Lecciones del ayer para el presente. Benito Pérez Galdós

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Lecciones del ayer para el presente - Benito Pérez Galdós Autor

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si bien se suele hacer un uso un tanto folclórico de los mismos, pues se publicitan las partes más picantes, como su relación con Emilia Pardo Bazán, reducida a las relaciones sexuales, cuando se trató de un contacto intelectual y personal de extraordinario calado. De hecho, el espacio amistoso e intelectual creado dentro del triángulo Emilia Pardo Bazán, Leopoldo Alas, Clarín, y Galdós, en el que a su vez se reflejaban las amistades individuales de cada uno, las cosmopolitas de la condesa, las de personas altamente instruidas del escritor aportadas por su círculo de íntimos ovetenses o las provenientes del entorno periodístico y político del canario, resulta imprescindible para entender correctamente la obra del escritor y, aún más, para comprender el momento en que floreció la novela española de la segunda mitad del siglo XIX. Una etapa cultural desacreditada por la egolatría de algunos escritores modernistas necesitados del halago para sentirse importantes, por la censura franquista, y por ese morboso afán de la filología nacional de medir la literatura española según los metros de edades a las que asignan valores de metales preciosos, como el oro y la plata.

      Hay también quienes ven en las páginas galdosianas una cara fea o, mejor dicho, la de la careta que le puso un personaje de Luces de bohemia, de Ramón del Valle-Inclán, cuando le denominó «don Benito, el Garbancero». Recientemente, también han tratado de ponerle una careta de antifeminista, pero esta, como la del Garbancero, choca con la verdadera persona conocida por los lectores de Galdós. Esta última careta, fabricada con cartón piedra, vino inspirada por circunstancias profesionales y sociales que nada tienen que ver con las de la España del siglo XIX. Además, estas caretas han sido explotadas por una mezcla de rencor e incomprensión, que escamotean los valores humanos y literarios del autor.

      Galdós, recuerdo, fue un excelente periodista, director de influyentes publicaciones —El Debate, Revista de España, Océano—, autor de artículos sobre arte, literatura, moda, música y política. Sus habilidades para el dibujo y con el pincel han quedado patentes en numerosos cuadros, igual que su gusto musical —tocaba el piano y el armonio—. Y no olvido su faceta de editor, ni la de dramaturgo, y, por último, la que hoy nos ocupa, la menos conocida, la del político. No solo fue diputado largos años, liberal y republicano, sino un ensayista y autor de piezas de oratoria muy importantes. Su genialidad fue siempre acompañada del trabajo, de un perpetuo trabajo, incluso cuando sus ojos ya no tenían luz.

      En los inicios de su dedicación al periodismo, Pérez Galdós trabajó de reportero en el diario Las Cortes, donde coincidió con José Alcalá Galiano (1839-1919), nieto de Antonio Alcalá Galiano y sobrino de Juan Valera; provenía, pues, de una familia de linaje liberal, y entablaron una amistad que duraría la vida entera. Años después, cuando José ejercía de cónsul en Newcastle, lo invitó a visitarlo. Galdós aceptó —fue su primer viaje al Reino Unido—, iniciando el periplo por Londres, donde conoció de primera mano la vida parlamentaria inglesa, el civismo de la vida social y política, que tomaría desde entonces como modelo. Le pasó lo que a otros intelectuales españoles, que admiraban el ambiente de París, por ser la plataforma de la vida cultural de su tiempo, y se sentían cautivados por el mencionado civismo de la cultura inglesa. Leopoldo Alas, Clarín, sentía de la misma manera, aunque sus conocimientos eran meramente librescos. Durante aquellos primeros momentos, a comienzos de los setenta, cuando los dos jóvenes, José y Benito, acudían al Congreso a cubrir las sesiones, debió de nacer ese gusanillo galdosiano de contribuir, seguramente inspirado por los oradores, y no solo de comentar las propuestas políticas, haciéndose partícipe de las mismas. Alcalá Galiano fue un magnífico introductor en ese mundo, en el que se encontraba como pez en el agua por venirle de familia, mientras Galdós desplegaba su capacidad de observación y de persona que aprendía con celeridad.

      La actividad parlamentaria galdosiana viene apuntada en su epistolario, especialmente los momentos cruciales (1886 y 1907). Y gracias a las investigaciones de Bellón Fernández en la documentación del archivo del Congreso de los Diputados conocemos la cronología exacta de la actividad política galdosiana durante sus cuatro etapas. La primera, cuando su amigo el periodista y diputado José Ferreras, quien fuera compañero en El Debate, tras consultar a Práxedes Mateo Sagasta, le insta a presentarse a las elecciones, y lo hizo. Fue elegido diputado cunero por el distrito de Guayama (Puerto Rico) (4/4/1886), por 17 votos, como miembro del Partido Liberal de Sagasta, cargo que desempeñó desde su toma de posesión (5/5/1886) hasta su salida (29/12/1890). Se volvió a presentar por el mismo distrito en 1891, pero salió derrotado. En 1903 rehusó presentarse a las elecciones, alegando mala salud, pero en verdad sus proyectos literarios, especialmente la actividad teatral desde el estreno de Electra (30/1/1901), lo mantenían ocupado, además del anhelo de darse a conocer mejor en el extranjero. De hecho, los dramas tenían un alto contenido social y llegaban muy bien a la audiencia; en Francia, Electra conquistó al público, mientras que sus novelas hasta entonces no pasaban de ser reconocidas en el círculo de los hispanistas, como Alfred Morel-Fatio. La segunda etapa comienza tras las elecciones del 21/4/1907, que gana como miembro del Partido Republicano, con 16 790 votos. La legislatura fue desde el 6/5/1907 hasta el 14/4/1910. La tercera etapa se inició con la presentación como candidato por la Conjunción Republicano-Socialista, que amalgamaba a los republicanos con el PSOE, a las elecciones del 8/5/1910. Obtuvo 42 247, y Pablo Iglesias, 40 696. Lo que indica su popularidad, pues los votos de Iglesias se consiguieron gracias a la disciplina férrea del jefe de filas. Permanecerá en el Congreso como diputado del 17/5/1910 al 2/1/1914. En la cuarta etapa, teniendo ya setenta y un años, ciego, y dictando sus últimas obras de teatro, Galdós fue elegido por Canarias el 8/3/1914. Quizá debería decir proclamado por sus paisanos, quienes dejaron de lado las habituales rencillas políticas, e impulsado por el aprecio y cariño de su amigo Fernando León y Castillo. Desempeñaría el puesto desde el 23/3/1914 hasta el 16/3/1916, cuando empieza a recortar sus actividades y viajes. Al año siguiente viajaría por última vez a San Quintín, su querida casa de Santander.

      Galdós falleció en la madrugada del 4 de enero de 1920 en Madrid, rodeado de familiares y al cuidado de su médico y amigo, Gregorio Marañón. Con su muerte perdimos al maestro de las letras modernas y a un excelente defensor de la democracia española, de España, de la patria, y un firme creyente en el futuro de la nación. Emprendió con su arma preferida, la pluma, una incesante batalla por la democracia, y lo hizo hasta un par de días antes de su muerte, cuando apenas podía manifestar su apoyo a una causa popular con una temblorosa firma. Fue un cronista de las venturas y desventuras de la política. Las desavenencias, los enfrentamientos, las descalificaciones, los insultos a la jefatura del Estado, las mentiras a los votantes para captar su favor, el ansia de poder, las beneficios económicos obtenidos por los políticos, la búsqueda espuria de la vanagloria, los mimbres con los que los malos políticos, o simplemente los que se dejan llevar por el ansia de poder, tejen la vida parlamentaria se contrapesa con la fuerza de la legalidad democrática, la grandeza de espíritu y la inteligencia de nuestros mejores políticos, sin que importe su partido, llámense Antonio Cánovas de Castillo o Emilio Castelar. Galdós solo exigía de los políticos el respeto a la Constitución, la honestidad y la coherencia. El choque de posiciones políticas cuando se rige por esas normas de conducta llegará a formar un consenso, a soldar una política común, en la que reine el equilibrio de todas las clases sociales para que el país pueda prosperar.

      La producción periodística política de tan prestigioso escritor ha corrido una suerte curiosa, como comentaba al principio. Fue marginada por décadas, es decir, enchiquerada en las obras de los historiadores, pero en contadas ocasiones presentada al público. Se conocen tópicos, el anticlericalismo, que proviene del anecdotario del estreno de Electra, en 1901, y poco más. Un fenómeno curioso que ocurre con la obra de Galdós, incluso a la altura de 2021, es que la crítica y las interpretaciones de su obra vienen apoyadas en estudios de los años cincuenta y sesenta del siglo XX, de cuando había censura en los tiempos de Franco. Seguimos sin tener unas obras completas, las de Aguilar de Federico

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