ya la fecha de la boda?

      –El año que viene, creo.

      Amy se mordió el labio inferior y volvió a bajar los ojos al teclado.

      –¿Amy?

      Una lágrima fugaz salpicó la barra espaciadora.

      –¡Amy!

      Ella inclinó un poco más la cabeza. No quería que Heath la viera llorando.

      Demasiado tarde. Él ya había dado la vuelta a la mesa y se había colocado a su lado.

      Ella podía escuchar su propia respiración. Estaba temblando. Parecía como si todo el dolor y la emoción que había estado conteniendo estuvieran a punto de estallar. Heath le puso las manos en los hombros. Ella se puso aún más rígida y tragó saliva tratando deshacer el nudo que tenía en la garganta.

      Él la agarró de los hombros haciendo girar la silla en redondo. Amy alzó la vista, vio su expresión atormentada y se apresuró a cerrar los ojos con toda la fuerza de que fue capaz. Pero no pudo evitar que las lágrimas corrieran por sus mejillas.

      Escuchó un frufrú de tela como si él se estuviera inclinando hacia ella, pero no se atrevió a abrir los ojos. Luego sintió las manos de Heath levantándola de la silla. Se quedó sin aliento al sentir el contacto. De repente, se vio sentada en sus muslos. Él estaba arrodillado a su lado. La falda se le había subido varios centímetros por encima de las rodillas.

      Trató de estirarla, pero la tela no daba de sí en la posición en la que estaba.

      Heath la estrechó en sus brazos, atrayéndola con fuerza contra su pecho cálido y masculino. Olía a esencia de limón. Ella emitió un gemido y hundió la cara en la pechera de su camisa.

      –Sé que lo amaste durante mucho tiempo. Debes sentir ahora un gran vacío.

      Ella miró a Heath entre sollozos. Deseaba pedirle que la soltara, pero le faltaban las fuerzas. Las lágrimas seguían corriendo por sus mejillas.

      –Llora todo lo que quieras, Amy. Te hará bien.

      Ella no podía soportar que la viera así. Él siempre estaba tan seguro de sí mismo… Ya no era el chico impulsivo y pendenciero de antaño. Había madurado. Ella, en cambio, había sufrido el proceso inverso. Había pasado de ser la chica buena que hacía siempre todo lo correcto a una mujer que parecía haber perdido el norte y el control de su vida.

      Heath

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