El inconsciente escolar. Guillermo Federico Sperr

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El inconsciente escolar - Guillermo Federico Sperr

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hombres— y pelearon bien esa noche. Se habían buscado largamente, por los largos caminos de la provincia, y por fin se encontraron, cuando sus gauchos ya eran polvo. En su hierro dormía y acechaba un rencor humano.

      Las cosas duran más que la gente. Quién sabe si la historia concluye aquí, quién sabe si no volverán a encontrarse”.

       2. Ideas, preguntas, problemas

       O de cómo el “recortar” puede convertirse en un acto político

       “… desde el comienzo mismo la psicología individual es simultáneamente psicología social en este sentido más lato, pero enteramente legítimo.” Psicología de las masas y análisis del yo.

       Sigmund Freud

      ¿Qué sucedería si nos percatáramos de que lo que pensamos, todo lo que pensamos, ya fue pensado antes por otros? ¿Cómo nos afectaría saber que lo que decimos y sentimos, todo lo que decimos y sentimos, no lo digo o lo siento “yo”, sino que viene digitado desde “otro lugar”? ¿Cómo actuaríamos si pensáramos que no pensamos con la mente?

      ¿Podremos estar tan seguros de nuestros juicios y de nuestras valoraciones? ¿Podremos actuar con la misma certeza con que actúa el subordinado delirante?

      Propongo comenzar este texto como un andar, un devenir que transcurre como un recorrido por una geografía, un parque, o mejor, como la propuesta y a la vez la lectura de un mapa, una topología. Un mapa sobre la psicología institucional, sobre lo social el alma y el cuerpo.

      Un mapa sobre nosotros mismos y sobre los otros. Un mapa sobre la realidad educativa, y tal vez, sobre la realidad toda.

      Pero también el presente texto es presentado como un desafío: crear juntos una psicología social e institucional que nos permita preguntarnos cuál es la relación entre las instituciones, las prácticas y los aprendizajes en los niveles inicial, primario y medio, ya que este texto es en sí mismo elaborado como texto para la formación de futuros decentes de los niveles mencionados, por lo que no busca ser un texto meramente técnico.

      Es decir que el presente texto fue pensado para acompañar las trayectorias educativas de los y las futuras docentes del nivel inicial, primario y medio, deconstruyendo algunas concepciones respecto de “lo institucional” que forman parte del sentido común, y proponer un dispositivo de lectura e intervención sobre lo social y lo institucional que a la vez nos permita constatar la importancia de esta perspectiva en la función docente.

      También es un intento de sistematización de ideas que buscan amarrarse en el puerto de lo programático. Es decir, organizar cierta línea de pensamiento arraigada en conceptos de autores muy diversos y de diferentes campos, pero que, puestos en determinado orden, podríamos decir que hablan un dialecto común, y que, en nuestro caso puntual, apuntan a producir saberes no dogmáticos que se orienten a una práctica crítica, reflexiva y situada.

      ¿Por qué psicología social e institucional? ¿Qué relación hay entre lo individual y lo colectivo? ¿Cómo establecer un dispositivo que permita intervenir sobre lo instituido, sobre lo que ya está establecido, lo que funciona?

      El enfoque que intentaré desarrollar resulta de importancia, ya que entiendo los límites en términos de conceptualización que ofrecen los modelos actuales para la comprensión de las complejísimas situaciones que se producen en el campo educativo, por lo que considero necesario un abordaje conceptual transdisciplinario que nos permita lecturas creativas y novedosas respecto de los fenómenos educativos en particular, y sociales en general. Si somos exitosos en esta empresa, habremos habilitado, al menos en términos argumentales, una serie de prácticas que puedan dar material de análisis e intervención conforme a las necesidades actuales en lo que refiere a la práctica docente.

      Conviene iniciar con una propuesta actitudinal frente a todo lo que se presenta como saber tanto sobre el campo educativo, como también para otros campos. Esto es, el dispositivo de la “duda” y la “desconfianza” incluso sobre las ideas que intento demostrar a partir de la presente propuesta. En este sentido, por ejemplo, podemos dudar de la diferencia tajante entre individuo y sociedad, entre cuerpo y mente, o desconfiar de las ideas que sostienen el saber del docente sobre la ignorancia del estudiante, o dudar incluso de la “naturaleza” esencial de la escuela, o del interés del Estado en la educación, o el interés “privado” por la gestión de instituciones escolares, etcétera.

      Para ser más concretos, diré que optamos por la perspectiva pragmática que pregunta; ¿nos son útiles los modelos actuales para abordar las problemáticas que se presentan en el ámbito de la educación, la cultura y los saberes?

      Pero volviendo a lo que nos convoca en este apartado, que es la cuestión de los límites, de los márgenes o de las fronteras que se piensan de manera “establecida” respecto del individuo y la sociedad, de la naturaleza y la cultura, de la institución escolar y su comunidad de referencia.

      Tal vez, nos convenga, en términos estratégicos, establecer márgenes grises, difuminados entre lo que se nos presenta o como claramente diferente, o como claramente continuo.

      Si admitimos esta hipótesis, podríamos aceptar incluso que la escuela se extiende aún más allá de sus muros, que la intervención de una docente se extiende más allá del individuo al que se expuso una estrategia de enseñanza, etcétera. O al revés. Tal vez los problemas familiares y sociales se hagan presentes en cada una de las prácticas que se llevan adelante dentro del aula, o la escuela. La falta de trabajo en una sociedad, la muerte de un referente comunitario, el debate que se da en el Congreso Nacional respecto de la interrupción legal del embarazo, el desarrollo del mundial de fútbol, la discusión del salario docente, el aislamiento social obligatorio, etcétera, no pueden ser dejados de lado al momento de intentar comprender por qué un estudiante no aprende, o por qué este estudiante tiene problemas de conducta, o por qué un docente tiene tal o cual expresión en una clase, o por qué el mismo docente se encuentra más o menos frustrado con su práctica, etcétera.

      Si no admitimos que las paradojas se dan debido a la manera en que categorizamos el mundo, el enunciado que reúna las palabras “psicología” y “social”, es decir, la “psicología social”, se presenta como una contradicción, y ya partimos de un problema, ya que, si “suponemos” que lo mental es individual, es decir, de los individuos, y lo social tendría que ver con los otros, ¿cuál sería el punto de contacto posible entre lo social y lo individual, entre yo y el otro?, ¿o que no hay sujeto sin la figura del otro?

      Si bien sabemos que “lo social” representa en sí mismo un concepto abstracto, podemos decir que desde el sentido común “lo social” se muestra, se percibe o se piensa como la suma de individuos que constituyen un entorno necesario para la supervivencia del individuo humano, pero claramente y de ningún modo “lo social” podría constituirnos. Lo social, desde el sentido común, está afuera del individuo. Se da como suma de personas.

      Sin embargo, desde nuestra propuesta, ¿podríamos admitir la idea de que “somos lo social”?, ¿o que somos el otro?, ¿o que el sujeto es “en” el campo del otro?

      Cabe aquí nuestra primera aclaración: no es lo mismo cuando hablamos de sujeto que cuando hacemos referencia al individuo. Diremos,

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