El Señor del Gran Ulmen. Las tres gemas. Óscar Hornillos Gómez-Recuero

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El Señor del Gran Ulmen. Las tres gemas - Óscar Hornillos Gómez-Recuero

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ornamentaban unos dientes de piedra colocados cuidadosamente unos a la misma distancia de otros. A simple vista se notaba que en este lugar se había utilizado mucha piedra, y que se había tardado muchos años en construir.

      Conforme se iban acercando, el ojo humano podía percibir más detalles que daban cuenta de lo ocurrido allí no hacía mucho. El patio de armas mostraba en la lontananza las señales de tres fuegos, de los que se apreciaban tres columnas de humo a modo de indicios. Egon y sus captores podían ya ver los estandartes verdes con la imagen central del águila gris: ambos estaban colocados a ambos lados de la puerta principal del castillo. Sus exteriores estaban bordados con finos hilos de oro, y se encontraban protegidos de la lluvia por dos aleros muy anchos. Estos aleros estaban pensados para proteger de la constante precipitación. Las torres del castillo estaban culminadas en su cima por tres picudos tejados de pizarra. Todas eran igual de altas, como si se hubieran construido para que no se pudieran envidiar.

      Estaban ya atravesando el largo pasillo de tierra que les conducía a la puerta principal a través del foso de agua, cuando una gran bandada de cuervos sobrevoló sus cabezas. Algunos de los guardias miraron hacia los animales cuando una leve lluvia les comenzó a caer sobre sus sucios yelmos ocres. Egon sentía una rara sensación al estar atravesando su hogar, e intuir que lord Byron y su familia podían estar presos o muertos por Mork, ese malvado noble del norte, duque, al igual que su padre, cuya melena negra y rizada ocultaba por momentos su falsa mirada inscrita a fuego en sus negros ojos.

      La situación era aún más triste sabiendo que lord Mork y lord Byron eran familia lejana: compartían ambos abuelo paterno, pero lord Mork era hijo de Glim, hijo menor de Byron, y lord Byron hijo de Egon, el hijo mayor de lord Byron abuelo. Los captores ya penetraban el castillo Gris, y en sus abiertas puertas no se veían señales de violencia, como si los invasores hubieran entrado escudados en un cómplice y a traición. Las gruesas maderas del bosque de Brancos donde yacía el joven Byron, y que conformaban la puerta de entrada al castillo, no tenían daño alguno.

      A medida que avanzaban por el patio de armas podían verse los cadáveres ensangrentados de los soldados de lord Byron. Sus verdes uniformes bajo las armaduras con el águila gris en el pecho estaban cubiertos de barro y sangre, y nadie los había recogido. En el lado izquierdo del patio se habían levantado tres pequeñas piras funerarias, donde estaban acabando de arder tres cuerpos. Los soldados negros les escoltaban en señal de duelo, con sus yelmos entre las manos y estas sobre la cintura mientras su cabeza estaba gacha, por lo que Egon intuyó que habían de ser las tres únicas bajas de los hombres del primo de su padre.

      En el lado derecho del patio, según entraban, y junto a las caballerizas, los soldados negros habían levantado una estructura de madera con tres pilares, dentro de los cuales introducían sogas gruesas por un orificio que se encontraba en la parte superior de cada estaca. Al pie de cada pilar se situaba una pequeña trampilla por la que podía caer un cuerpo si esta se abría. A toda la estructura se accedía por una escalinata, también de madera, hecha para ese fin. Entre la estructura y las cuadras de los caballos podían entreverse, a medida que avanzaban, los soportes de madera donde se encontraban intactas las armas de muchos hombres que no habían tenido opción de usarlas para defenderse.

      La lluvia ahora era intensa, cuando estaban a punto de entrar en el edificio principal del castillo, situado frente a la puerta principal de entrada a la fortaleza Gris. Egon y los soldados tenían las botas del color del barro, y salpicones del mismo elemento por todas sus ropas. Antes de entrar en la parte techada del castillo, Egon miró hacia arriba, y contempló las triangulares banderas verdes con el águila gris de su reino. Estas hondeaban muy rápidamente por efecto del viento, y su aspecto era claramente húmedo.

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      Capítulo 2

      Primero el rey Blanco, luego la familia

      La entrada al edificio principal del castillo era amplia; tras una escalera de piedra gris obscura se llegaba a una puerta de madera encuadrada sobre un enorme marco de metal. A su vez, la puerta estaba ornamentada con pequeños escudos de metal con el águila gris. Estaban repartidos de forma regular por toda la superficie externa de la puerta. La nave principal del edificio la constituía un largo pasillo de unos 50 metros de longitud. A sendos lados, dos bosques de columnas serpenteaban toda la sala: eran columnas blancas de un mármol que no se veía por allí, como si hubieran sido encargadas de muy lejos. Al fondo del pasillo se hallaba una gran sala con una bóveda imponente de piedra, que miraba de frente a un pulido suelo del mismo mármol del que estaban hechas las columnas. El objeto principal de la sala, con varias puertas de madera en sus flancos, era ser observado por las miradas de los duques sobre los dos tronos ducales que se encontraban en un altar, al que se accedía después de subir dos escalones de piedra.

      Las numerosas antorchas de las paredes iluminaban los rostros de los duques y de sus hijas. Al ver Egon a la esposa de lord Byron, esta comenzó a llorar, y lo mismo hicieron sus hijas. Las tres eran de cabellos morenos y ojos obscuros. Sus pieles eran de un blanco tenue, como el brillo de la luna en una noche clara. Eran todas ellas altas, pues la más pequeña de las hermanas tenía ya 12 años, y su hermana, 15. Sus vestiduras, al igual que las del duque, estaban limpias y lavadas, y la calidad de las telas que vestían indicaba la procedencia y el poder de la familia en esas tierras.

      El primo de su padre, Mork, también se encontraba allí. Vestía un elegante traje de escamas negras, del que resaltaban sus duras hombreras. Sus guardias le escoltaban, y vigilaban a la familia de Egon, que se encontraba maniatada. Su padre miró a Egon. Su cabello era moreno y liso, y sus ojos marrones brillaban como si huyeran de la inquietud del no saber qué había sido de su hijo menor, Byron. Egon le miraba, y parecía que los dos hablaran en un lenguaje que solo ellos entendían. Su padre parecía por momentos ansioso y, antes de que pudiera decir nada, Egon sonrió levemente para tranquilizar a su padre. Byron pareció comprenderlo, y se tranquilizó al tiempo. Lord Mork parecía turbado al no ver al pequeño Byron. Miró, como inspeccionando a los guardias que habían entrado en la sala y a Egon, y añadió:

      —Veo que falta un preso, capitán.

      —Mi señor, este malnacido lo escondió en el bosque —dijo el capitán.

      —¿Y los perros? —replicó el duque de Ávalon.

      —Debió ser algún truco norteño. Están fuera, mi señor —contestó el capitán, con la voz algo dubitativa.

      —Ya veo; este chico conoce trucos y sabe de árboles, por lo que veo.

      Al tiempo que lord Mork hablaba así, golpeó a su primo lord Byron, dándole un fuerte puñetazo. Mork era un hombre fuerte, pero su primo no lo era menos, por lo que no llegó a caer al suelo.

      —¡Buscadle! Está en el bosque, no debe de estar lejos de donde encontrasteis a este. ¡Buscad nogales rojos! Debe de estar cerca de uno —le dijo lord Mork a su capitán.

      —Sí, mi señor —añadió el capitán, a la par que golpeaba su pecho con el puño cerrado. Así, los guardias captores abandonaron la sala, quedando en ella Mork, lord Byron y el resto de su familia y guardias que les vigilaban.

      —Sabes muy bien que necesito al chico para el rey Blanco. Los propósitos del rey Ark son y deben ser la prioridad —habló así lord Mork a su primo.

      —Eres una rata, y no mereces llevar el título que te fue otorgado —le contestó este.

      —Mi título permanece en mí porque no me niego a ninguno de los designios del rey, no como tú, que antepones tu familia a las órdenes de su majestad. Por eso, tú y tu esposa moriréis esta noche, y no veréis más el sol. Tus hijas

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