Obras Inmortales de Aristóteles. Aristoteles
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También se toma la unidad en otro sentido; la homogeneidad de las partes del objeto. Existe homogeneidad cuando no se puede señalar en el objeto ninguna división bajo la relación de la cualidad. Y el objeto constituirá, o bien el objeto inmediato, o bien los últimos elementos a que se le pueda referir. Se señala que el vino es uno, y el agua es una, mientras que son ambos genéricamente indivisibles: y que todos los líquidos juntos, aceite, vino, cuerpos fusibles, no son más que una cosa, porque existe identidad entre los elementos primitivos de la materia líquida, porque lo que constituye todos los líquidos es el agua y el aire.
De igual manera, cuando se pueden encontrar diferencias en el género, se atribuye a la unidad a los seres que contiene. Y se afirma que todos son una sola cosa, porque el género que se encuentra bajo las diferencias es uno. El caballo, por ejemplo, el hombre, el perro, son una sola cosa, porque son animales. Ocurre lo mismo, sobre poco más o menos, que en los casos en que hay unidad de materia. Tan pronto es, como en el ejemplo que acabamos de citar, al género próximo al que se refiere a la unidad como, según ocurre en el caso en que los géneros inmediatamente superiores a los objetos idénticos sean las últimas especies del género, es al género más elevado al que se refiere. Por ejemplo, el triángulo isósceles y el equilátero son una sola y misma figura, porque son triángulos ambos, pero no son los mismos triángulos. También se atribuye la unidad a las cosas cuya noción esencial no puede dividirse en otras nociones, cada una de las cuales expresa la esencia de estas cosas. En efecto, toda definición puede dividirse. Existe unidad entre lo que aumenta y lo que disminuye, porque existe unidad en la definición; de la misma forma respecto de las superficies la definición es una. En general, la unidad de todos los seres, cuya idea, entiendo la idea esencial, es indivisible y no puede ser separada ni en el tiempo, ni en el espacio, ni en la definición, se trata de la unidad por excelencia. Las esencias se encuentran en este caso. En general, en tanto que no pueden ser divididos, es como se atribuye la unidad a los objetos que no pueden serlo. Por ejemplo, si como hombre no es posible la división, tienen un solo hombre; si como animal, un solo animal; si como magnitud, una sola magnitud.
La unidad se asigna por tanto a la mayor parte de las cosas, o porque ellas generan, o porque soportan otra unidad, o porque se hallan en relación con una unidad. Las unidades originales son los seres, cuya esencia es una: y la esencia puede ser una, ya por continuidad, ya genéricamente, ya por definición, por lo que nosotros contamos como varios, son o los objetos no continuos, o los que no son del mismo género, o los que no tienen la unidad de definición. Añadamos que a veces afirmamos que una cosa es una por continuidad, con tal que tenga cantidad y continuidad, pero que otras veces esto no es suficiente. Es necesario también que sea un conjunto, es decir, que tenga unidad de forma. No constituirán para nosotros una unidad las partes que constituyen el calzado colocadas las unas junto a las otras de una forma cualquiera; y solo cuando existe, no simplemente continuidad, sino partes colocadas de tal forma que constituyen un calzado, y tengan una forma determinada, es cuando decimos que hay verdadera unidad. Por esta razón, la línea del círculo es la línea una por excelencia; es perfecta en todas sus partes.
La esencia de la unidad estriba en ser el principio de un número, porque la medida primera de cada género de seres es un principio. La medida primera de un género es el principio por el que conocemos un género de seres. El principio de lo cognoscible en cada género es, pues, la unidad. Únicamente que no es la misma unidad para todos los géneros; aquí es un semitono, allá la vocal o consonante. La pesantez tiene una unidad; el movimiento tiene otra. Pero en todos los casos la unidad es indivisible. Ya bajo la relación de la forma, ya bajo la de la cantidad.
Lo que es indivisible con relación a la cantidad, y en tanto que cantidad, lo que es absolutamente indivisible y no tiene posición, se llama mónada. Lo que lo es en todos sentidos, pero que ocupa una posición, en un punto. Lo que no es divisible, sino en un sentido, es una línea. Lo que puede ser dividido en dos sentidos es una superficie. Lo que puede serlo por todos lados y en tres sentidos, bajo la relación de la cantidad, es un cuerpo. Y si se continúa el orden inverso, lo que puede dividirse en tres sentidos por todos lados es un cuerpo; lo que puede dividirse en dos sentidos es una superficie; lo que no puede serlo más que en uno solo es una línea; lo que no se puede de ningún modo dividir bajo la relación de la cantidad es un punto y una mónada: sin posición es la mónada; con posición es el punto.
Por otra parte, lo que es uno, lo es o relativamente al número, o relativamente a la forma, o relativamente al género, o bien por analogía. Uno en número es aquello cuya materia es una; uno en forma es aquello que tiene unidad de definición; uno originariamente es lo que tiene los mismos atributos; dondequiera que existe relación existe unidad por analogía. Los modos de la unidad, que acabamos de enumerar los primeros, llevan consigo siempre los siguientes. Y así, el uno en número es también uno en forma; pero lo que es uno en forma, no lo es siempre en número. Todo lo que es uno en forma, lo es siempre numéricamente. La unidad genérica no siempre la unidad de forma; es siempre unidad por analogía. Pero no todo lo que es uno por analogía, es uno genéricamente.
Igualmente está claro, que la pluralidad debe ser colocada en oposición con la unidad. Existe pluralidad: o por falta de continuidad o porque la materia, ya la materia del género, ya los últimos elementos, pueden dividirse por la forma, o porque hay pluralidad de definiciones que expresen la esencia.
Parte VII
El ser se entiende de lo que es accidentalmente o de lo que es en sí. Existe, por ejemplo, ser accidental, cuando afirmamos: el justo es músico, el hombre es músico, el músico es hombre. Lo mismo poco más o menos, que cuando afirmamos que el músico construye, es porque resulta accidental que el arquitecto sea músico o el músico arquitecto; porque, cuando se afirme: una cosa es esto o aquello, significa que esto o aquello es el accidente de esta cosa; al igual que, volviendo a nuestro asunto, si se afirma: el hombre es músico o el músico es hombre, o bien: el músico es blanco o el blanco es músico, es, en el último caso, porque uno y otro son accidentes del mismo ser. El músico no es hombre, sino porque el hombre es accidentalmente músico. En igual forma no se dice que el no blanco es, sino porque el objeto del cual es accidente, es.
El ser toma el nombre de accidental, bien cuando el sujeto del accidente y el accidente son ambos accidentes de un mismo ser; o cuando el accidente tiene lugar en un ser; o, por último, cuando el ser, en que se halla el accidente, se toma como atributo del accidente.
El ser en sí posee acepciones como categorías hay, porque tantas cuantas se distingan otras tantas son las significaciones dadas al ser. Pero, entre las cosas que abarcan las categorías, unas son esencias, otras cualidades, otras designan la cantidad, otras la relación, otras la acción o la pasión, otras el lugar, otras el tiempo: el ser se toma en el mismo sentido que cada uno de estos modos. Así pues, no existe ninguna diferencia entre estas expresiones: el hombre es convaleciente y el hombre convalece; o entre estas: el hombre es andante y el hombre anda. Lo mismo ocurre en el resto de los casos.
Ser, esto es, quiere decir que una cosa es verdadera; no-ser, que no lo es, que es falsa, y esto se prueba en el caso de la afirmación como en el de la negación. Decimos: Sócrates es músico, porque esto es verdadero; o bien, Sócrates es no-blanco, porque esto también lo es. Pero decimos que la relación de la diagonal con el lado del cuadrado no se puede medir, porque es falso que lo sea.
Por último,