El Libro de Urantia. Urantia Foundation

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El Libro de Urantia - Urantia Foundation

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Finalidad, cuando se desea llegar a un retrato completo de la relación de la Trinidad con la creación evolucionaria, siempre se congrega un grupo de siete finalistas, uno de cada superuniverso.

      16:6.1 (191.4) Los Espíritus Rectores son la fuente séptuple de la mente cósmica, el potencial intelectual del gran universo. Esta mente cósmica es una manifestación subabsoluta de la mente de la Tercera Fuente y Centro, y de ciertas maneras, se relaciona funcionalmente con la mente del Ser Supremo en evolución.

      16:6.2 (191.5) En un mundo tal como Urantia no encontramos una influencia directa de los Siete Espíritus Rectores en los asuntos de las razas humanas. Vivís bajo la influencia inmediata del Espíritu Creativo de Nebadon. Sin embargo estos mismos Espíritus Rectores dominan las reacciones básicas de toda mente de criatura porque ellos son las fuentes auténticas de los potenciales intelectuales y espirituales que han sido especializados en los universos locales para funcionar en la vida de aquellos individuos que habitan los mundos evolucionarios del tiempo y del espacio.

      16:6.3 (191.6) El hecho de la mente cósmica explica la similitud de varios tipos de mentes humanas y superhumanas. No sólo hay atracción entre los espíritus semejantes, sino que las mentes semejantes también son muy fraternales y se inclinan a la cooperación las unas con las otras. Se han observado algunas mentes humanas que funcionan en canales de sorprendente similitud y en un acuerdo inexplicable.

      16:6.4 (191.7) En todas las asociaciones de personalidades de la mente cósmica existe una cualidad que podría denominarse la «reacción a la realidad». Es esta dotación cósmica universal de las criaturas volitivas la que las salva de volverse víctimas desvalidas de las suposiciones a priori implícitas de la ciencia, la filosofía y la la religión. Esta sensibilidad a la realidad de la mente cósmica responde a ciertas fases de la realidad del mismo modo en que la materia y la energía responden a la gravedad. Sería aún más correcto decir que estas realidades supermateriales responden a la mente del cosmos.

      16:6.5 (192.1) La mente cósmica responde sin falla (reconoce la respuesta) en tres niveles de la realidad universal. Estas reacciones son autoevidentes para las mentes de razonamiento claro y pensamiento profundo. Estos niveles de la realidad son:

      16:6.6 (192.2) 1. Causación — el ámbito de la realidad de los sentidos físicos, los ámbitos científicos de la uniformidad lógica, la diferenciación de lo factual y de lo no factual, las conclusiones reflexivas basadas en la reacción cósmica. Ésta es la forma matemática de la discriminación cósmica.

      16:6.7 (192.3) 2. Deber — el ámbito de la realidad de la moral y del reino filosófico, el campo de la razón, el reconocimiento del bien y del mal relativos. Ésta es la fórmula judicial de la discriminación cósmica.

      16:6.8 (192.4) 3. Adoración — el ámbito espiritual de la realidad de la experiencia religiosa, la comprensión personal de la fraternidad divina, el reconocimiento de los valores espirituales, la seguridad de la sobrevivencia eterna, la ascensión del estado de siervos de Dios al de regocijo y libertad de los hijos de Dios. Éste es el discernimiento más elevado de la mente cósmica, la forma reverencial y adoradora de la discriminación cósmica.

      16:6.9 (192.5) Estos discernimientos científicos, morales y espirituales, estas reacciones cósmicas, son innatas en la mente cósmica, que dota a todas las criaturas volitivas. La experiencia del vivir no deja nunca de desarrollar estas tres intuiciones cósmicas; ellas constituyen la autoconciencia del pensamiento reflexivo. Pero es triste registrar que tan pocas personas en Urantia se regocijan en cultivar estas cualidades de pensamiento cósmico valiente e independiente.

      16:6.10 (192.6) En las dotaciones de mente a los universos locales, estos tres discernimientos de la mente cósmica constituyen las premisas a priori que posibilitan que el hombre funcione como una personalidad racional y autoconsciente en los ámbitos de la ciencia, la filosofía y la religión. Dicho de otra manera, el reconocimiento de la realidad de estas tres manifestaciones del Infinito es mediante una técnica cósmica de autorrevelación. La materia-energía se reconocen por la lógica matemática de los sentidos; la menterazón intuitivamente conoce su deber moral; la fe-espíritu (la adoración) es la religión de la realidad de la experiencia espiritual. Estos tres factores básicos en el pensamiento reflexivo pueden unificarse y coordinarse en el desarrollo de la personalidad, o se pueden volver desproporcionados y virtualmente no relacionados en sus funciones respectivas. Pero cuando se unifican, producen un carácter fuerte que consiste en la correlación de una ciencia factual, una filosofía moral, y una experiencia religiosa genuina. Y son estas tres intuiciones cósmicas las que prestan validez objetiva, realidad, a la experiencia humana en y con las cosas, los significados y los valores.

      16:6.11 (192.7) Es propósito de la enseñanza desarrollar y agudizar estas dotaciones innatas de la mente humana; de la civilización, expresarlas; de la experiencia de vida, comprenderlas; de la religión, ennoblecerlas; y de la personalidad, unificarlas.

      16:7.1 (192.8) La inteligencia por sí sola no puede explicar la naturaleza moral. La moralidad, la virtud, son indígenas a la personalidad humana. La intuición moral, la comprensión del deber, es un componente de la dotación mental humana que está asociada con otros elementos inalienables de la naturaleza humana: la curiosidad científica y el discernimiento espiritual. La mentalidad del hombre trasciende en mucho la de sus primos animales, pero es su naturaleza moral y religiosa la que le distingue del mundo animal.

      16:7.2 (193.1) La respuesta selectiva de un animal se limita al nivel motor de conducta. El supuesto discernimiento de los animales más elevados está en un nivel motor y generalmente aparece tan sólo después de la experiencia motora de prueba y error. El hombre es capaz de ejercer discernimiento científico, moral y espiritual antes de toda exploración o experimentación.

      16:7.3 (193.2) Tan sólo una personalidad puede reconocer lo que hace antes de hacerlo; tan sólo personalidades poseen el discernimiento antes de la experiencia. Una personalidad puede observar antes de saltar y por lo tanto puede aprender de la observación así como de la acción de saltar. Un animal sin personalidad generalmente aprende sólo saltando.

      16:7.4 (193.3) Como resultado de la experiencia, un animal puede examinar las diferentes formas de conseguir una meta y de seleccionar un enfoque basado en la experiencia acumulada. Pero una personalidad también puede examinar la meta misma y juzgar su importancia, su valor. La inteligencia por sí sola puede discriminar en cuanto a la mejor manera de conseguir fines indiscriminados, pero un ser moral posee el discernimiento que le permite discriminar entre los fines, así como también los medios. Y un ser moral al seleccionar la virtud es sin embargo inteligente. Él sabe lo que hace, por qué lo hace, adónde está yendo, y cómo llegará allí.

      16:7.5 (193.4) Cuando el hombre no consigue discriminar los objetivos de sus luchas mortales, se encuentra funcionando en el nivel animal de la existencia. No ha conseguido aprovechar sus ventajas superiores de esa agudeza material, discriminación moral, y discernimiento espiritual que son parte integral de su dotación de mente cósmica como ser personal.

      16:7.6 (193.5) La virtud es rectitud —conformidad con el cosmos. Nombrar las virtudes no quiere decir definirlas, pero vivirlas es conocerlas. La virtud no es mero conocimiento ni aún sabiduría, sino más bien la realidad de la experiencia progresiva en el logro de los niveles ascendentes de alcance cósmico. En la vida diaria del hombre mortal, la virtud se realiza como la elección uniforme del bien sobre el mal, y dicha capacidad de elección es prueba de la posesión de una naturaleza moral.

      16:7.7 (193.6) La elección del hombre entre el bien y el mal está influida, no solamente

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