Pacífico: Un hombre a la deriva. Hernán Darío Rodríguez Vera
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Un grupo de buzos viaja al Océano Pacífico con la ilusión de tener una de las experiencias más fascinantes que se conocen bajo el agua: bucear alrededor de Malpelo, una gigantesca roca ubicada a 500 kilómetros de la costa colombiana. Es uno de los mejores lugares del mundo para la práctica del buceo por la cantidad y diversidad de animales que se pueden ver y además, las formaciones rocosas submarinas como La Catedral, una cueva ubicada a más de 50 pies de profundidad. Muchos ni se conocen, simplemente coinciden en una excursión a bordo de un viejo barco pesquero adaptado para este tipo de actividades.Después de una semana en altamar, haciendo la última excursión, algo inesperado sucede. Luego de varias señales de alerta que les envía el destino, todas desatendidas, cinco buzos quedan a la deriva. El tripulante del pequeño bote que los lleva hacia el sitio de la inmersión pierde contacto visual con ellos justo cuando están saliendo de La Catedral. Las fuertes corrientes dispersan a los cinco viajeros entre quienes se encuentran un experimentado instructor, una mujer joven y un extranjero. Hernán Rodríguez, un odontólogo bogotano que está residenciado en Medellín y llegó solo a la excursión, queda a merced del indomable oleaje de las cuatro de la tarde en medio de la inmensidad del océano Pacífico. Bajo sus pies nadan decenas de tiburones. Mira al cielo y advierte que la oscuridad de la noche está cerca. La bravura del mar lo mueve a un lado y al otro sin contemplaciones. En un momento se encuentra con otros dos de los buzos con los que ahora comparte el drama del momento. Ellos deciden quedarse quietos para permitir que las corrientes los lleven con la esperanza de que los organismos de rescate puedan calcular su ubicación. Hernán no comparte la idea. La roca de Malpelo se ve lejos pero cree que es posible llegar nadando y toma la decisión más importante de su vida. Se despide de estos dos compañeros de excursión. A los otros dos no los ha visto desde el momento en el que el mar los dispersó. Sin evaluar racionalmente las reales posibilidades de sobrevivir, en un acto impulsivo y casi irracional, comienza a nadar solo, contra la corriente, con una motivación simple: salvar su vida invadido por la desesperanza.