Chicas bonitas esnifando purpurina. Ana Elena Pena

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Chicas bonitas esnifando purpurina - Ana Elena Pena

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      el florecimiento y el declive, un triunfo en ambos casos.

      Seremos raíz.

      Seremos la savia.

      Seremos las flores.

      Seremos el pétalo que cae con el primer beso

      y que acuna despreocupado el viento

      hasta que alguien lo pisa sin querer.

       JUVENTUD

       «Ara que tinc vint anys, Ara que encara tinc força, Que no tinc l’ànima morta, I em sento bullir la sang».

       JOAN MANUEL SERRAT

      Dime cómo de fuerte deseas ser joven otra vez.

      Estremecerte como un caracol cuando otros dedos te acarician la espalda, inflamada de puro amor.

      Llorar en el hombro de un imbécil con las pupilas dilatadas,

      en un banco apartado o con la cabeza bajo la almohada para que tu madre o tu hermana no te escuchen.

      Dime cuántas veces quieres volver a estar triste por pequeñas derivas y alegre porque sí. Solo porque eres... joven.

      Dime si no quisieras volver a tener décadas por delante para planear lo que quieres hacer o en lo que te quieres convertir.

      Y casi siempre hacer y ser, todo lo contrario.

      Me dirás que sí, que vendes tu alma por los veinte,

      pero quizá olvidas las heridas tiernas bramando alcohol y mercromina, pidiendo subterfugios dañinos a modo de tiritas para calmar el dolor.

      Dime cuánto de fuerte serías capaz de abrazar entonces a tus mejores amigas si supieras que todas volarán en direcciones opuestas y ya no estarán disponibles como antes para hablar contigo durante horas. (Tengo que dejarte ya, que tengo mucho lío en casa).

      ¿A quién le tocará el hogar roto, el hijo enfermo o drogadicto o muerto, el marido o la mujer infiel, la soledad impuesta, en la ruleta rusa de los infortunios?

      ¿A quién le caerá en suerte la niña rebelde que, como tú, hacía llorar a mamá, todavía vigorosa, teniéndola en vilo casi cada noche?

       No me hables.

       A mí qué me cuentas.

       Cállate, pesada.

       Siempre con lo mismo.

       Y yo que sé.

       Me aburres.

       Te odio.

      Dulce pájaro de juventud, atolondrado y arrogante, volando alto como Ícaro y a veces corriendo la misma suerte.

      Dime, ¿volverías a pasar días sin comer hasta que volviera a llamar? ¿Te lesionarías movida por la rabia si supieras que tendrás que explicar de por vida esa cicatriz?

      ¿Qué vamos a hacer ahora que no nos teñimos el pelo de rojo, con ese lema punk de NO FUTURE que ahora tanto odiamos y tememos?

      Nos hemos (y nos han) metido por la nariz toda la fantasía de la que éramos capaces. Nos hemos revolcado ebrias en polvo de hadas esperando que todos nuestros deseos se cumplieran alguna vez. Sueños en purpurina multicolor, luces de neón, barra libre de amor, música envolvente y ropa bonita.

      Cuerpos elásticos de muñeca que parecían no alterarse con el tiempo. Pero el tiempo pasa y juzga, aplasta, aprieta, desgasta y arranca. La carne se hace trémula, los huesos pierden agua, los recuerdos se amontonan, la vida rebosa, supura.

      Sin tener ni idea de lo difícil que era conformar un hogar, un presente amable con visos de prosperar, no queríamos ser como nuestros padres.

      No queríamos parecernos a nadie pero, al final, aun siendo preciosas y únicas, fuimos como todas.

       LIKE

      Me gustan las sonrisas desganadas

      porque aprecio el intento de agradar

      a pesar de las tristezas que uno lleve por dentro.

      Los apretones blandos de manos que evidencian inseguridad,

      también me conmueve el súbito rubor,

      que hace hervir la timidez.

      Las lágrimas contenidas por el orgullo o la vergüenza

      que te hacen mirar hacia otro lado y respirar hondo

      antes de seguir hablando.

      Las caricias torpes y los besos breves en el aire que,

      por timidez,

      no te atreves a rubricar en la piel.

      Todas esas cosas

      ridículas,

      tiernas,

      descorazonadoras,

      humanas,

      me gustan.

       TRATO

      Hagamos un trato.

      Nos damos un beso —en el más estricto secreto—

      y hacemos como que nada ha pasado.

      Podemos ir más allá...

      y enredar nuestros miembros en una batalla de gemidos y

      humedades.

      Imaginarnos un futuro juntos:

      Una casita en el campo, visillos blancos cubriendo los ventanales,

      miel en la alacena, aroma a pan tierno por las mañanas,

      jardín con rosales y un puñado de niños pidiendo leche.

      Después, nos olvidamos.

      Acaso fingimos que sucedió en un universo paralelo.

      Lo borramos

      denuestraMentedenuestroCuerpodenuestroCorazónydelTiempo.

      Nadie sabrá nunca. Nadie.

      Ni siquiera nosotros seremos capaces de recordarlo.

      Y

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